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Emergencia humanitaria en África

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La semana pasada les hablé acerca de la reciente cumbre de la OTAN en Madrid y del éxito que ha supuesto para nuestro país situar el flanco sur, y especialmente el Magreb y el Sahel, en el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza Atlántica. Ahora toca hablar del día después, y éste nos sitúa en un escenario en el que, lo más urgente y necesario es que tanto España como el conjunto de la Unión Europea estén a la altura en la respuesta que África necesita ante la emergencia humanitaria que está viviendo. Se trata de una crisis de dimensiones colosales, fruto de la superposición de diversas situaciones (Covid 19, crisis climática, inseguridad por el terrorismo yihadista y consecuencias varias de la guerra de Ucrania, entre otras).  

Si nuestro escenario de inminente recesión, española y europea, agravada por las consecuencias de la guerra de Ucrania, ya es altamente preocupante, el impacto en África puede tener consecuencias devastadoras a todos los niveles. Desde el Programa Mundial de Alimentos (PMA), su director ejecutivo, David Beasley, ha calificado en diversas ocasiones de “tormenta perfecta” esta conjunción de crisis superpuestas que están poniendo en riesgo la vida de tantos millones de personas por todo el continente.  Aquí les traigo algunos datos para dimensionar esta crisis de inseguridad alimentaria:  

  • Hambre: el PMA ha advertido que 12,7 millones de personas padecerán hambre aguda en el Sahel Occidental en 2022, una cifra 3 veces superior a la de 2019. Los cálculos de las ONG internacionales, por ejemplo, hablan de 38 millones de personas con necesidad de asistencia alimentaria en África Occidental entre junio y agosto de 2022, es decir, ahora mismo. A día de hoy, en el Cuerno de África, 18 millones de personas tienen que hacer frente a una grave escasez de alimentos y agua, siendo Somalia uno de los países más perjudicados, junto con Etiopía, donde muchos niños tienen que abandonar la escuela. En total, en estos momentos, 49 millones de personas (algo más que la población de nuestro país - 47.5 millones -) pueden morir por una hambruna inminente en África. De ellas, 14 millones son niños y niñas. 
  • Inflación: El incremento global de los precios de los alimentos está teniendo un impacto demoledor en el continente. El Banco Africano de Desarrollo habla de un 60% de encarecimiento del trigo desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania. En estos momentos, según Naciones Unidas, los precios de los alimentos en África subsahariana son entre un 30 y un 40 % más caros que en el resto del mundo. Y a este dato hay que añadirle otro: según el Fondo Monetario Internacional, los hogares africanos gastan cerca del 40% de su presupuesto mensual a la alimentación. En las llamadas economías desarrolladas, este porcentaje es del 17%. 
  • Desertificación y sequía: Con respecto al agua, África enfrenta un mayor riesgo de sequías que se han hecho especialmente intensas en los últimos 4 años. Las sequías ya se están produciendo y, además de a la falta de agua para su consumo, para el ganado y para la agricultura, llevan a la desertificación: el terreno seco se vuelve improductivo y estéril y se pierde la vegetación. Las regiones más afectadas por la sequía son la del Sahel y el Cuerno de África. En estos momentos, un 65% de la superficie del continente africano ya se considera semiárida, un 46% de la superficie africana está directamente afectada por la desertificación. 
  • Emergencia climática: A mediados de siglo, se prevé que África Occidental, si se alcanzase un incremento del calentamiento global de 2ºC, perderá el 42% de la productividad de sus cultivos y su ganado. El cambio climático redujo el crecimiento de la productividad agrícola en África en un 34 % desde la década de los 60 del pasado siglo, más que en cualquier otra región. Siguiendo con el aumento de las temperaturas, si se alcanza un nivel de calentamiento global (GWL, por sus siglas en inglés) de 2,1 ºC, 35 ciudades africanas tendrán más de 150 días al año con un índice de calor superior a los 40,6 ºC. 
  • Migraciones: Además de que todos estos factores contribuyen a que la gente se vea obligada a emigrar y buscar otras opciones de vida, es evidente que el componente climático, el aumento de las temperaturas y la transmisión de enfermedades, la sequía y la inseguridad, llevarán a que aumente un fenómeno que ya estamos viendo a día de hoy: las migraciones climáticas. Para mediados de siglo, el Banco Mundial predice que 19 millones de personas en el norte de África y 86 millones en el África subsahariana podrían convertirse en migrantes internos debido a las perturbaciones climáticas que afectan a sus hogares y medios de vida, como tormentas devastadoras, inundaciones y olas de calor y sequías prolongadas.  
  • Tensión social: Estas crisis superpuestas, pero especialmente el encarecimiento de los alimentos y materias primas también llevan a otro problema colateral pero muy relevante: la aparición de tensiones sociales y conflictos. Respecto a las tensiones sociales, lo estamos viendo estos días en países como Ghana, Sierra Leona, Sudán o Mozambique, entre otros, con protestas masivas en la calle por el alza del precio de los combustibles y una inflación que, en el caso ghanés, por ejemplo, se ha cifrado en un 27%. 
  • Violencia: el de la inseguridad (el yihadismo) es sin duda un factor fundamental, del que he escrito en multitud de ocasiones. A través de los grupos vinculados a Al-Qaeda o el Estado Islámico, el incremento de la violencia yihadista en el Sahel (y hacia los países de la costa occidental africana) y otros puntos del continente como Nigeria, Mozambique o Somalia, está incidiendo gravemente en el desplazamiento de personas y dificultando, sino directamente impidiendo, los esfuerzos para dar respuesta a la emergencia alimentaria. El terrorismo, recordemos, es también un factor fundamental que ha acelerado y potenciado el debilitamiento de los Estados. 

Es por todos estos factores que creo que, ante una emergencia tan extraordinaria como la que afrontamos, es hora de pasar a la acción. En mi opinión, España debe jugar un papel de líder dentro de la Unión Europea para motivar acciones conjuntas en este terreno.  

Celebro que, desde el Gobierno de España se sea perfectamente consciente de la importancia de esta emergencia, y que se haya trasladado en diversos foros el empeño de nuestro país en contribuir a las soluciones que desde todo el mundo se puedan implementar para aminorar su impacto.  

Hay un factor, además, que ya nos situó en primera línea: el pasado 17 de junio, España, a propuesta de Naciones Unidas, fue la sede global de la celebración del Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, lo que constituyó un pronunciamiento internacional de que nuestro país acepta y quiere jugar un papel relevante en esta temática.  

De hecho, en la intervención que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó con motivo de la celebración de este Día, anunció una nueva iniciativa del Gobierno llamada Restaurando paisajes y agua para la adaptación y la resiliencia que según dijo reforzará los vínculos de colaboración con África para luchar contra la desertificación en el continente, y pretende “catalizar la cooperación entre la ciencia, la comunidad política y las comunidades sociales para abordar el nexo entre agua y paisaje” y conseguir así que aumente la resiliencia de las áreas con alto riesgo de degradación de la tierra. 

Es importante pues, no solo empezar a cumplir lo anunciado en este terreno (tan vinculado a la inseguridad alimentaria) sino que debemos hacer un esfuerzo para que, más allá de la mirada hacia el este, hacia Ucrania, comprendamos que la emergencia humanitaria que se está produciendo en África nos afecta a todos. Por ello, desde Casa África, pondremos nuestro empeño en ser parte de la alineación de todas las instituciones, españolas y europeas, que trabajen junto a los africanos y las africanas en este cometido. Urge que todos entendamos la dimensión, gravedad y relevancia histórica de este momento.