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El gueto
“Lo más raro es que un pueblo como el canario, que tuvo que emigrar por miles para no pasar hambre, ahora rechace a los hambrientos que llegan a su tierra. Y hay algo peor que no querer a los emigrantes: decir que se les quiere y luego explotarles”, José Saramago, Época. Enero 2001.
El pueblo de Tahiche alberga en unos pocos metros la cárcel, las instalaciones de Adislan, el Centro y la Residencia de discapacitados, la unidad de rehabilitación Psicosocial Julio Santiago Obeso y la primera y la única piedra del malogrado Centro de mayores de Alto rendimiento de la isla.
La zona es un descampado. Aislado del centro urbano de Tahiche, de la capital de la isla y de cualquier tipo de urbanización mínimamente decente. Las calles no están pavimentadas, algunas terminan en barrancos de piedra y arena, hay señales de tráfico en el suelo, no hay alcantarillado ni, por supuesto, la más mínima sombra de árboles o algo que pueda llamarse jardines. Por no tener, no tiene ni aceras.
En la zona no hay parada de taxis ni de guaguas y en las calles de acceso no caben dos coches en dirección contraria. Si se cruzan dos coches, uno debe pararse a dejar pasar al que venga de frente, imaginen los esfuerzos de los conductores del transporte escolar para maniobrar con seguridad. Cada mañana usuarios, trabajadores y familiares llegan en sus coches particulares al descampado y arrastran las sillas de ruedas con dificultad por los caminos de tierra. Los chicos que tienen suficiente independencia y los presos que disfrutan de tercer grado recorren el trayecto hasta su destino sorteando coches por unas aceras imaginarias. Sin alumbrado público.
Algunas de estas instalaciones llevan más de 40 años en el mismo sitio, otras veinte, otras diez y otras no han pasado de la primera piedra. Ni siquiera la construcción de la carretera de Arrecife a Tahiche generó mejora alguna en el entorno. Al contrario, todavía quedan montañas de material y piedras de grandes dimensiones abandonadas por las constructoras. El paisaje se conforma con grandes montañas de abandono y desidia.
El gueto de los desfavorecidos nos retrata como sociedad. Separamos a los que no queremos ver, los aparcamos. Excluimos del centro de la ciudad a los enfermos física o psicológicamente, a nuestros abuelos o padres en el momento de sus vidas de más debilidad, a los presos, a los diferentes. Como si al no verlos los hiciéramos desaparecer. Es una política urbanística y social propia del siglo XVIII.
El Ayuntamiento de Arrecife aprobó la semana pasada una moción presentada por el PP para excluir del centro de la ciudad a los migrantes. Piden otro gueto para las personas que vienen huyendo de las guerras que Europa patrocina, del hambre que alimentamos y de la pobreza que explotamos. Los queremos trabajando ilegalmente en las cocinas de los restaurantes y hoteles, sirviendo al turista pero escondidos. Los queremos esclavos, hacinados e invisibles.
Este es el nivel.
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