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Hijos de perra

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Cada vez que piso la calle tengo que ir sorteando las cagadas de perros que me encuentro en el camino. Las aceras, las calles peatonales, las plazas y los parques parecen más para los perros que para las personas.

Veo más mierda que nunca por las calles de la capital grancanaria. No sé si es porque los recortes han afectado drásticamente a los servicios de limpieza (que supongo que sí, no iban a ser una excepción) o porque los perros se han puesto en pie de guerra tras las amenazas del alcalde Cardona de hacerles pagar caro a sus dueños por sus pastuños.

Siempre ha habido truños en las calles, pero nunca había visto tantos como ahora. Da la impresión de que cada cagadita es como una señal de protesta de los ciudadanos con perro por la política de austeridad que nos están haciendo pasar las autoridades. Una especie de corte de mangas con aspecto de boñiga.

Es posible que los dueños de perros ya no tengan dinero suficiente como para pagar comida decente a sus canes. Ahora les dan cualquier porquería que les sumerge en una aguda gastroenteritis. Están descompuestos.

Parece imposible ver tanta cagarruta junta en una ciudad que hasta hace poco presumía de limpia y saludable, aunque más en los barrios pudientes que en los marginales, es verdad.

Los dueños de perros no solo compran comida mala sino que ya no tienen ni bolsas de plástico para recoger las deposiciones de sus animalitos. El otro día observé desde una planta alta de un edificio cercano a San Telmo cómo el dueño de un perro se hacía el loco para no recoger la evacuación de su mascota.

El joven hizo ademán de recoger el excremento, pero una vez se apercibió de que no había moros en la costa se hizo el sueco y siguió paseando al perro. Lo curioso es que volvió a la misma zona (el asesino siempre vuelve al lugar del crimen) y pasó de lado, sin inmutarse, ante la obra maestra de su chucho.

Yo aproveché para pegarle un grito y recordarle la faena que había dejado a medias. El tipo se hizo el longuis y siguió impertérrito. Solo alcancé a ver un gesto de su mano que se asemejaba a la peineta que Aznar dedicó a unos universitarios al salir de una conferencia.

Rememoro 'La ciudad y los perros', la primera novela de Vargas Llosa, aunque sus 'perros' eran otros, los cadetes de tercer año de la academia militar por la que pasó el escritor peruano con más pena que gloria.

Cardona ha incrementado las multas por mojones caninos, pero a los perros les da igual. Exactamente igual que a sus dueños. Se ríen de nosotros. Más que perros parecen hienas.

Cada vez que piso la calle tengo que ir sorteando las cagadas de perros que me encuentro en el camino. Las aceras, las calles peatonales, las plazas y los parques parecen más para los perros que para las personas.

Veo más mierda que nunca por las calles de la capital grancanaria. No sé si es porque los recortes han afectado drásticamente a los servicios de limpieza (que supongo que sí, no iban a ser una excepción) o porque los perros se han puesto en pie de guerra tras las amenazas del alcalde Cardona de hacerles pagar caro a sus dueños por sus pastuños.