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La hora de izar los molinos

Imagen de una embarcación en aguas canarias.

Txema Santana

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Durante décadas el viento fue una desgracia, si no una condena para muchos municipios canarios que se veían azotados constantemente por los Alisios. Un día, gracias a los molinos eólicos, esta circunstancia se convirtió en una virtud que genera energía. Las migraciones son un flujo natural, un movimiento humano del que obtener muchos recursos: información, autoestima, seguir aprendiendo a cuidar, ejercer derechos de ciudadanía durante muchos años luchados, ser un lugar de oxigenación, fortalecer nuestros cimientos como puente, exportar conocimiento y análisis de rutas migratorias, poner en marcha políticas creativas que fortalezcan la bidireccionalidad, conocer los proyectos migratorios, estudiar las causas de las migraciones, ser, en definitiva cuna, apoyo, paso y esponja de un proceso irreversible. Es la hora de izar los molinos y aprender de la energía que mueve a las personas.

El silencio, la falta de pedagogía, medidas lógicas, explicaciones y políticas activas para explicar las migraciones como un fenómeno complejo, global pero también natural está haciendo que se pudra la opinión pública, polarizada constantemente ante los discursos que se ponen en la mesa, arbitrados por una realidad anterior a la actual. Es el momento de ampliar el discurso, el debate y ofrecer un mapa de soluciones a toda la sociedad, incluidas las personas que migran en busca de nuevos horizontes que cambien su vida anterior. Es la hora adecuada para aportar conocimiento específico sobre migraciones, para acaudalar información y gestionarla, para proteger los derechos y trazar el proceso.

En agosto se cumplen 26 años de ruta migratoria. Más de un cuarto de siglo desde que llegó la primera patera a Canarias. Pero desde mucho antes vamos y venimos. Cuba, Mauritania, Sahara Occidental, Venezuela, Uruguay, San Antonio de Texas son parte de nuestra huella. Nuestras novenas islas. Nuestra historia.

El sentimiento de odio, la ignorancia, la incomprensión o falta de empatía no son una patología. Son la consecuencia de un proceso relativamente lógico. Observarlo y reconocerlo no es suficiente. Hay que abordar esta situación con seriedad, con experiencias, trabajo y sentido de la comunidad, reformulando la narrativa migratoria en Canarias, colocándola en la categoría de oportunidades para crecer como sociedad.

Más pedagogía desde las administraciones públicas sobre qué, quién y por qué, sumado a más coordinación, horizontes previstos y un sistema de acceso público a información que evapore las dudas no estaría mal. Todo lo necesario no son recursos físicos para alojar. Y este es un grave error del que hay que salir, porque las consecuencias son evidentes y sería conveniente no tardar en atajar.

Somos puente, no cárceles. No es Canarias una tierra para desterrar como se hizo con Unamuno. Las Islas somos puentes para la mayoría de las personas que migran. Espacios para estar a salvo y continuar. Querer comprendernos como cárceles es un error histórico imperdonable. Como lo es engordar las redes de tráfico de personas y no activar políticas reales para tratar de gestionar la necesaria movilidad humana con vías legales y seguras.

Txema Santana

*Periodista y Técnico de Incidencia de CEAR Canarias. 

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