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Crónica madrileña

De los aspectos inherentes a la cumbre internacional de la gastronomía no les voy a hablar aquí. Para eso hay otros espacios en esta misma Casa. Si les cuento que ayer estuvo en el escenario principal del auditorio el alcalde de la Villa, Ruiz Gallardón, para saludar a los telecocineros homenajeados durante la fiesta. Hicieron sus discursitos Karlos Arguiñano, en su papel habitual, y el propio regidor municipal, que aprovechó unas palabras anteriores de Ferrán Adriá para largar lo más parecido a un mensaje político, aunque cualquiera sabe: que no está el horno para polémicas y enfrentamientos y que lo que toca es hacer lo que dicen los maestros. ¿Se refería el alcalde a la pura coquinaria y a los maestros de la cocina o, más bien, a los calderos donde se cuecen las estrategias electorales del PP y a otros mandamases expertos cuya línea hay que seguir?... Pues ustedes dirán. Yo sólo apunto el detalle. Su desentrañamiento, si les soy sincero, me importa un pito.

De las consecuencias de los dos fenómenos más de actualidad en estos días, los madrileños o no son conscientes o pasan, a mi modo de ver. El cambio climático es evidente. No es normal que a estas alturas de Enero los termómetros de la Puerta del Sol registren trece grados. Pero, es igual. Cuando el invierno llega, en Madrid las calefacciones se ponen a tope y los habitantes de la capital del Reino se enfundan en sus abrigos, guantes, gorros y bufandas igualito que si pasearan, en vez de por la Gran Vía, por la estepa siberiana. Son raros.

La crisis económica tampoco parece afectar, así a primera vista, según las apariencias, a estas buenas gentes. Los restaurantes están a tope. Las marisquerías de lujo y las tabernas de barrio. Los comercios hacen un buen negocio con las rebajas ?acaso porque las rebajas lo son de verdad y se pueden encontrar gangas auténticas, no como en otros lares - y aunque te topas con media docena de pobres por la calle en tu recorrido diario, si estableciésemos una relación directa con lo que sucede en la calle del Castillo, tendríamos que tropezar con mil doscientos catorce pedigüeños. En fin. Que se acabó la crónica y no les cuento más, si es que no sucede nada nuevo.

José H. Chela

De los aspectos inherentes a la cumbre internacional de la gastronomía no les voy a hablar aquí. Para eso hay otros espacios en esta misma Casa. Si les cuento que ayer estuvo en el escenario principal del auditorio el alcalde de la Villa, Ruiz Gallardón, para saludar a los telecocineros homenajeados durante la fiesta. Hicieron sus discursitos Karlos Arguiñano, en su papel habitual, y el propio regidor municipal, que aprovechó unas palabras anteriores de Ferrán Adriá para largar lo más parecido a un mensaje político, aunque cualquiera sabe: que no está el horno para polémicas y enfrentamientos y que lo que toca es hacer lo que dicen los maestros. ¿Se refería el alcalde a la pura coquinaria y a los maestros de la cocina o, más bien, a los calderos donde se cuecen las estrategias electorales del PP y a otros mandamases expertos cuya línea hay que seguir?... Pues ustedes dirán. Yo sólo apunto el detalle. Su desentrañamiento, si les soy sincero, me importa un pito.

De las consecuencias de los dos fenómenos más de actualidad en estos días, los madrileños o no son conscientes o pasan, a mi modo de ver. El cambio climático es evidente. No es normal que a estas alturas de Enero los termómetros de la Puerta del Sol registren trece grados. Pero, es igual. Cuando el invierno llega, en Madrid las calefacciones se ponen a tope y los habitantes de la capital del Reino se enfundan en sus abrigos, guantes, gorros y bufandas igualito que si pasearan, en vez de por la Gran Vía, por la estepa siberiana. Son raros.