Hubo un tiempo en que varios episodios, digamos que insólitos, hicieron que, con toda justicia, la política en Canarias fuera calificada de surrealista. Se llegó a hablar, en un debate parlamentario, de configurar política y administrativamente las islas como un Estado Libre Asociado, por citar un ejemplo.
Ahora, aquellos desvaríos parecen haberse contagiado a otros lares, como Castilla y León, por tomar como referencia lo ocurrido en el último pleno de las Cortes donde una propuesta del Partido Popular (PP), orientada a la conformación de una terna de jueces para cubrir una plaza del Tribunal Superior de Justicia, prosperó pese a haber sido derrotada por 31 votos a favor y 35 en contra. Sí, escribamos de nuevo: 31 votos favorables y 35 negativos. No es un error ni un cálculo erróneo. El presidente de las Cortes, Carlos Pollán (Vox), a renglón seguido y en medio del que imaginamos estupor generalizado, la dio por aprobada. Algunos miembros de la cámara, entre exclamaciones, recordaron que “treinta y uno es inferior a treinta y cinco”. Obvio, pero inútil. Con cuatro votos menos, y con la representación ultraderechista ausente del pleno, avanzó la propuesta numéricamente derrotada. Surrealismo puro. El principio de más votos afirmativos que negativos, primordial a la hora de contar, saltó hecho añicos. Los antidemócratas negacionistas nunca imaginaron que esa situación llegaría a producirse. Y sin embargo, a la espera de alguna resolución de alguien, basada simplemente en la cordura, lo habían conseguido.
Nos recuerda un hecho ocurrido hace muchísimos años en el curso de una asamblea de socios del Club Deportivo Puerto Cruz en el extinto parque San Francisco. Se hacía el escrutinio de viva voz, papeleta a papeleta, cuando desde la mesa se interrumpió el recuento:
-Perdón, es que aquí hay unos garabatos -dijo el presidente de aquélla- y no sé exactamente lo que se ha querido votar. Parece una mayúscula, como si fuera una ‘pe’.
-Ese fui yo-, respondió enfáticamente desde el público un asociado, -que quise poner la ‘pe’ de don Pedro (Letra inicial del nombre de uno de los candidatos).
Surrealismo puro, difícilmente igualable. Pero en las Cortes castellano-leonesas, parecen haber apostado por el más difícil todavía, de ahí que el final del pleno rubricado con la imposición de la minoría mayoritaria, nunca mejor dicha, en medio de las flagrantes contradicciones del presidente que, según algunos cronistas parlamentarios, “tan pronto decretaba la votación secreta como señalaba, a renglón seguido, que siendo secreta debería de haber sido a mano alzada”.
Tales crónicas, así como el acta de la sesión, hay que conservarlas en un marco. Difícilmente, en la historia del parlamentarismo universal, habrá quedado registrado un suceso de esta naturaleza. A pesar de que los votos favorables eran menos de la mitad más uno de los emitidos —en total 66— y los contrarios más de esa mitad, Pollán declaró aprobada la propuesta señalando que se remitiría la decisión al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Cacicada, fue una de las interpretaciones que brotó sobre la marcha en el alborotado hemiciclo. En opinión del líder del PSOE, Luis Tudanca, el presidente de las Cortes de Castilla y León estaba incurriendo en “gravísimas responsabilidades políticas, y veremos también si jurídicas”, recalcó.
Tudanca tiró de ironía o algo por el estilo: “No sé si se perdieron ese episodio de Barrio Sésamo, pero en ninguna democracia del mundo 31 votos son más que 35; no podemos poner en peligro el prestigio del Tribunal Superior de Justicia ni arrastrar los nombres de los profesionales que hoy formaban parte de esta propuesta”. Porque, error o capricho, irse la olla o lo que quiera que haya sido, el daño ya está hecho. La democracia sufridora sigue padeciendo estos dislates que sirven para aumentar el desprestigio de las instituciones públicas y la pérdida de garantías democráticas. Pues si ya no sabemos contar… Mejor dicho, si ya invertimos el orden de los factores. Porque menos es más… O algo así.