Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Las mascarillas han venido para quedarse?
Esta sencilla pregunta, aparentemente inocente, puede facilitarnos llegar al fondo de LA CUESTIÓN, al fondo de esta pandemia que condiciona nuestra libertad, que desbarata nuestras certezas y que nos cuestiona hasta nuestra forma de civilización sobre la Tierra. Y es que, según sea la respuesta, o aceptamos que nuestra vida futura, tanto personal como colectiva, va a ser una lucha continua por la supervivencia en un medio natural hostil, o cuestionamos esa hostilidad y nos empeñamos en encontrar las causas más profundas que explican esta nueva situación para erradicarlas. Si nos situamos en la primera posibilidad, la respuesta pasa por echar mano de todos nuestros conocimientos científicos para descubrir la vacuna salvadora, en el convencimiento de que, mientras sigamos en esa tesitura, habrá que descubrir en tiempos venideros más o menos próximos, nuevas vacunas para nuevas pandemias. Todo ello dentro de un medio natural y una Biosfera que escapan a nuestro control y que, en definitiva, esa pandemia se constituye como el precio a pagar por aferrarnos al paradigma que sustenta nuestra civilización actual: el crecimiento continuo. Si por el contrario, no lo aceptamos y nos empeñamos en descubrir las causas por las que se desencadena esa hostilidad, estaríamos en condiciones adecuadas para descubrirlas y obrar en consecuencia.
¿Esa encrucijada es real?
Porque lo primero que se puede oponer a esa disyuntiva es que si fuera tan evidente, nadie aceptaría el colapso de las actuales condiciones de vida de la humanidad y todo el mundo se colocaría en la segunda de las opciones. Por lo tanto esa disyuntiva es falsa. Y vaya usted a saber por qué se trae a colación.
¿Por qué creo que no es así?
Para intentar explicarlo, introduzco dos hechos incontestables. 1) Por primera vez en la historia de la Humanidad, el ámbito de la crisis es planetario. Todas las crisis anteriores, desde la más paradigmática de 1929, hasta la última de 2008 pueden calificarse como globales porque afectaron sobre todo a las principales economías mundiales (OCDE). Pero también hubo amplias regiones del mundo en las que, incluso, se desconoció su existencia. 2) En los últimos tiempos históricos y hasta ahora, todas las grandes crisis que acontecieron fueron causadas directamente por comportamientos del género humano que provocaron tremendos conflictos sociales (incluyendo guerras, revoluciones, crisis económicas, crisis migratorias…). Por eso es necesario resaltar que la crisis del coronavirus no se provocó directamente por comportamientos sociales. Se provocó, con los tintes estremecedores que conocemos, por el desencuentro y el encontronazo entre la Humanidad y la Biosfera.
Basta con estos dos hechos para aportar un principio de respuesta a la existencia real de la disyuntiva que comentábamos. Porque constatan la evidencia que, en esta ocasión, el perjuicio inmediato no afecta a la producción de bienes y servicios privados. Estos son solo afectados de forma derivada, cuando hay que declarar cuarentenas para salvaguardar a la población y hay que parar la actividad productiva. Por eso, el principal afectado es el Bien Público más preciado: la SALUD del género humano. Y, como se sabe desde siempre, el sistema capitalista tiene su mayor fallo endógeno en la gestión de esos bienes públicos. No sabe cómo hacerlo y, en cualquier caso el propio sistema admite que necesita de regulación y no puede quedar al arbitrio de las famosas leyes del mercado.
Y como la estrategia de la Competencia no funciona para gestionar los Bienes Públicos y como, en la fase actual de la historia, el crecimiento ha llegado a ser Insostenible, la única alternativa viable pasa por la sustitución del paradigma del CRECIMIENTO por el paradigma de la SOSTENIBILIDAD. De ahí la necesidad de embridar el crecimiento y limitarlo.
Y es justamente en ese momento cuando la disyuntiva (de la que hablamos más arriba) que parecería imposible que existiese, se muestra con toda su ferocidad. Y es que, como decía el viejo, sabio y conservador Schumpeter “el Capitalismo sin crecimiento es una contradicción en los términos”. En otras palabras, el Capitalismo sirve para crecer, pero no sirve para CUIDAR.
Es en ese contexto cuando aparece la acusación que se está haciendo en el ámbito de la política (con minúscula) española: “que se quiere solventar esta crisis con planteamientos ideológicos”. Y la argumentación es más o menos la siguiente: “Como están en el poder (además de no ser ese su sitio), quieren sacar sus antiguas proclamas colectivistas, que siempre arruinan a los pueblos, y quieren aprovechar esta desgracia del coronavirus para arrebatarnos las libertades e implantar la barbarie comunista”.
