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Las fuerzas neoscuras

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El reino de Redonda cierra, desaparece. El Reino de Redonda es una editorial fundada por el escritor Javier Marías. Él también desapareció hace más de un año, con lo cual su editorial iba detrás. Lo contaba este periódico hace unos días y no he visto que lo contara nadie más. Reino de Redonda era, es, una editorial muy cuidadosa y cuidadora de sus ediciones, papeles, tipografías, cubiertas, y títulos, claro. Serafina Puenteagudo afirma que los tiene todos, colocados en un lugar destacado en el salón de su casa. Allá vamos. Entramos y no se ve nada. No hay luz. Unos cortinones impiden la del exterior y unas bombillas de posguerra primera y mundial, la correcta luminosidad artificial. “No da para más. El presupuesto de la pensión materna y la del tío Caústico no permiten dispendios. Además, tengo velas y lámparas de gas.” Y encendió una, con su bombonita azul incorporada, qué recuerdos de acampadas y otras estancias algo lúgubres. Acaricié los lomos de los libros de Redonda, robustos y coloridos. Serafina no me dejó tocar ninguno. “No estamos para dispendios” volvió a repetir sin que entendiera muy bien a que se refería. “Pero tenemos servicio: ¡Bautista!” bramó. No me podía creer que el mayordomo o lo que fuera respondiera al tópico de los nombres. Acudió presto con sendos manhatan muy cargados, y así lo dije. “No tienes paladar ni sentido del bebercio. En tiempos oscuros, en momentos oscuros como este, hay que darle al cuerpo lo que se merece y necesita. ¡No vamos a tomarnos un cóctel tontería de esos que tanto te gustan!” Con la bebida unas navajas de conserva con mucha pimienta y un poco de sucedáneo de caviar similar al de las cestas navideñas de pega que son casi todas.

“¿Todavía recibes regalos en Navidad? Yo ni uno. Los discípulos de mamá se han ido muriendo y mis pacientes ya no vienen porque estoy jubilada en el seguro. Tan solo me queda la portera que nos regala un par de décimos de lotería que no tocan. Y Crisóstomo de Andrés, ese hermano putativo que me salió de joven con el que no me dejaron casar. Qué mierda.”

A pesar de la última hora de la tarde, en la calle había más luz. ¿Qué nos ha pasado para que esté todo tan oscuro? No es una metáfora de la realidad, es la realidad. En la bahía de Coruña se solazan unos delfines. No hay estampa más bella y relajante que esa, por las aguas y sus habitantes. Y en Madrid se preparan para correr la San Silvestre, una sinécdoque de la política local con todos sus esperpentos, y esperpentas porque en este caso es importante resaltar el femenino. Por eso me alegré tanto cuando al comprar una colonia, mi colonia, me regalaron una libreta con las portadas verdes y el nombre del aroma en serigrafía negra. Todavía tienen detalles. Creo que esa libreta va a ser uno de mis pocos regalos de Navidad.

 

El reino de Redonda cierra, desaparece. El Reino de Redonda es una editorial fundada por el escritor Javier Marías. Él también desapareció hace más de un año, con lo cual su editorial iba detrás. Lo contaba este periódico hace unos días y no he visto que lo contara nadie más. Reino de Redonda era, es, una editorial muy cuidadosa y cuidadora de sus ediciones, papeles, tipografías, cubiertas, y títulos, claro. Serafina Puenteagudo afirma que los tiene todos, colocados en un lugar destacado en el salón de su casa. Allá vamos. Entramos y no se ve nada. No hay luz. Unos cortinones impiden la del exterior y unas bombillas de posguerra primera y mundial, la correcta luminosidad artificial. “No da para más. El presupuesto de la pensión materna y la del tío Caústico no permiten dispendios. Además, tengo velas y lámparas de gas.” Y encendió una, con su bombonita azul incorporada, qué recuerdos de acampadas y otras estancias algo lúgubres. Acaricié los lomos de los libros de Redonda, robustos y coloridos. Serafina no me dejó tocar ninguno. “No estamos para dispendios” volvió a repetir sin que entendiera muy bien a que se refería. “Pero tenemos servicio: ¡Bautista!” bramó. No me podía creer que el mayordomo o lo que fuera respondiera al tópico de los nombres. Acudió presto con sendos manhatan muy cargados, y así lo dije. “No tienes paladar ni sentido del bebercio. En tiempos oscuros, en momentos oscuros como este, hay que darle al cuerpo lo que se merece y necesita. ¡No vamos a tomarnos un cóctel tontería de esos que tanto te gustan!” Con la bebida unas navajas de conserva con mucha pimienta y un poco de sucedáneo de caviar similar al de las cestas navideñas de pega que son casi todas.

“¿Todavía recibes regalos en Navidad? Yo ni uno. Los discípulos de mamá se han ido muriendo y mis pacientes ya no vienen porque estoy jubilada en el seguro. Tan solo me queda la portera que nos regala un par de décimos de lotería que no tocan. Y Crisóstomo de Andrés, ese hermano putativo que me salió de joven con el que no me dejaron casar. Qué mierda.”