El evangelio del rencor

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La iglesia actual con Francisco a la cabeza tiene muchos detractores dentro y fuera. Este Papa que tira a la izquierda no es para una iglesia anclada en el patriarcado, la homofobia, el capital opaco y los abusos. La iglesia presente en la historia y actuante, en la realidad social de las comunidades, lo es de forma política, pues no hay teología sin política y los pilares fundamentales han sido los profetas, precisamente por denunciar las desigualdades y la corrupción o la adoración de los diferentes becerros de oro.

Cuando la Iglesia en los gestos, las acciones y el magisterio de Francisco intenta estar más en el mundo, más cerca de los oprimidos y explotados, y dar pasos para ello, como en los motu proprio que ha introducido o la renovación del Derecho Canónico para los casos de abusos; cuando intenta que las personas que murieron defendiendo al pobre como monseñor Romero o a los seglares y jesuitas asesinados de la universidad de la UCA, en El Salvador, y suben a los altares a personas sombrías y sectarias, caso del joven beatificado en Milán calzando unas Nike, o la anterior canonización del prelado del Opus Dei, Escrivá de Balaguer; cuando todavía mueren religiosos y religiosas en todo el mundo por implicarse políticamente, socialmente en la realidad de sus comunidades, hay otros que por su imprudencia, temeridad, ignorancia y brutalidad, copan los medios de comunicación silenciando una labor social que enriquece, por otra prédica que enloquece a sus oyentes.

La Iglesia canaria, que se ha reflejado en la sociedad de las islas los últimos cuarenta años como crítica y activista, y en algunos casos, revolucionaria, en cuanto a la aplicación del magisterio social, se ha visto ensombrecida por manifestaciones y personas que no saben o no distinguen el populismo ágrafo del profetismo.

Imprudentes han sido algunos obispos como el anterior, Francisco Cases, aunque este que tenemos ahora, José Mazuelos, también ha salido ya con algunas declaraciones contrarias a todo criterio racional. Otro tanto ocurre con el de Tenerife, Bernardo Álvarez, conocido por sus yerros.

Ahora nos encontramos con unas declaraciones que parecen salidas de un rencor profundo e indignante, de alguien al que no le tiembla la mano al levantarla estigmatizando derechos legítimos que tienen las personas, confundiendo lo que desde su punto de vista dice y él entiende por enseñanzas cristianas. El párroco de Lomo Magullo ha vuelto a desbarrar y a sonrojar a compañeros y a su Ordinario, que no ha tardado en reunirse en festivo y de noche para salir al paso de las desquiciadas declaraciones del párroco.

Hace años que este cura causa problemas a la diócesis y pone en entredicho la labor de muchos compañeros y del propio obispado en su política de acercamiento, porque cayendo como está cayendo en picado el número de fieles, los bautizos y demás sacramentos y la desbandada de las iglesias de personas que no se identifican con lo que predican y cómo viven los que predican, que no es precisamente con el ejemplo, el mal es mayor.

Por menos de lo que este cura ha declarado, hay sacerdotes suspendidos a divinis, y hasta a Ernesto Cardenal, flagelo de Juan Pablo II, en su última hora el papa Francisco le levantó las sanciones.

Y es aquí donde está la cuestión: la teología se entiende como política, si no, algunos la llegan a utilizar como catequesis y no es eso. Las herramientas que se utilizan para leer, analizar y actuar en la historia, en la realidad de los pueblos, deben ser las que propicien cambios para el bien común, para la equidad y para paliar el sufrimiento en lo posible y no para arengar a las tropas en Colón - todavía existe el vicariato castrense- o para asistir a manifestaciones que niegan derechos y libertades conquistadas con años de lucha, donde han tenido una participación importante muchos cristianos, sobre todo en la Latinoamérica de este último medio siglo, con documentos aprobados en comunidad por las Conferencias episcopales que dejan pequeños a algunos programas políticos llamados de izquierda.

No se puede permitir que se siga manteniendo a curas que no han entendido que el resto del pueblo ya no responde como antes, que no son borregos que pastorean a su antojo, sino que son hombres y mujeres formadas y criticas, que incluso han emprendido arduas tareas como la de redactar y publicar los textos evangélicos y de una forma inclusiva y otras desde la lingüística feminista.

En medio de tanto dolor, donde debe primar la reflexión y el silencio, y para quien quiera la quietud, la oración, independientemente de las acciones más contundentes por parte de la justicia, no necesitamos exabruptos, ni flagelaciones públicas, precisamente a aquellos que más sufren en este momento. Ya es hora de que se tomen medidas, pues el problema se ha agrandado tanto que va a ser casi imposible reeducar a alguien que solo molesta, indigna y menosprecia a víctimas que lo son casi siempre por el hecho de ser mujeres o madres.