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CCOO y el jaleo en la izquierda

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Que se haya colado la historia de Comisiones Obreras en las cuitas y guerra en el espacio a la izquierda de la izquierda del PSOE, no solo es un síntoma de la deriva que sobreviene (si no hay pronta reacción) sino constituye todo un desatino. El intento de mermar el crédito de lucha sindical, dignidad democrática y capacidad de cambio social del sindicato es negar todos los avances que ha protagonizado. La trayectoria de Comisiones Obreras es larga y está repleta de aciertos. Ha sido un tiro en el pie involucrarlo en las tensiones entre Yolanda Díaz e Irene Montero, entre Sumar y Unidas Podemos.

El ‘Proceso 1.001’, la oposición a la dictadura y la movilización laboral al calor del tardofranquismo y la Transición, desde dentro de las empresas y del tejido productivo como estrategia sindical, aprovechando los vericuetos del régimen, es una pieza clave para entender la sociedad democrática de la que gozamos hoy; con todas sus imperfecciones y mejoras posibles.

Es más, la reivindicación de lucha de Comisiones Obreras no se detiene ahí. En la década de los años ochenta, cuando UGT aún iba de la mano del PSOE hasta la huelga general de diciembre de 1988, ya hacía su labor de oposición sindical al ‘felipismo’, rechazando la reconversión industrial y la reforma de las pensiones de aquel PSOE de Carlos Solchaga y compañía.

Ignorarlo es injusto. Y, además, políticamente es un error. Comisiones Obreras atesora un millón de afiliados en el Estado. Probablemente, habría que agrupar la militancia de numerosos partidos políticos para alcanzar semejante cifra. Con esto quiero decir que, encima, ante la involución democrática que apuntan las encuestas, Comisiones Obreras está llamada a combatir a la extrema derecha, tanto en el ámbito laboral como en el tejido social. Las siglas futuras de la izquierda parlamentaria, se llamen como se llamen, poco podrán hacer sin el sindicalismo de clase, incluido el PSOE posterior al ‘sanchismo’.

La clase trabajadora necesitará de Comisiones Obreras más que nunca si se cumplen los pronósticos de llegar Vox a La Moncloa con una Vicepresidencia y ministros varios y rubricando en el BOE. Y el propio sindicato tendrá que redoblar esfuerzos para ello. Será, otra vez, su deber democrático. En tiempos en los que, precisamente, cunde el desánimo ciudadano frente a los distintos partidos, más confianza genera el sindicalismo de clase. Y digo de clase porque mira por el colectivo y no por un segmento laboral concreto, por un corporativismo al uso. Podrá haber varios sindicatos pero sin el sindicalismo de clase no se entiende el conflicto que emana la política diaria en la sociedad y, por ende, no habría forma de hilvanar su relato colectivo. Las centrales sindicales tendrán mucho que decir en los próximos años. El legado de Comisiones Obreras es enorme: para las trabajadoras y trabajadores como para la democracia en su conjunto. Y Comisiones Obreras es una herramienta transformadora dada su naturaleza sociopolítica. Un valor inmenso.

Que se haya colado la historia de Comisiones Obreras en las cuitas y guerra en el espacio a la izquierda de la izquierda del PSOE, no solo es un síntoma de la deriva que sobreviene (si no hay pronta reacción) sino constituye todo un desatino. El intento de mermar el crédito de lucha sindical, dignidad democrática y capacidad de cambio social del sindicato es negar todos los avances que ha protagonizado. La trayectoria de Comisiones Obreras es larga y está repleta de aciertos. Ha sido un tiro en el pie involucrarlo en las tensiones entre Yolanda Díaz e Irene Montero, entre Sumar y Unidas Podemos.

El ‘Proceso 1.001’, la oposición a la dictadura y la movilización laboral al calor del tardofranquismo y la Transición, desde dentro de las empresas y del tejido productivo como estrategia sindical, aprovechando los vericuetos del régimen, es una pieza clave para entender la sociedad democrática de la que gozamos hoy; con todas sus imperfecciones y mejoras posibles.