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El ladrillo cede la antorcha al automóvil

Las circunstancias son distintas a las que se producen en la construcción. No puede decirse que en la automoción hubiera burbuja sino sobreproducción, o exceso de oferta, que ya podía notarse en tiempos de “normalidad” y que se agudiza, obviamente, cuando la demanda disminuye como ocurre en todas las crisis. Cuando aumenta el paro millones de ciudadanos no pueden ni pensar en la compra de un coche y quienes conservan el empleo temen perderlo y aplazan el cambio de su automóvil envejecido a que vengan tiempos mejores.

Pero como decía antes, incluso sin crisis general, los Gobiernos habían tomado medidas para proteger un sector que proporciona empleo cualificado, más que en la construcción, y que, como en este sector subcontrata sus componentes a las empresas auxiliares donde predominan las pequeñas y medianas empresas, los mayores yacimientos de puestos de trabajo.

En lo que se refiere a España, el automóvil representa el 5 por ciento del Producto Interior Bruto; es el primer rublo de la exportación: el 22 por ciento de la producción se destina a los mercados exteriores; y ocupa al 10 por ciento de la población activa. Nuestra industria tiene sin embargo una debilidad: ninguna empresa es española por lo que hay que estar a resultas de lo que decidan las multinacionales en sus sedes centrales.

Hay un proverbio económico que dice que “Cuando la construcción va, todo va” pero también circula un dicho de parecida significación: “Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos”. Lo cierto es que la construcción se derrumba y la General Motors se ha derrumbado en las bolsas hasta los niveles de 1943; con una cotización de tres dólares y una capitalización de 1.780 millones la compañía está abocada a la quiebra si no sale en su ayuda el Quinto de Caballería con subvenciones tal como ha propuesto el presidente electo, Barack Obama. En España la compañía americana reducirá los horarios y los sueldos en su planta de Zaragoza y ha condicionado su continuidad a la recepción de ayudas públicas.

Los datos españoles son alarmantes: en octubre las matriculaciones cayeron en un 40 por ciento, situando la cifra de ventas en menos de 78.000 unidades entre turismos y vehículos todo terreno, el tercer descenso peor de la historia y el más bajo desde 1995. Las cifras acumuladas de los diez primeros meses del año reflejan una caída del 24 por ciento lo que significa poco más de un millón de coches vendidos , 300.000 menos que en el mismo periodo del año anterior. En el subsector de vehículos comerciales, furgonetas, camionetas, camiones etc la situación es peor como era de esperar por las dificultades por las que atraviesan las pequeñas y medianas empresas; las matriculaciones de este tipo de vehículos ha caído en octubre más de un 50 por ciento y en los diez primeros meses del año en un 35 por ciento. En consecuencia 20.000 trabajadores están afectados por expedientes de regulación de empleo.

Antes de que la crisis alcanzara la virulencia que vivimos estos días, el ministro de Industria, Comercio y Turismo, Miguel Sebastián, había puesto en marcha el Plan Vive, (Vehículo Innovador-Vehículo Eficiente) que dentro del sector se conoce como “Plan Muere”. Bromas aparte no puede decirse que haya sido un éxito cuando se sabe que se han acogido a este plan, para el que se habían presupuestado 1.200 millones de euros destinados a renovar la flota facilitando el cambio del vehiculo viejo por otro nuevo, cincuenta personas. De sabios es rectificar y ahora Sebastián ofrecerá nuevos alicientes y hará la vista gorda a las exigencias medioambientales y de otro tipo del plan que ahora muere. Pero el problema del automóvil no se arregla con estos estímulos pues la crisis amenaza en todos los frentes por lo que el ministro está preparando un programa más ambicioso, un “Plan Integral” y en esta ocasión, antes de lanzarse a la piscina, ha tenido la cordura de consultar a los afectados y a aquellas entidades que pueden tener una opinión cualificada incluidas las patronales y los sindicatos y, lo que no es muy frecuente, la de los compañeros de gabinete que tengan relación con el asunto: los ministerios de Trabajo, Fomento, Ciencia e Innovación y Educación.

El ministro ha formado un grupo de trabajo que afronte un “Plan Integral de Automoción” que proclama en aburrida prosa tecnocrática y eufemística su propósito de “reforzar las bases del futuro del sector teniendo en cuenta el ajuste a corto plazo resultado de la situación internacional”. Lo que traducido al castellano común significa: “Pongámonos el casco y aguantemos como podamos el desastre de hoy y confiemos, con ayuda de Dios, en un futuro mejor”.

Sebastián ya ha probado en otras ocasiones su dominio del eufemismo y del maquillaje. Recuérdese cuando presentó la última subida de tarifas como si fuera una bajada al poner en marcha una “tarifa social” que beneficiaría a millones de personas con bajos ingresos. Pues bien a dicha tarifa social no se apuntaron más de mil consumidores.

Al menos esta vez, como digo, Sebastián magreará el asunto con gente que situará la cuestión en términos más realistas por lo que es de esperar que aunque el “Plan Integral” no sea muy integral al menos pueda interesar a más gente.

Miguel Sebastián está entusiasmado con el coche eléctrico que el ministro plantea con su habitual entusiasmo y su dominio del eufemismo y el metalenguaje sosteniendo que “es el futuro y llegar antes al futuro nos permitirá adelantar la llegada de un mejor presente”. Maravillosa jacaluatoria que ha irritado a los trabajadores en trance de regulación ? 1.680 en Nissan y 2.000 en SEAT - y al gobierno de la Generalitat, pues ambas plantas están en Cataluña, que estiman que mientras viene el coche eléctrico habría que tomar alguna medida efectiva. Concretamente los representantes sindicales de Nissan, empresa que en teoría desarrollaría el coche eléctrico en España, han recibido la noticia como una cortina de humo o como una broma de mal gusto. Por cierto, Cristina Garmendia a quien Sebastián hizo ministra de Investigación y Desarrollo ha echado agua fría al optimismo del ministro. No es la primera vez que esta ministra se resiste a que Sebastián le quite o le regatee competencias y representación nacional e internacional y lo del desarrollo del coche eléctrico que tanto fascina a su inicial protector estima que entra de lleno entre las suyas.

*José García Abad es periodista y analista político, en elplural.eselplural.es

José García Abad*

Las circunstancias son distintas a las que se producen en la construcción. No puede decirse que en la automoción hubiera burbuja sino sobreproducción, o exceso de oferta, que ya podía notarse en tiempos de “normalidad” y que se agudiza, obviamente, cuando la demanda disminuye como ocurre en todas las crisis. Cuando aumenta el paro millones de ciudadanos no pueden ni pensar en la compra de un coche y quienes conservan el empleo temen perderlo y aplazan el cambio de su automóvil envejecido a que vengan tiempos mejores.

Pero como decía antes, incluso sin crisis general, los Gobiernos habían tomado medidas para proteger un sector que proporciona empleo cualificado, más que en la construcción, y que, como en este sector subcontrata sus componentes a las empresas auxiliares donde predominan las pequeñas y medianas empresas, los mayores yacimientos de puestos de trabajo.