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Ni más ni menas

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Es lógico que Feijóo coincida más con Felipe González que Pedro Sánchez ya que el gallego votó en 1982 a Felipe González antes de hacerse conservador, según él mismo confesó en una entrevista hace años, mientras que el presidente madrileño tenía solo diez años y era menor de edad para votarlo el andaluz ganó sus primeras elecciones generales con amplia mayoría absoluta en su primera legislatura. 

No hay que extrañar que la evolución de Felipe González haya sido realmente una involución negativa y chaquetera hacia la derecha en los últimos lustros. Es normal si tenemos en cuenta sus paseos en yate alejado del mundanal ruido y fumándose un gran habano en la cubierta mientras le untan la espalda y los hombros con protección solar. La crema para repeler las quemaduras es la guardaespaldas de los políticos retirados. 

Ahora que ya han pasado las elecciones de este año, apartados de urgencias electoralistas, es posible que pueda haber un acercamiento entre los dos principales partidos para renovar el Consejo General del Poder Judicial, que lleva más de dos mil días caducado, a pesar de que nuestra sacrosanta Constitución obliga a remozar periódicamente a sus miembros.

El pariente de Corín Tellado que hace de portavoz parlamentario del PP, el calvo con gafas (que diría la ministra Montero) que se parece a Rompetechos y que antes de hacerse conservador militó en el nacionalismo gallego de izquierdas, ha tenido la desvergüenza de acusar al PSOE de este retraso de cinco años cuando es el PP el que se ha acomodado interesada y gandulmente a esta situación anómala porque la mayoría de los integrantes del Poder Judicial son juristas que fueron elegidos en su día a dedo por el principal partido de la oposición actual cuando gobernaba.

La hipocresía del Partido Popular en este asunto llega a ser insultante, sobre todo cuando pretende endosar a los socialistas la manipulación y el control del poder judicial, olvidando adrede que un senador popular llamado Ignacio Cosidó dijo hace unos años a sus compañeros de partido en un whatsapp de grupo que con el nombramiento de Manuel Marchena, que preside la Sala Segunda y que condenó a los dirigentes independentistas catalanes, el PP tendría controlado a los jueces por la puerta de atrás. 

La operación estuvo a punto de cerrarse cuando ya presidía el Gobierno de España Pedro Sánchez pero, tras conocerse esa descarada indiscreción, los populares recularon. Sobre todo después de que el paisano Marchena, que estuvo con el herreño Eligio Hernández en la Fiscalía General del Estado en un gobierno socialista, renunciara a presidir el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo a propuesta del PP. No quería que le etiquetaran ni demonizaran como el magistrado manipulado y controlado por los conservadores. No quiso devolver el favor, que en realidad era un dardo envenenado. 

Cuando al PP no le interesa una situación política coyuntural, la convierte en estructural. Lo primero que hace en estos casos es echar la culpa al adversario y luego mantiene la controversia pastelosa durante el tiempo que haga falta, al menos mientras siga en la oposición. 

El PP es el partido que pone obstáculos siempre para renovar el Poder Judicial cuando está en la oposición pero cuando preside el gobierno es el PSOE el que no pone nunca impedimentos para consensuar los nuevos nombramientos en el Consejo General. Esto no es opinión sino información que puede contrastarse fácilmente en la hemeroteca. 

Algo parecido ocurre ahora con los menores extranjeros no acompañados.

Canarias es la comunidad que soporta en primera instancia y en mayor cuantía la llegada de menores en pateras y para ello el Gobierno central ya ha ideado hace tiempo una fórmula de reparto solidario entre las comunidades autónomas para que no sea Canarias la única que aguante el peso de la inmigración en España. 

Las comunidades que gobierna el PP, ya sea con Vox o solo, se hacen las suecas para eludir el reparto equitativo de la carga. En Canarias, CC gobierna con el PP pero el presidente Clavijo se muestra más exigente con su antecesor, el socialista Ángel Víctor Torres, actualmente ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, ahora tan de actualidad, que con su socio popular. 

El vicepresidente Manuel Domínguez está continuamente echando balones fuera sin mojarse ni comprometerse. Lo fácil es echar la culpa sistemáticamente al adversario socialista pero en este caso nuestro paisano Torres se le adelantó en la jugada. Domínguez no se atreve a molestar a Feijóo y a Ayuso. Prefiere que Canarias siga ella sola con la carga antes que molestar a sus jefes de Madrid. 

Los populares canarios no se molestan ni en importunar a sus correligionarios de la meseta y así el problema no solo sigue enquistado sino que cada día se agranda más, como una bola de nieve que cae velozmente por las laderas del Teide, incluso ahora en el inicio del verano. En el circo le crecen los enanos y en verano le cae la nieve. 

El PP es insolidario con la acogida de los menas y Coalición Canaria no tiene los arrestos suficientes para poner firme a su socio minoritario. Lo necesita para que la derecha siga gobernando en el archipiélago. Clavijo utiliza el doble rasero de montar bronca en Madrid a la vez que acaricia y le pasa la mano por el lomo a su vicepresidente popular, que no es el más popular de los vicepresidentes. 

En Canarias no hay mucha diferencia entre la derecha nacionalista y la nacional, todo lo contrario de lo que ocurre en Cataluña o el País Vasco, con nacionalismos mucho más fuertes e identitarios. El débil nacionalismo canario de CC es light. Le falta azúcar pero también sal y pimienta, además de muchos años de tradición sólida y enraizada en su población. Por eso Puigdemont y PNV hacen ascos al PP, a pesar de ser partidos conservadores. Anteponen el nacionalismo a la ideología. 

Coalición Canaria asegura que defiende los intereses de los canarios pero cuando gobierna con el PP en el archipiélago eso no se nota porque los populares isleños acatan con obediencia ciega lo que ordenan sus jefes metropolitanos y centralistas. 

Son incapaces de anteponer los intereses de Canarias a los partidistas. Y así seguimos con esta historia interminable sin visos de resolución inminente. Ni más ni menas. 

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