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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Del incendio forestal a los incendios 2.0

Los incendios forestales evolucionan. Y lo hacen exactamente al mismo ritmo que lo hacen la sociedad y el territorio. De hecho, cada vez es más evidente. De los incendios de nuestros ancestros que se apagaban con ramas, fuego rural (el que aplicaba gente que conocía el medio y su manejo) y mucho empuje, se ha pasado a incendios que en pocas horas pueden acabar con la vida de decenas de personas (Grecia, 2018, con más de 100 víctimas mortales, por ejemplo…), quemar miles de construcciones (Camp, 2018, con más de 18.000 edificaciones destruidas, por ejemplo…) o quemar decenas de miles de hectáreas por hora (Chile, 2017, con 115.000 hectáreas en 14 horas, por ejemplo…). En la medida en la que la especie humana ha modificado su forma de relación con el medio natural el fuego ha ido ganando terreno. La forma en la que “lo urbano” se ha desentendido de “lo rural” desemboca en incendios como el de estos días en Gran Canaria.

No nos equivoquemos. Los incendios forestales son el síntoma de una enfermedad mucho más grave: la despoblación y el abandono rural. Y la extinción de incendios forestales es un cuidado paliativo. Pero no una cura. Si la sociedad en su conjunto, en un escenario de Cambio Climático y, por ende, en un escenario de Emergencia Climática, no entiende y atiende al hecho de que los problemas complejos (como los incendios forestales) no aceptan soluciones simples ni simplistas, seguiremos haciendo preguntas equivocadas para seguir aplicando respuestas erróneas. Los incendios forestales son la consecuencia de una serie de decisiones y actos que hemos consumado como sociedad. ¿Qué actos? Muchos. Volvernos urbanos, cómodos, y ciertamente irresponsables. Urbanos porque el 80% de la población en España ya es urbana. Pero el suelo forestal va camino del 60%... Tenemos grandes extensiones de terreno en las que no vive (ni trabaja, ni “limpia” el monte, nadie…). Cómodos porque no queremos trabajar la tierra. Eso es de pobres (o de inteligentes, responsables…). La gente quiere que su equipo del deporte que sea gane, un buen teléfono, televisión por cable y aire acondicionado. Todo importante, sin duda. Pero igual menos que otras cosas. E irresponsables porque hemos dejado de aprovechar ese 60% del territorio. No nos calentamos con leñas (combustible renovable en contraposición a los fósiles, no renovables), no utilizamos madera ni otros productos agroforestales (renovables, en contraposición a plásticos y otros materiales menos nobles) y queremos frutas exóticas y comidas exquisitas, aunque vengan de la otra parte del mundo sin importarnos nuestro sector primario (agricultura, ganadería, aprovechamientos forestales…). Pero ¡si hasta tapamos nuestros vinos con tapones sintéticos en lugar de utilizar corcho!

Si a esto, que ya es complejo per se, le agregamos “el incendio social” (el incendio que se produce en redes sociales mientras arde el monte, y que puede llegar a tener mucha más intensidad que el propio incendio físico), y las intrigas palaciegas de los intereses de cada cual, tenemos un panorama ciertamente complicado, y si me apuran, desolador. Cada vez que se produce un Gran Incendio Forestal (de más de 500 hectáreas) o “GIF mediático” (que llama la atención de los medios de comunicación, y haciendo un paralelismo con el GIF forestal, de más de 500 retweets) se producen situaciones que hablan de nosotros, como sociedad. Para que se hagan una idea en el decenio de 2006 a 2015 en nuestro país, de media, cada año, se produjeron 13.111 incendios y se quemaron, de media, al año 100.796 hectáreas. Eso da una media diaria de casi 36 incendios/día y 276 hectáreas/día.

