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Matías Díaz Padrón lleva a cabo importantísimas identificaciones (I)

LA NATIVIDAD ATRIBUIDA A JACOB DE BACKER ES EN REALIDAD OBRA DE VICENTE SELLAER. Dicha Natividad que durante muchísimo tiempo estuvo erróneamente atribuida al pintor romanista de finales del S. XVI, J. Backer de la Escuela de Amberes, ha sido identificada tras exhaustivo y prolongado estudio del Doctor Díaz Padrón, en el que ha reconocido plenamente su característico estilo, como obra del también pintor flamenco Vicente Sellaer, contemporáneo del antes mencionado- Existe una réplica de dicho cuadro en la Universidad -Instituto de Historia del Arte de Estocolmo y se conserva una copia de mala calidad en la iglesia de San Juan Bautista de Arucas (Gran Canaria) que, por error, fue atribuida por Karen de Coone a Michel Cocxie, en el catálogo de la exposición “Lumen Canariense” que fue montada en La Laguna (Tenerife) en el año 2003. También cometió similar error de atribución el catedrático de Arte de la Universidad lagunera Jesús Hernández Perera en su lección magistral de Apertura del curso académico 1963-1964 que tituló “Las islas Canarias y el Arte flamenco”. El análisis y dictamen de la referida Natividad aparece publicado en el número 314, Abril-Junio de 2006, de la prestigiosísima revista “Archivo Español de Arte”, páginas 187 a 190.

LOS SIETE MURILLO DEL CONDADO DE LA VEGA GRANDE: Matías Díaz Padrón también identificó las siete pinturas de Murillo pertenecientes a la colección del Condado de la Vega Grande que permanecían colgados en una casona, propiedad de dicha noble familia sita en el histórico barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria. Fue hacia 1961 cuando el mencionado eminente investigador fue informado por Aurina Rodríguez Galindo de una cita escrita por Agustín Millares Torres en el siglo XIX. Díaz Padrón, en principio, no era optimista respecto a que dichos lienzos fueran originales del pintor sevillano, pero decidió investigar. En la ermita de Juan Grande, propiedad del Condado, donde le habían afirmado que se hallaban, nada encontró. También visitó el palacio condal en Vegueta, sin resultado positivo pero, ante su insistencia, le indicaron la antes mentada vieja casona, que llevaba cerrada medio siglo y entre muebles y ornamentos varios que allí se conservaban, tropezó con los lienzos envueltos, en los que al descubrirlos apreció figuras de tamaño natural. Su primera impresión fue halagüeña por la calidad y estilo de las pinturas. Sin embargo, su preparación académica en aquellos años juveniles le obligó a mantener una cautela que duró cuarenta años. Finalmente comunicó su descubrimiento a Diego Angulo, que era el director de su Tesis doctoral y gran especialista en Murillo, quien le expresó sus dudas. No se atrevió a mostrarle las fotografías que había realizado, ya que le pareció una fantasía comprensible y además, su prioridad era la Tesis doctoral que, naturalmente, desvió su atención del tema de las pinturas.

