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El discurso del Presidente

Las reglas tradicionales de la retórica y las aportaciones de la lingüística, la semántica y la pragmática serán de este modo valiosos recursos para conocer los secretos de la comunicación y sacar partido de todos ello: dar instrucciones, persuadir, requerir, solicitar, preguntar o responder indirectamente sin que el oyente sea consciente de que cuando oye “sígueme” no lo interpreta como una orden, sino como una sugerencia; que cuando le dicen “ésos” el referente es “el enemigo”; o que cuando oye “hasta aquí hemos llegado” entiende en verdad “hay que echarlos”.

El discurso político casi siempre se basará en la división maniquea entre buenos y malos. Por consiguiente, las exposiciones se elaborarán minuciosamente teniendo en cuenta los intensos estados mentales y emocionales de la audiencia, muy sensible a la dualidad argumental: lo lógico y lo utópico, lo vigorizante y lo deprimente, lo real y lo ansiado, el ser y el deber ser. Con todo ello nos ha obsequiado Paulino Rivero en su discurso presidencial de estas navidades a las que ya sólo les queda, en sentido amplio, la festividad de los Magos de Oriente. Una política canaria que ciertamente requeriría de auténtica magia para sacarnos de la entropía en la que nos ha metido a los isleños desde el modelo de “más cemento y menos talento”. ¿Cuántos buenos, cuántos buenísimos Currículum se encuentran depositados en el ICFEM y no encuentran salida, y no encuentran trabajo por no haber dirigido sus aspiraciones formativas al sector servicio o a la construcción, sin menospreciar en ningún caso a los trabajadores que en ellos han desempeñado histórica y óptimamente sus funciones? Pero el modelo ha sido el que ha sido, es el que es.

“Hemos hecho lo que debíamos. Hemos sabido mantenernos unidos en los momentos más duros, como así lo demuestran el pacto social por la economía y el empleo o, entre otros, el pacto por la competitividad del sector turístico”, nos dejó dicho el Presidente en la despedida de 2010? .Mas como nos afirma un proverbio árabe, “la Verdad se pierde con demasiado discurso”. El Presidente y los políticos canarios deberían tener esto en cuenta en 2011, mucho más ante el año electoral en el que ya estamos inmersos.

José Carlos Gil Marín

Las reglas tradicionales de la retórica y las aportaciones de la lingüística, la semántica y la pragmática serán de este modo valiosos recursos para conocer los secretos de la comunicación y sacar partido de todos ello: dar instrucciones, persuadir, requerir, solicitar, preguntar o responder indirectamente sin que el oyente sea consciente de que cuando oye “sígueme” no lo interpreta como una orden, sino como una sugerencia; que cuando le dicen “ésos” el referente es “el enemigo”; o que cuando oye “hasta aquí hemos llegado” entiende en verdad “hay que echarlos”.

El discurso político casi siempre se basará en la división maniquea entre buenos y malos. Por consiguiente, las exposiciones se elaborarán minuciosamente teniendo en cuenta los intensos estados mentales y emocionales de la audiencia, muy sensible a la dualidad argumental: lo lógico y lo utópico, lo vigorizante y lo deprimente, lo real y lo ansiado, el ser y el deber ser. Con todo ello nos ha obsequiado Paulino Rivero en su discurso presidencial de estas navidades a las que ya sólo les queda, en sentido amplio, la festividad de los Magos de Oriente. Una política canaria que ciertamente requeriría de auténtica magia para sacarnos de la entropía en la que nos ha metido a los isleños desde el modelo de “más cemento y menos talento”. ¿Cuántos buenos, cuántos buenísimos Currículum se encuentran depositados en el ICFEM y no encuentran salida, y no encuentran trabajo por no haber dirigido sus aspiraciones formativas al sector servicio o a la construcción, sin menospreciar en ningún caso a los trabajadores que en ellos han desempeñado histórica y óptimamente sus funciones? Pero el modelo ha sido el que ha sido, es el que es.