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La hora de los valores republicanos

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Tras observar los resultados de la primera vuelta de las elecciones francesas parece oportuno considerar que, tras esa primera batalla partidista, llega la batalla que definirá el resultado de la guerra. 

Una guerra que no se libra entre partidos, sino entre quienes aún sostienen los valores republicanos, nacidos precisamente de la Revolución Francesa, frente a quienes pretenden sustituir esos valores hoy universales por una identidad inventada, definida básicamente en contra de un los otros en el que cada vez cabemos más.

Si los valores republicanos priman en esta hora de desconcierto por el extraordinario resultado obtenido por la ultraderecha, si se coloca el interés general y la propia supervivencia de la República por encima de tácticas partidistas, egos y recelos, si se despliega como una barrera de contención el imprescindible cordón sanitario a la ultraderecha, la batalla de la segunda vuelta debiera resolverse de manera clara en favor de los demócratas.

Por más que los resultados del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen supongan algo más de un tercio de los votos emitidos, no le garantizan una mayoría absoluta en la segunda vuelta en la que, a lo sumo, debiera poder contar tan solo con los votantes de Éric Zemmour, que ha visto reducida su formación, Reconquista, a menos de un uno por ciento.

No va a ser así. Probablemente obtenga apoyos de una parte del electorado de Los Republicanos, y más después del apoyo mostrado por su líder, Éric Ciotti, al Reagrupamiento Nacional. Pero cuesta pensar que ese trasvase sea importante, tanto por los exiguos resultados de Los Republicanos, que no llegan al siete por ciento, como por la negativa de la mayor parte de la estructura del partido a seguir a Ciotti en ese demencial viaje.

Por tanto, el verdadero riesgo para la República, capaz de concederle la victoria al Reagrupamiento Nacional, procede de las filas de los demócratas en la medida en la que sean incapaces de superar esas tácticas partidistas, esos recelos y esos egos que constituyen, a día de hoy, el verdadero motivo de preocupación.

Hay, sin embargo, un motivo para la esperanza y es la experiencia del Nuevo Frente Popular. 

Armado en pocos días ante la sorpresiva convocatoria electoral, el Nuevo Frente Popular ha conseguido aunar en un proyecto que se ha demostrado sólido a quienes hasta hace nada no eran más que las cabezas de facciones condenadas a la irrelevancia. Era difícil, pero se pudo, al igual que se pudo algo todavía mucho más difícil: convencer a su electorado potencial de que esa amalgama de fuerzas políticas, aparentemente irreconciliables unas pocas semanas antes, merecían la confianza y el voto. 

Con estos antecedentes, parece lógico pensar que se pueda producir ahora una nueva entente que permita que el Nuevo Frente Popular y el Ensemble de Macron se apoyen de manera cruzada, en función de las posiciones obtenidas en cada una de las circunscripciones.

Eso exigirá un enorme esfuerzo por parte de quienes representan las posiciones más extremas en ese nuevo arco que integraría el bloque republicano, por lo que tanto Macron como Mélenchon se antojan figuras clave, con un papel de extraordinaria importancia durante esta semana trascendental.

Los augurios son preocupantes, pues algunos candidatos del partido de Macron ya han manifestado su oposición a retirarse de la contienda en favor del candidato del Nuevo Frente Popular si este procede de La Francia Insumisa de Mélenchon. 

Se trata de una posición difícilmente aceptable, tanto por lo que está en juego como por la falta de ética política que supone, ya que la izquierda ha sido capaz con anterioridad de apoyar a Macron para cerrarle el paso a Le Pen.

Esta es, sin duda, una situación muy difícil para Macron pero también para Mélenchon, ya que tendrá que valorar si el precio de derrotar al Frente Nacional merece alguna renuncia, por injusta que esta sea.

Defender los valores republicanos. y más en la tierra en la que nacieron para el mundo. exige responsabilidad y podría suponer, también, sacrificio.

Tras observar los resultados de la primera vuelta de las elecciones francesas parece oportuno considerar que, tras esa primera batalla partidista, llega la batalla que definirá el resultado de la guerra. 

Una guerra que no se libra entre partidos, sino entre quienes aún sostienen los valores republicanos, nacidos precisamente de la Revolución Francesa, frente a quienes pretenden sustituir esos valores hoy universales por una identidad inventada, definida básicamente en contra de un los otros en el que cada vez cabemos más.