¿De cuántos de esos incendios se enteró usted? Sólo de algunos. Los que amenazaron zonas urbanas normalmente, o se hicieron especialmente grandes. Del resto, ni flores. En el caso concreto del Archipiélago Canario entre 2000 y 2015 se produjeron 1.723 incendios forestales, con una superficie afectada total de 62.119 hectáreas. Lo que no suele ser noticia es que del total 1.433 se quedaron en fase de conato (es decir, menos de una hectárea), y solamente 10 se convirtieron en Grandes Incendios Forestales. Sólo estos son noticia. El “no incendio grande” no es noticia. Aunque implique riesgo y trabajo duro igualmente, pero a usted no le llega. Por eso aprovechamos estas ventanas de oportunidad para comunicar. Por cierto, el 35% de incendios son por negligencias y causas accidentales. Miren si nos ahorraríamos trabajo, dinero e impactos ambientales si la gente se ahorrara el “es que yo no quería, pero la he liado parda” y aplicara el sentido común (que como saben, es el menos común de los sentidos).

Desconocimiento, desinformación, bulos, rumores, opiniones poco fundadas y mentiras. Fantástico, ¿eh? Algunas personas (algunas de ellas muy apreciadas por un servidor) se desgañitan durante esos días explicando en redes sociales y medios de comunicación, intentando hacer pedagogía, explicando por qué más aviones o más helicópteros siguen siendo un cuidado paliativo (uno más adecuado que el otro para los fuegos en Canarias, por cierto) y tratando de compartir su conocimiento, adquirido con esfuerzo, estudio y experiencia, para recibir en ocasiones a cambio un “esa es su opinión”… cuando no insultos, faltas de respeto o desaires diversos… sí queridos conciudadanos y queridas conciudadanas. Esos somos nosotros y nosotras. Los y las habitantes de este siglo XXI en esta piedra gigante que gira alrededor del Astro Rey.

¿El abandono rural, la comodidad moderna y la irresponsabilidad colectiva? Una causa. ¿El “cuñadismo” y la falta de rigor? (Efecto de Dunning – Kruger, descrito en psicología) Una causa. ¿El antroprocentrismo o los “ismos” urbanocéntricos? Una causa. ¿La rebelión de los necios y que todo el mundo opine de todo, sepa o no algo de la materia, habiendo superado la barrera de la barra del bar? (Umberto Ecco dixit) Una causa. ¿Lo que mi amigo y escritor Lauder denomina los “Bargumentos”? Una causa. ¿La política de “los animales primero”? (antes que las personas, digo) Una causa. ¿La política de “no intervención” en el medio y la “sobreprotección” del territorio? Otra causa. ¿Qué vayamos a la esquina en coche, nos calentemos con combustibles fósiles y consideremos a los rurales unos paletos? Otra más. ¿Que el yo sea infinitamente más importante que el nosotros (Ubuntu)? Seguramente una de las causas principales. Conste que no juzgo y que asumo de antemano que puedo estar equivocado. Solamente describo algunas observaciones, y me hago preguntas. No me malinterpreten. O sí, háganlo. Honestamente, con todo respeto, me da igual. No por nada, simplemente es que lo más probable es que no nos conozcamos jamás. Ni usted me conocen a mí, así que no pasa nada. Mi punto de vista es tan irrelevante como el suyo. Pero piense en las causas que acabo de exponer y si cree que puede haber algo de cierto en todo ello. Hay más. Y ahora, si no le importa, piense en consecuencias.

¿Los incendios forestales? La consecuencia. ¿Los plásticos en el mar, las nubes y el hielo de los glaciares? La consecuencia. ¿El deshielo de los polos? La consecuencia. ¿La contaminación atmosférica y sus males derivados? La consecuencia. ¿La contaminación de los acuíferos y los ríos? La consecuencia. ¿El márquetin verde y la gente que va de eco pero sigue siendo insostenible? La consecuencia. ¿Muchas enfermedades relacionadas con parámetros ambientales? La consecuencia. ¿El antropoceno? (una capa de mugre que dejaremos como estrato geológico para las generaciones venideras) Seguramente una de las consecuencias principales…

