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Carta de Franco a Manuel Alcaide

Claro que sí, Manuel. ¿Qué es eso de meter concejales sin formación, de permitir que accedan a la administración pública funcionarios rojos? Conmigo todo era más profesional, Manuel. Los alcaldes no cobraban, los obispos tenían su representación en las Cortes. No hay comparación. Como tú dices, todo funcionaba como un cuartel. Mi foto presidía aquellos despachos oficiales desde donde se firmaban decretos que se cumplían rápidamente, con profesionalidad. No había juez ni periodista que cuestionara las decisiones de mis gobernadores o alcaldes, elegidos con mi democrático dedo. Era una administración moderna, totalmente digital.

Dices, querido Manuel, que en los años que yo regía España por la Gracia de Dios no había Defensor del Pueblo y, añades, que no hacía falta. Claro, Alcaide. Yo era el Defensor del Pueblo. Como Caudillo triunfante del Movimiento Nacional, como soldado que lo dio todo para salvar a España de comunistas, republicanos y masones, yo era el mejor defensor del pueblo frente a los que se habían llevado todo el oro de nuestra patria para Moscú. Pude mandar por la gracia de Dios durante cuarenta años. Con una administración muy eficaz. Tú lo sabes bien porque formabas parte de la administración de Justicia.

Gracias por tus palabras, Manuel. Y no dimitas. No hagas caso de las declaraciones de la roja Sandra Rodríguez. Esa no sabe como era la España en la que yo mandaba, a esa la criaron con cuentos inventados por los comunistas que me pintaban a mí como al lobo que se comía a la abuelita de Caperucita. Pero yo sólo fui un patriota que se preocupó de que la administración funcionara bien. Y vaya, que si funcionaba. Apenas moví las primeras fichas desde tu tierra canaria en aquel julio del 36 y fíjate con que eficacia tirábamos al personal díscolo por la Sima de Jinámar, esa gente no necesitaba Defensor del Pueblo, Manuel. Fíjate también cómo los periódicos no cuestionaban a mis ministros. Ahora tenemos a algunos periodistas que critican a los gobiernos y siguen en libertad. Menos mal que en Canarias tienen a un tocayo tuyo, Manuel Soria, que por lo menos intenta meter en la cárcel a los periodistas rojos. El otro día en el Parlamento un mandado de Soria te amenazó con investigarte a ti porque informaste de lo mal que va la Sanidad, que dirige el PP. Pero eso sólo fue un aviso para que te portes bien, pero Soria está contento contigo.

No dimitas, Alcaide. En esas preciosas islas canarias tu representas muy bien al régimen. No estás elegido por el actual Parlamento. Tampoco están elegidos los actuales consejeros de la Radio Televisión Canaria. Tampoco se ha renovado la Audiencia de Cuentas. ¡Qué maravilla, en Canarias no hacen falta elecciones, como en mi época! Y ese Parlamento que tenemos cuando viene una iniciativa firmada por el pueblo simplemente la tira a la basura. Y la ONU criticando a Honduras.

Querido Alcaide. Necesito que gente como tú siga en las instituciones. Los militares cada vez están más solos, por eso en los actos públicos cuando tú te acercas a los militares y los invitas a un canapé, Manuel, qué bien lo haces. Dices que el pueblo no conoce al Diputado del Común. Pero tú estás en todos los fregaos: Día de la Guardia Civil, Día de las Fuerzas Armadas, celebración de unas maniobras de la OTAN, presentación de la casa de Paulino reformada, siempre apareces al lado de los uniformados. Muy bien Manuel.

Tuyo afectísimo y Generalísimo, Francisco Franco Bahamonde.

Juan García Luján

Claro que sí, Manuel. ¿Qué es eso de meter concejales sin formación, de permitir que accedan a la administración pública funcionarios rojos? Conmigo todo era más profesional, Manuel. Los alcaldes no cobraban, los obispos tenían su representación en las Cortes. No hay comparación. Como tú dices, todo funcionaba como un cuartel. Mi foto presidía aquellos despachos oficiales desde donde se firmaban decretos que se cumplían rápidamente, con profesionalidad. No había juez ni periodista que cuestionara las decisiones de mis gobernadores o alcaldes, elegidos con mi democrático dedo. Era una administración moderna, totalmente digital.

Dices, querido Manuel, que en los años que yo regía España por la Gracia de Dios no había Defensor del Pueblo y, añades, que no hacía falta. Claro, Alcaide. Yo era el Defensor del Pueblo. Como Caudillo triunfante del Movimiento Nacional, como soldado que lo dio todo para salvar a España de comunistas, republicanos y masones, yo era el mejor defensor del pueblo frente a los que se habían llevado todo el oro de nuestra patria para Moscú. Pude mandar por la gracia de Dios durante cuarenta años. Con una administración muy eficaz. Tú lo sabes bien porque formabas parte de la administración de Justicia.