Puede que resulte sorprendente el encontrar unos Murillo en esta isla pero, no hay que olvidar que Gran Canaria era escala obligada en el intenso comercio que partía desde Sevilla hacia el Nuevo Mundo, que incluía obras de arte para nuevas Catedrales, Iglesias y Palacios. En aquellos países han sido halladas pinturas de los primeros tiempos de la producción de Murillo. No resulta extraño que un lote de dichas obras fuera adquirido por algún miembro de la aristocrática familia. El Doctor Díaz Padrón asevera que a la calidad y estilo de los lienzos, olvidados durante casi cuatro siglos, es coherente con la técnica y estética de Murillo, resultado del análisis de su estudio y base de catalogación del pintor cuya firma, además, se observa claramente en un papel que porta Santa Teresa de Jesús, en el que se lee el anagrama del autor en letras mayúsculas y minúsculas con la fecha de su ejecución: “B. M. faciebat. Anno Domini 1650”, concordando el estilo de la serie de cuadros con dicha fecha, lo que se hace ostensible comparándolos con los de la Virgen del Rosario y el Santo Domingo que están en el Palacio Arzobispal de Sevilla. Las pinturas de la Casa Condal representan a Santa Teresa de Jesús, Santa Rosa de Lima, San Estaban, San Bruno, San Alejandro, San Hugo de Lincoln y San Dionisio. Todos son del tamaño de 190 x 110. El investigador herreño, tan vinculado a Gran Canaria desde su juventud, describe como realizó el descubrimiento e identificación en la acreditada revista de arte “Goya”, en el número 306, correspondiente a Mayo - Junio de 2005, páginas 145 a 155. Este es un trascendental descubrimiento que enriquece el coleccionismo pictórico de Las Palmas de Gran Canaria y obviamente, del Archipiélago. El Conde de la Vega Grande de Guadalupe tiene que sentirse íntimamente orgulloso de su magnífica colección de Murillo.

Cármelo Dávila Nieto

LA NATIVIDAD ATRIBUIDA A JACOB DE BACKER ES EN REALIDAD OBRA DE VICENTE SELLAER. Dicha Natividad que durante muchísimo tiempo estuvo erróneamente atribuida al pintor romanista de finales del S. XVI, J. Backer de la Escuela de Amberes, ha sido identificada tras exhaustivo y prolongado estudio del Doctor Díaz Padrón, en el que ha reconocido plenamente su característico estilo, como obra del también pintor flamenco Vicente Sellaer, contemporáneo del antes mencionado- Existe una réplica de dicho cuadro en la Universidad -Instituto de Historia del Arte de Estocolmo y se conserva una copia de mala calidad en la iglesia de San Juan Bautista de Arucas (Gran Canaria) que, por error, fue atribuida por Karen de Coone a Michel Cocxie, en el catálogo de la exposición “Lumen Canariense” que fue montada en La Laguna (Tenerife) en el año 2003. También cometió similar error de atribución el catedrático de Arte de la Universidad lagunera Jesús Hernández Perera en su lección magistral de Apertura del curso académico 1963-1964 que tituló “Las islas Canarias y el Arte flamenco”. El análisis y dictamen de la referida Natividad aparece publicado en el número 314, Abril-Junio de 2006, de la prestigiosísima revista “Archivo Español de Arte”, páginas 187 a 190.

LOS SIETE MURILLO DEL CONDADO DE LA VEGA GRANDE: Matías Díaz Padrón también identificó las siete pinturas de Murillo pertenecientes a la colección del Condado de la Vega Grande que permanecían colgados en una casona, propiedad de dicha noble familia sita en el histórico barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria. Fue hacia 1961 cuando el mencionado eminente investigador fue informado por Aurina Rodríguez Galindo de una cita escrita por Agustín Millares Torres en el siglo XIX. Díaz Padrón, en principio, no era optimista respecto a que dichos lienzos fueran originales del pintor sevillano, pero decidió investigar. En la ermita de Juan Grande, propiedad del Condado, donde le habían afirmado que se hallaban, nada encontró. También visitó el palacio condal en Vegueta, sin resultado positivo pero, ante su insistencia, le indicaron la antes mentada vieja casona, que llevaba cerrada medio siglo y entre muebles y ornamentos varios que allí se conservaban, tropezó con los lienzos envueltos, en los que al descubrirlos apreció figuras de tamaño natural. Su primera impresión fue halagüeña por la calidad y estilo de las pinturas. Sin embargo, su preparación académica en aquellos años juveniles le obligó a mantener una cautela que duró cuarenta años. Finalmente comunicó su descubrimiento a Diego Angulo, que era el director de su Tesis doctoral y gran especialista en Murillo, quien le expresó sus dudas. No se atrevió a mostrarle las fotografías que había realizado, ya que le pareció una fantasía comprensible y además, su prioridad era la Tesis doctoral que, naturalmente, desvió su atención del tema de las pinturas.