Libertad para nuestro periodista Pablo González
Desde hace más de 150 días el periodista español Pablo González está preso del Gobierno polaco. Se le tuvo aislado, sin permitir contacto familiar ni defensa legal. Cuando su abogado pidió contacto ateniéndose a las normas europeas de Derechos Humanos, entonces y sólo entonces la fiscalía polaca sacó- sin ninguna prueba de ningún tipo- la acusación de espionaje.
La realidad es que Pablo González tiene doble nacionalidad: la española y la rusa. Ese era su delito.
Era hijo de refugiados republicanos españoles de la Guerra Civil del General Franco contra la 2ª República que habían encontrado asilo en la entonces soviética Rusia. Por haber nacido en Rusia tenía el pasaporte ruso que llevaba consigo. Esto debería ser prueba suficiente que le hacía merecedor de la cárcel, espionaje o no. Ser ruso es un delito en nuestro “mundo libre” excepto que te declares abiertamente contrario a Putin y a la Federación Rusa.
En la vanguardia de la campaña anti-rusa está el actual gobierno polaco que no es oficialmente dictatorial ni fascista aunque tenga un gobierno ultraconservador que se dice “católico” pero que hace caso omiso del Papa Francisco y que propicia reuniones masivas de “exorcistas” contra brujas y posesiones diabólicas.
Este Gobierno ha promulgado leyes autoritarias y antidemocráticas, especialmente una por la que .ha obligado a jubilarse a jueces que querían aplicar las leyes de acuerdo a criterios judiciales legales y no sometidos al criterio del actual Gobierno. La Unión Europea ha llevado a los Tribunales Europeos al gobierno polaco exigiendo la anulación de tales leyes contrarias al entendimiento democrático liberal común a Europa y al mundo civilizado.
Mientras el caso Lasange refleja la voluntad imperial del silencio ante sus fallos y crímenes. El caso de Pablo González refleja la ausencia de respeto en el gobierno polaco a las mínimas normas de libertad de expresión y Prensa.
Los gobiernos de España y de Europa están obligados a exigir la inmediata libertad de nuestro periodista cuyo único delito ha sido criticar la sistemática discriminación de las autoridades polacas en la fronteras contra los refugiados de origen africano que huían de la guerra. Su delito era no ser rubios ni tener ojos azules, sino tener piel negra aunque fueran estudiantes en Ucrania.
Escribir cosas así indicaban a los jefes polacos que este “ruso” era claramente un espía. Y si se ha podido prohibir conciertos del compositor ruso Tchaikovski y anular contratos a un director de orquesta ruso por no criticar a Putin,
No, no basta el silencio, sino que se exige sometimiento al “orden democrático” que aumenta presupuestos y gastos militares, alaba los propósitos expansionistas de la OTAN para defendernos mejor y preservar nuestra libertad de leer lo que se nos sirve sin interferencias críticas. Pensar es sólo para los que mandan, parecen opinar en el Gobierno de Varsovia.
Pero los que creemos que las Libertades son necesarias para el desarrollo de sociedades humanas modernas y democráticas, no nos queda otra opción que la de exigir la libertad inmediata de “nuestro” periodista Pablo González.
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