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Cree el ladrón...

Abordar este asunto acarrea acusaciones de pleitismo, de militancia antitinerfeña, de adscripción amarilla. Unas descalificaciones tópicas para ocultar la idea clave de que los beneficiarios de esos modos de financiar no son las poblaciones de la isla o islas “premiadas”, sino los empresarios o sectores empresariales que integran, junto a no menos determinados políticos, el establishment o grupo dominante. Es el capitalismo, estúpido, no una batalla de islas y gentes. Aunque por razones de economía de lenguaje se diga “Tenerife” o “Gran Canaria”; como decimos “Madrid” refiriéndonos a La Moncloa o a los ministerios. Es penoso tener que explicar esto.

Conviene refrescar la memoria para hacernos cargo. Hace años, CC proclamó que la competencia entre islas es rasgo esencial de la personalidad política canaria. Y como en competencia todo vale, el control del Gobierno se convirtió en poderoso instrumento con que quebrar a la isla competidora. Puro farfullo para legitimar los apaños muñidos, por Mauricio en la mayor medida, entre los distintos intereses del establishment regional. Resultado notorio fue el reparto del archipiélago: Tenerife, para el conjunto político-empresarial de ATI; Gran Canaria, para el tándem Mauricio-Soria y sus empresarios de cabecera.

Con el apoyo de Adán y la reputación conseguidora de Mauricio, el tándem quiso implantar en Gran Canaria su dominio político y económico. Recuérdense, si no, los trasteos en la Cámara de Comercio, la Caja, las asociaciones empresariales, la Autoridad Portuaria, los medios informativos, etcétera. No obedecían sino a eso.

Factor importante del apaño regional fue la superior sensibilidad del establishment político-empresarial ático al control de la cúpula administrativa y sus oropeles. No hubo inconveniente en darle el mayor peso en el Gobierno; siempre que no puteara indiscriminadamente a los intereses empresariales grancanarios, como hicieran sus antecesores de la Provincia única. Se pretendía lo contrario: que discriminara a favor de los empresarios que Mauricio señalara con el dedo y evitar así que se apuntaran a brutos y liaran una de enfrentamiento interinsular de no sentirse cómodos y atendidos. Gascan es buen ejemplo de reparto en la cumbre; hay otros, claro.

Esto permitió a Mauricio proclamar la superación del pleito insular; lo que no dejaba de ser cierto al estar de acuerdo los intereses dominantes, herederos de los que impulsaron y mantuvieron el pleito, originado, no lo olvidemos, por el modelo administrativo de centralización provincial. Éste otorga a los políticos y empresarios que viven pared con pared de los órganos decisorios ventajas sobre los que están lejos. Nada les digo cuando se trata de islas. Ahí radican las disputas de capitalidades.

Esta visión la avalan hechos. La eliminación del centrismo liderado por don Olarte puso en manos de Mauricio el control de CC Gran Canaria. El bloqueo de candidatura presidencial olartiana formaba parte de una maniobra bien vista por ATI. Pero salió presidente Román al que Mauricio, contrariado, no paró de mortificar. El acuerdo de Soria y Mauricio se fraguó en aquel contexto y permitió al segundo liberarse de la dependencia electoral de Asamblea Canaria y apretar el acelerador hasta la ruptura de CC y la aparición de NC.

Todo les iba bien hasta que la victoria de Zapatero en 2004 mandó a parar. Sin Rajoy en La Moncloa no era igual. Adán acabó echando al PP del Gobierno, en lo que Mauricio iniciaba su alejamiento de Soria. El batacazo electoral de 2007 apartó al primero de la política y lo relaciono yo poéticamente con las actuales tribulaciones de Soria aunque sean de lo más prosaicas. De la que escapamos de salirle las cosas al tándem. Yo no estaría escribiendo aquí ni en ningún sitio y sé lo que digo.

En este marco de trapicheos y compensaciones, de apaños políticos, puñaladas y demás se comprende que Paulino dé por sentada la financiación oculta, de favor, a ciertas comunidades. Si se fijan, su comentario no fue un reproche. Él se debe al establishment más cercano, el que le vota, y comprende que a Zapatero pueda tentarle dar perras callada la boca a Cataluña; por nombrar una comunidad siempre sospechosa. Cree el ladrón, etcétera, ya saben. Y ya no cuenta con la vaselina Mauricio de modo que se nota más la dada por ahí.

Así es si así les parece.

Abordar este asunto acarrea acusaciones de pleitismo, de militancia antitinerfeña, de adscripción amarilla. Unas descalificaciones tópicas para ocultar la idea clave de que los beneficiarios de esos modos de financiar no son las poblaciones de la isla o islas “premiadas”, sino los empresarios o sectores empresariales que integran, junto a no menos determinados políticos, el establishment o grupo dominante. Es el capitalismo, estúpido, no una batalla de islas y gentes. Aunque por razones de economía de lenguaje se diga “Tenerife” o “Gran Canaria”; como decimos “Madrid” refiriéndonos a La Moncloa o a los ministerios. Es penoso tener que explicar esto.

Conviene refrescar la memoria para hacernos cargo. Hace años, CC proclamó que la competencia entre islas es rasgo esencial de la personalidad política canaria. Y como en competencia todo vale, el control del Gobierno se convirtió en poderoso instrumento con que quebrar a la isla competidora. Puro farfullo para legitimar los apaños muñidos, por Mauricio en la mayor medida, entre los distintos intereses del establishment regional. Resultado notorio fue el reparto del archipiélago: Tenerife, para el conjunto político-empresarial de ATI; Gran Canaria, para el tándem Mauricio-Soria y sus empresarios de cabecera.