Espacio de opinión de Canarias Ahora
Las bajas docentes: lo que no se cuenta por Rita Hernández Quintero
Preocupados por nuestra salud, querrán saber entonces a qué se deben las bajas otoñales e invernales, y dada nuestra responsabilidad y solidaridad con el prójimo (y la prójima) es nuestro deber responderles: ni es gratuito, ni casual el listado de enfermedades que acabamos de mencionar. Corresponden a los resultados obtenidos en diversos estudios que han perseguido analizar el tipo de dolencias físicas y psíquicas que se manifiestan cuando se trabaja en un entorno hostil, o inestable. Sobra decir que, en estos tiempos, a los docentes que padecemos el reinado de doña Milagros nos ha tocado vivir ambas cosas.
En un clima de inseguridad laboral, las bajas se multiplican, la calidad y la productividad merman considerablemente. Si bien es conocido por todos que la profesión docente está, para nuestro pesar, muy bien situada en el ranking de las que presentan mayor desgaste psíquico, traducido, por ejemplo, en síndromes como “el del quemado”, gracias a la labor de esta Consejería, hemos de sumar otra causa a nuestros males.
Estamos viviendo, literalmente, un acoso institucional. Públicamente, se justifica porque somos improductivos, vagos, y un sinfín de disparates más. De forma encubierta, nadie queda ajeno a que la única razón sea el deseo de llevar a cabo unos recortes presupuestarios sin fundamento. Mientras a nivel estatal, se incrementa en un 8% la inversión para Educación, en nuestra Comunidad y tras declarar que en tiempos de crisis es vital la formación, se pretende recortar en el 1,9% la inversión en Educación. ¿Y cómo se conseguirá dicho ahorro? Elemental, mi querido lector, del sueldo docente y laboral. Pues sepa usted, señora Consejera, que los mencionados estudios aseguran que una estabilidad laboral manifiesta se traduce en productividad, efectividad y calidad. Que la asistencia a un trabajo digno, con motivación positiva resultaría más barata a las arcas autonómicas.
Y sin querer abandonar esta línea de aportación de datos, hacemos una invitación: si existe aún alguna duda en cuanto a las intenciones de agotar paciencia, dignidad, fuerza, ánimo y espíritu del docente, consulten los listados oficiales y comprobarán con sus propios ojos que el plan de ajustes de la consejera pasa por “acosar” al docente. Compruebe las sustituciones con cese a 30 de junio, la multiplicación de sustituciones por horas para cubrir, después de dos semanas de ausencia, solo las lectivas de los docentes de baja; negando un principio esencial de cualquier trabajador de este país, el derecho a gozar de un mes de vacaciones remuneradas.
No son pocos los medios de comunicación en los que nuestra señora consejera les ha garantizado a los padres de alumnos que ninguna de las medidas adoptadas actualmente, o para un futuro inmediato, mermarían la calidad del proceso de formación y aprendizaje de sus hijos. ¿Me puede explicar cómo se garantiza esta calidad de la que presume si no se cubren las ausencias, si un docente no es contratado para coordinarse con sus compañeros de departamento, hacer labor tutorial, asistir a los órganos de toma de decisiones de su centro? ¿Cómo la garantiza con profesores especialistas o de Pedagogía Terapéutica que se ven obligados a desatender a sus alumnos y funciones para cuidar de aulas sin maestros? ¿Cómo se puede hablar de calidad o responsabilidad cuando son nuestros propios dirigentes y “líderes” los que nos degradan y vejan públicamente? Siéntase afortunada, doña Milagros, su cuerpo de docentes, por vocación profesional está rindiendo infinitamente mucho más de lo que usted merece.* FETE-UGT Tenerife
Rita Hernández Quintero*
Preocupados por nuestra salud, querrán saber entonces a qué se deben las bajas otoñales e invernales, y dada nuestra responsabilidad y solidaridad con el prójimo (y la prójima) es nuestro deber responderles: ni es gratuito, ni casual el listado de enfermedades que acabamos de mencionar. Corresponden a los resultados obtenidos en diversos estudios que han perseguido analizar el tipo de dolencias físicas y psíquicas que se manifiestan cuando se trabaja en un entorno hostil, o inestable. Sobra decir que, en estos tiempos, a los docentes que padecemos el reinado de doña Milagros nos ha tocado vivir ambas cosas.
En un clima de inseguridad laboral, las bajas se multiplican, la calidad y la productividad merman considerablemente. Si bien es conocido por todos que la profesión docente está, para nuestro pesar, muy bien situada en el ranking de las que presentan mayor desgaste psíquico, traducido, por ejemplo, en síndromes como “el del quemado”, gracias a la labor de esta Consejería, hemos de sumar otra causa a nuestros males.