No aceptan que el Crecimiento Continuo es un imposible en un mundo finito (la Tierra). No aceptan que, en la actual etapa histórica, se trata de un paradigma insostenible. Incluso, muchos de ellos y ante la falta de argumentos, se apuntan al Negacionismo y a la Conspiranoia, cuando no a la proclamación de bulos y a dudar de la ciencia. La mejor demostración de todo esto son sus propuestas para el Día Después. Todas están basadas en intentar retornar a la casilla de salida como si no hubiera pasado nada. Con el objetivo declarado de seguir creciendo. Midiendo todas las cuestiones por las que muestran interés, de acuerdo con los viejos medidores del crecimiento cuantitativo. Su proyecto solo prevé retornar a AYER.
Pero sí, estamos ante una encrucijada
Y, como se sabe, la mejor forma de afrontar esta pandemia es intentar analizarla, comprenderla y explicarla. Solo así se podrán plantear con solvencia las soluciones posibles. Pero entramos en el campo de la Complejidad.
Comenzamos proponiendo que el Crecimiento continuo, tal como se considera convencionalmente, es insostenible no solo porque es imposible en sus términos sino porque, además, en la etapa actual, ha sobrepasado los ritmos y márgenes de la Sostenibilidad. Sabemos que la huella ecológica actual de la Humanidad sobrepasa las potencialidades del Planeta. Por ejemplo ya se sabe que, sin ninguna duda y de acuerdo con la comunidad científica internacional, el Cambio Climático se debe en gran parte a la desarretada actividad productiva forzada por la idea del Crecimiento Continuo. El caso más significativo es el de China. Allí no fue necesario que llegara el coronavirus para que la población tuviera que usar mascarillas para poder respirar. El famoso y envidiado crecimiento de dos dígitos fue tan dañino que envenenó el aire de las grandes ciudades. El no cuidar el aire llevó a que la contaminación hasta se pudiera ver. La prueba definitiva de que el Cambio Climático está provocado por la actividad humana (que pudo hacerse a escala planetaria y de forma inimaginable antes de la pandemia) fue que el confinamiento produjo una disminución insospechada de la contaminación. La evidencia es tan poderosa que, negacionismos aparte, ya se ha asumido socialmente. Sin embargo, en la práctica política parece lo contrario, como se desprende de la respuesta internacional, parcial e insuficiente a la que se ha llegado hasta ahora.
Pero el Cambio Climático no viene solo. Las arremetidas insostenibles se vienen produciendo en la totalidad de la Biosfera generando la destrucción del Medio Ambiente y la creciente Pérdida de Biodiversidad. A estos efectos el clásico y convencional principio de Causalidad, incluso autolimitado desde sus orígenes en el ámbito de las ciencias sociales (ceteris paribus) resulta del todo insuficiente. Cuando se tiene que analizar el mundo de las complejidades es imprescindible asumir el Principio de la Interdependencia (Gaia). Resumiendo. El crecimiento continuo rompió límites hasta entonces desconocidos y produjo graves desequilibrios en la Naturaleza. Lo que antes había sido un nicho adecuado para la interacción equilibrada de multitud de formas de vida, en un momento no muy lejano hacia atrás, colapsó.
Y ya no se puede seguir con el viejo modelo del Liberalismo, los mercados y la libre competencia. Recordemos que ya, en la práctica, había mutado a un sistema de enorme concentración y financiarización. El coronavirus nos ha empujado con violencia contra la pared, nos ha metido en una pesadilla y nos ha mostrado de forma escalofriante el significado, la trascendencia y el valor de los Bienes Públicos. El más inmediato e importante de todos, el derecho a una vida saludable, que se había venido deteriorando porque estaba fuera de plano y no podía ser considerado por el Paradigma del Crecimiento En esa tesitura es vital cambiar de modelo.
El paradigma de la sostenibilidad
Este paradigma viene obligado por las consecuencias de los tremendos desequilibrios producidos en el Medio Natural y la masiva destrucción de la Biodiversidad. Que hacen a la especie humana mucho más vulnerable ante una situación nueva, con efectos desconocidos. Pero, a su vez, se crea un nuevo conflicto muy peculiar y (utilizando una expresión muy actual) trasversal. Porque todas las personas son igualmente vulnerables ante el coronavirus, que no distingue de clases, razas ni sexos para contagiarlas (al margen de cómo las afecta después según la estructura social y de poder).
Y todo esto tiene una consecuencia evidente y es que la única estrategia inteligente de comportamiento es la COLABORACIÓN (incluso por motivos egoístas, y si introducimos valores, podemos llegar a motivos solidarios y fraternales).
Es cierto que, más allá de la teoría, va a costar mucho asumir el la práctica lo que supone este principio. Y vamos a tener que intentar erradicar el principio del Crecimiento, que nuestra forma de vida ha impreso en los ámbitos más profundos de nuestra cultura material y espiritual.