Deberíamos entender que unas decisiones u otras, como sociedad, no son buenas o malas. Sólo nos traerán unas consecuencias u otras. Y al menos, deberíamos ser consecuentes. Si se producen consecuencias por nuestros actos, no nos quejemos. Si no nos gustan las consecuencias, modifiquemos nuestros actos. Si no lo hacemos, al menos, por dignidad, y coherencia, no nos quejemos. ¿Qué hace usted para que las cosas no sean como son? Si la respuesta tiene que ver con actividad en redes sociales, ya le contesto yo: seguramente, nada. Tenemos exactamente lo que nos merecemos (como conjunto de individuos que viven en una sociedad) porque somos de mucho opinar, pero de poco hacer. La realidad se cambia con acciones en el mundo real. Mojándose, implicándose, haciendo (Saber, es hacer). Alimentadas por redes si quieren, o aprovechando esa herramienta. Genial. Pero no se previenen incendios con tweets o “whatsapps”. No se recuperan explotaciones agropecuarias desde el sofá viendo series. No podemos comer bits. Ni respirarlos. Ni bebérnoslos. Esos bienes y servicios se producen en los montes y en los campos. En esos sitios que se queman a veces y vemos a través de un “teléfono inteligente” (tan inteligente como la persona que lo maneja, seguramente). Por acción o por omisión. Pero lo que nos pasa es la suma de los actos de todos y cada uno de nosotros.

Podemos prevenir incendios 2.0 y tratar de “no opinar” gratuitamente sobre cuestiones sobre las que a lo mejor no somos duchos, o al menos, informarnos antes de hacerlo. Siempre es bueno que se informe si le interesa. Podemos seguir como hasta hora, “juntos de la mano hacia la extinción” que diría el grupo punk gallego Siniestro Total, o podemos tomar conciencia, hacernos las preguntas adecuadas, asumir las respuestas, no gusten, o no… y empezar a trabajar ya.

¿Qué prefieren?

Los incendios forestales evolucionan. Y lo hacen exactamente al mismo ritmo que lo hacen la sociedad y el territorio. De hecho, cada vez es más evidente. De los incendios de nuestros ancestros que se apagaban con ramas, fuego rural (el que aplicaba gente que conocía el medio y su manejo) y mucho empuje, se ha pasado a incendios que en pocas horas pueden acabar con la vida de decenas de personas (Grecia, 2018, con más de 100 víctimas mortales, por ejemplo…), quemar miles de construcciones (Camp, 2018, con más de 18.000 edificaciones destruidas, por ejemplo…) o quemar decenas de miles de hectáreas por hora (Chile, 2017, con 115.000 hectáreas en 14 horas, por ejemplo…). En la medida en la que la especie humana ha modificado su forma de relación con el medio natural el fuego ha ido ganando terreno. La forma en la que “lo urbano” se ha desentendido de “lo rural” desemboca en incendios como el de estos días en Gran Canaria.

No nos equivoquemos. Los incendios forestales son el síntoma de una enfermedad mucho más grave: la despoblación y el abandono rural. Y la extinción de incendios forestales es un cuidado paliativo. Pero no una cura. Si la sociedad en su conjunto, en un escenario de Cambio Climático y, por ende, en un escenario de Emergencia Climática, no entiende y atiende al hecho de que los problemas complejos (como los incendios forestales) no aceptan soluciones simples ni simplistas, seguiremos haciendo preguntas equivocadas para seguir aplicando respuestas erróneas. Los incendios forestales son la consecuencia de una serie de decisiones y actos que hemos consumado como sociedad. ¿Qué actos? Muchos. Volvernos urbanos, cómodos, y ciertamente irresponsables. Urbanos porque el 80% de la población en España ya es urbana. Pero el suelo forestal va camino del 60%... Tenemos grandes extensiones de terreno en las que no vive (ni trabaja, ni “limpia” el monte, nadie…). Cómodos porque no queremos trabajar la tierra. Eso es de pobres (o de inteligentes, responsables…). La gente quiere que su equipo del deporte que sea gane, un buen teléfono, televisión por cable y aire acondicionado. Todo importante, sin duda. Pero igual menos que otras cosas. E irresponsables porque hemos dejado de aprovechar ese 60% del territorio. No nos calentamos con leñas (combustible renovable en contraposición a los fósiles, no renovables), no utilizamos madera ni otros productos agroforestales (renovables, en contraposición a plásticos y otros materiales menos nobles) y queremos frutas exóticas y comidas exquisitas, aunque vengan de la otra parte del mundo sin importarnos nuestro sector primario (agricultura, ganadería, aprovechamientos forestales…). Pero ¡si hasta tapamos nuestros vinos con tapones sintéticos en lugar de utilizar corcho!