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Franco es su bandera

Resulta doloroso, profundamente doloroso, que fascistas redomados campen a sus anchas, en contra de esa misma Constitución, avivando los bajos sentimientos en masas de población desde micrófonos de la Iglesia o periódicos ligados al Opus Dei y que se acuse de resentimiento a quienes sólo pretenden recuperar los restos de sus familiares asesinados por la dictadura franquista. Más patético resulta que Jerónimo Saavedra se sume al coro de ultras que cuestionan la Ley de Memoria Histórica, sobre todo después de leer las declaraciones del dirigente del PP Jaime Mayor Oreja, que no ve motivos para condenar el franquismo, régimen que de forma organizada liquidó a cientos de miles de personas por motivos ideológicos. Así que no sé con qué cara pueden pedir la ilegalización de ANV, por ejemplo, por no condenar la violencia de ese anacronismo que es ETA, que parece que hace el juego al PP cuando más lo necesita.

Es repugnante esa reivindicación de la españolidad como algo propio de un partido, el PP, que vota en contra del derecho que tienen miles de personas a saber en qué fosa común fueron a parar los cuerpos de sus abuelos, padres o familiares. Y es auténticamente asqueroso que se haga con la bandera y el himno español por delante, porque se manipula a millones de ciudadanos desprevenidos. Para quienes no tienen banderas, o tienen otras, es un ataque frontal a derechos básicos como la libertad de opinión, expresión o reunión.

En Santa Cruz, no hace falta que ondee ninguna bandera: basta caminar desde la Plaza del genocida Weyler para subir por la calle 18 de julio hasta la Rambla General Franco. Si continuamos rambla abajo, nos toparemos necesariamente con el abominable monumento a Franco realizado por Avalos, la conocida fuente. De ahí podemos seguir hasta la Plaza de España para asombrarnos con un monumento a los caídos, sólo los del bando fascista, que se rehabilita ante nuestros ojos treinta y dos años después de la muerte del dictador.

Los defensores de estos símbolos sí saben lo que hacen: esos símbolos producen una gran violencia y hacen pensar al común de los mortales que nada ha cambiado porque se repite el mismo apellido en la alcaldía de Santa Cruz, Zerolo, cuarenta años después, y persisten en pie, y remozados, plazas, calles y monumentos franquistas, que conviven con nuevos nombres en la zona de ampliación y cercanías, como la Avenida Manuel Hermoso o la calle José Rodríguez Ramírez.

Quienes gobiernan Santa Cruz no son demócratas: utilizan las maltrechas reglas del juego democrático para seguir en el poder y repartir los impuestos de todos los ciudadanos entre sus amigos. Son unos farsantes que se niegan a retirar los símbolos franquistas y rechazan hasta la nueva Ley del Gobierno central que los obliga. El nuevo portavoz de ATI-CC en el Ayuntamiento de Santa Cruz lo tiene claro. José Alberto Díaz-Estébanez, en declaraciones reproducidas por el periódico nivariensis, dijo que si se aprueba la ley “el ayuntamiento no tendrá más remedio que acatarla, pero hay que determinar quién, cómo y de qué forma se irán eliminando los nombres. La ley ya nace herida”.

Las calles y los monumentos franquistas son su bandera, que sin izar golpean a la cara de los ciudadanos a cada momento. Franco es su bandera desde 1936, a donde nos quieren llevar con el clima guerracivilista que generan. Pero esta vez no pasarán. Va a ser que no. No pueden pasar por demócratas quienes mantienen nombres de calles, plazas y monumentos dedicados a quienes asesinaron a miles de personas por pensar distinto, con el apoyo de la Iglesia Católica, que los comulgaba después de bombardear ciudades enteras porque su reino no es de este mundo, aunque su caja fuerte sí.

Ramón Pérez Almodovar

Resulta doloroso, profundamente doloroso, que fascistas redomados campen a sus anchas, en contra de esa misma Constitución, avivando los bajos sentimientos en masas de población desde micrófonos de la Iglesia o periódicos ligados al Opus Dei y que se acuse de resentimiento a quienes sólo pretenden recuperar los restos de sus familiares asesinados por la dictadura franquista. Más patético resulta que Jerónimo Saavedra se sume al coro de ultras que cuestionan la Ley de Memoria Histórica, sobre todo después de leer las declaraciones del dirigente del PP Jaime Mayor Oreja, que no ve motivos para condenar el franquismo, régimen que de forma organizada liquidó a cientos de miles de personas por motivos ideológicos. Así que no sé con qué cara pueden pedir la ilegalización de ANV, por ejemplo, por no condenar la violencia de ese anacronismo que es ETA, que parece que hace el juego al PP cuando más lo necesita.

Es repugnante esa reivindicación de la españolidad como algo propio de un partido, el PP, que vota en contra del derecho que tienen miles de personas a saber en qué fosa común fueron a parar los cuerpos de sus abuelos, padres o familiares. Y es auténticamente asqueroso que se haga con la bandera y el himno español por delante, porque se manipula a millones de ciudadanos desprevenidos. Para quienes no tienen banderas, o tienen otras, es un ataque frontal a derechos básicos como la libertad de opinión, expresión o reunión.