Sus características
De otra parte, la Sostenibilidad tiene una característica muy específica y es que tiene que ser Global y ampliarse a todos los aspectos de la vida. Porque tiene que cuidar de los Bienes Públicos y éstos no solo palpitan en el ámbito del Medio Ambiente. También lo hacen en los planos Económico y Social. Porque allí donde aparezcan profundos desequilibrios, algún Bien Público estará enfermo y descuidado y habrá que atenderlo y cuidarlo. Y es que este nuevo tipo de conflicto que hemos visto entre la Humanidad y el Medio Ambiente, convive y se entrecruza con los conocidos Conflictos Sociales y Políticos de toda la vida. Por eso hay tres aspectos donde tiene que penetrar la Sostenibilidad. A) El ya visto del Medio Ambiente, con el objetivo de restablecer equilibrios, recuperar Biodiversidad y mantener los cuidados. B) El Económico, conquistando el Nuevo Modelo Energético a partir de las renovables; la producción de artículos robustos y sin obsolescencia programada; robotizar al máximo todo tipo de operaciones rutinarias incorporando las impresoras de tres dimensiones. A todas estas, el mayor volumen de empleo tendrá que alcanzarse en el sector Servicios, ya que la Sostenibilidad tendrá aquí su personalidad más acusada: La Sociedad de los Cuidados. Y habrá que atender a los recursos naturales, por ejemplo a la limpieza de los mares. Pero también a los cuidados de los sectores sociales más desprotegidos, como las personas mayores y los inmigrantes. C) Y el Social. En donde se tendrá que garantizar la desaparición de las desigualdades más importantes. Donde se garantizará la existencia y suficiencia de los Servicios Públicos más necesarios para mantener una palpitante cohesión social y que, de verdad, “nadie se quede atrás”. Por último, la consolidación de un sistema laboral que garantice empleo digno para todos y el refuerzo de las organizaciones representativas de trabajadores y empresarios. Como cierre de todo este esquema, la consolidación de un nuevo Sistema Fiscal justo, redistributivo y poderoso. La Sostenibilidad es Global o no es.
Simultáneamente y en la perspectiva de la consolidación de esa sociedad sostenible, hay que considerar lo siguiente. Cualquier intento de solución de un problema, tiene que plantear la propuesta de solución en el mismo nivel en que está situado el problema. Por eso si la pandemia, igual que el Cambio Climático o la pérdida de la Biodiversidad, tienen dimensión planetaria, la respuesta tendrá que situarse justo en ese mismo ámbito. Lo que implica ¡nada menos! que crear Instituciones en ese mismo nivel y con los auténticos tres poderes constitucionales. [Cierto es que todo esto parece inimaginable. Pero dos cosas. a) Todo el mundo no se cansa de repetir que el “mañana” no será igual que el “ayer”. b) El espíritu de supervivencia del género humano existe y, si las consecuencias de caminar hacia el precipicio llaman a rebato, se hará de la necesidad virtud.] En cualquier caso, el principal problema al que se tendrá que hacer frente en este ámbito es el de las terribles desigualdades que existen entre el mundo enriquecido y el empobrecido. Que se mide y se seguirá valorando por las muy importantes corrientes migratorias. Amén del enjambre de guerras, fundamentalismos y problemas conexos.
Por último, el papel de la Ciencia. Hay propuestas que abogan porque la solución del problema del coronavirus está en la Ciencia y que, cuando se descubra la vacuna se resolverá el problema. Pero entendemos que esta concepción de la Ciencia es del todo insuficiente. Su verdadero papel ante esta pandemia es intentar estudiar, entender y conocer el problema en su conjunto. Y afrontar el futuro de la Humanidad desde el paradigma de la Sostenibilidad.
La Ciencia puede correr el peligro de quedarse secuestrada por la Tecnología. Pero también tiene la luminosa posibilidad de hermanarse con la Sabiduría.
Esta sencilla pregunta, aparentemente inocente, puede facilitarnos llegar al fondo de LA CUESTIÓN, al fondo de esta pandemia que condiciona nuestra libertad, que desbarata nuestras certezas y que nos cuestiona hasta nuestra forma de civilización sobre la Tierra. Y es que, según sea la respuesta, o aceptamos que nuestra vida futura, tanto personal como colectiva, va a ser una lucha continua por la supervivencia en un medio natural hostil, o cuestionamos esa hostilidad y nos empeñamos en encontrar las causas más profundas que explican esta nueva situación para erradicarlas. Si nos situamos en la primera posibilidad, la respuesta pasa por echar mano de todos nuestros conocimientos científicos para descubrir la vacuna salvadora, en el convencimiento de que, mientras sigamos en esa tesitura, habrá que descubrir en tiempos venideros más o menos próximos, nuevas vacunas para nuevas pandemias. Todo ello dentro de un medio natural y una Biosfera que escapan a nuestro control y que, en definitiva, esa pandemia se constituye como el precio a pagar por aferrarnos al paradigma que sustenta nuestra civilización actual: el crecimiento continuo. Si por el contrario, no lo aceptamos y nos empeñamos en descubrir las causas por las que se desencadena esa hostilidad, estaríamos en condiciones adecuadas para descubrirlas y obrar en consecuencia.