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Mirar al Sur

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En un mundo tan revuelto como en el que vivimos, la geopolítica regresa a las primeras páginas de los periódicos con lo que está pasando en Gaza, las posibles consecuencias de las elecciones en Estados Unidos o Francia o, ya en clave española, la reciente visita de nuestro rey, Felipe VI, a las Repúblicas Bálticas, con singular apoyo y reconocimiento a las unidades militares españolas que prestan servicio en las mismas, todo ello en el marco de las tensiones con Rusia en la frontera oriental europea. 

A pesar de que se habla mucho sobre las implicaciones que para nuestras vidas tienen estas cuestiones y miramos más allá de nuestras fronteras para buscar respuestas, lo que no cambia y me sigue sorprendiendo es el poco interés que sigue despertando el continente africano entre público y expertos, aparejado con una enorme ignorancia de la importancia geopolítica que está adquiriendo el continente. Por estos motivos, hoy quisiera hablarles de tres cuestiones que, desde la perspectiva geopolítica, no reciben toda la

atención y la reflexión que merecen.  

En primer lugar, me gustaría recordar que el yihadismo sigue siendo una amenaza principal en muchas zonas del continente africano y especialmente, en el Sahel. De hecho, casi no se habla de cómo la crisis de seguridad en esta parte del mundo se está extendiendo a los países costeros del golfo de Guinea: Benín, Togo, Costa de Marfil y Ghana. Como suelen hacer en África, los grupos yihadistas están explotando vulnerabilidades estructurales, frustraciones de todo tipo y resentimientos contra Estados que no siempre responden a las reclamaciones de sus ciudadanos como estos quieren, para reclutar jóvenes que engrosarán sus filas. 

He leído recientemente un artículo reeditado de Óscar Guijarro en el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) titulado “La expansión del yihadismo desde el Sahel a los países costeros del golfo de Guinea” que me ha parecido sumamente interesante, especialmente para España. Esos países del litoral, con apariencia política más estable que la de los países del Sahel, presentan enormes desigualdades y divisiones socioeconómicas en diferentes zonas (norte pobre frente a sur más rico), además de diferencias religiosas que los grupos yihadistas utilizan para ganar influencia. La ubicación estratégica de estos países y la presencia de reservas forestales que se utilizan como recurso y refugio facilitan la expansión yihadista y del crimen organizado, incluyendo el tráfico de armas y estupefacientes.

Aunque es cierto que la Unión Europea está proporcionando apoyo para enfrentar la amenaza yihadista y que los países afectados adoptan medidas militares y de seguridad transfronteriza, considero que es necesario, como mínimo, prestar más atención a esta parte del planeta. Ser conscientes de la importancia de la penetración de los movimientos yihadistas en África y su afección a la geopolítica global debería ser una prioridad. Miles de personas mueren y se desplazan en África occidental a raíz de la violencia de todo tipo y no puede resultar algo que nos sea ajeno.  

Una amiga de Casa África, alta responsable del Institute for Security Studies (ISS), Lori-Anne Théroux-Bénoni, habló en enero ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre este asunto.  

La señora Théroux-Bénoni instó a la comunidad internacional a no ignorar el Sahel y recordó que las estrategias para prevenir el terrorismo deben reconocer las profundas conexiones regionales que facilitan que los grupos extremistas puedan reclutar, recaudar fondos y gestionar su logística a lo largo y ancho de varios países. Aseguró que la situación actual de la región es el peor escenario posible de extremismo violento, golpes de Estado y retrocesos en la integración regional y demandó respuestas internacionales. 

Desde el ISS no cesan de recordarnos que la estabilidad de África Occidental es importante para la comunidad mundial por múltiples razones, unas ligadas a oportunidades y desarrollo socioeconómicos como otras a amenazas terroristas, a la delincuencia organizada y al tráfico ilegal de todo tipo de mercancías, desde drogas y armas a personas. En relación con la gobernanza, la señora Théroux-Bénoni dijo que debemos contribuir a crear las condiciones para que los golpes de Estado y la inestabilidad política sean menos probables. 

Otra cuestión a la que creo que no se le presta la suficiente atención es a lo que algún analista ha bautizado ya como el “nuevo rusianismo”. El coronel y analista geopolítico Ignacio Fuente Cobo, en artículos publicados en el IEEE, define con dicha nomenclatura al proyecto neocolonial de Rusia para expandir su influencia en África, particularmente en la región del Sahel.  

Mientras que nos fijamos en Ucrania y el flanco oriental de Europa, lo cierto es que no llegamos a comprender bien la estrategia rusa de reforzar su presencia en África. Basta echar un vistazo a artículos sobre el Sahel para ser conscientes de que este país está encontrando aliados entre los dirigentes del área y una población que prefiere la ayuda rusa a la ayuda que tradicionalmente le ha brindado Francia, por ejemplo, para solucionar sus problemas. El señor Fuente Cobo habla de un orden mundial multipolar alternativo, cuyo refuerzo es evidente, y del interés ruso en apropiarse de recursos naturales y evadir sanciones de Occidente. 

Lo cierto es que Rusia ha mostrado una enorme habilidad al explotar las carencias en la cooperación europea en el Sahel y ha logrado hacerse fuerte en algunos países, sobre todo a través del antiguo Wagner (ahora Africa Corps) y la cooperación militar. La pérdida de influencia europea en el área debe preocuparnos y guiarnos a la hora de diseñar nuestra política en la región, que considero que debe siempre partir del respeto mutuo, la escucha atenta a nuestros socios y amigos africanos y una asociación de mutuo beneficio de la que se destierren el paternalismo y, especialmente, unos dobles raseros geopolíticos que han desacreditado a Occidente ante muchos países, ahora más críticos que nunca ante nuestras decisiones en la arena global. 

Me gustaría referirme, para concluir, a una de las muchas razones por las que dependemos del continente africano y debemos prestarle más atención: los minerales críticos esenciales para la transición energética y digital global, tema del que escribe Mar Hidalgo García también para el IEEE. En este ámbito, África no solo atrae la atención de Europa. Con nosotros compiten otras potencias, como Estados Unidos, Rusia, India, Japón y Australia. China, por ejemplo, tiene una presencia consolidada en África, algo que ha conseguido con una estrategia a largo plazo, que no varía en función del gobernante de turno y por la que ha apostado con algo más que palabras. Creo que sería interesante matizar el interés por las migraciones que parece primar en la estrategia africana de la UE y mirar más allá, estableciendo asociaciones estratégicas y desarrollando infraestructuras para negociar el acceso a los recursos minerales africanos, por ejemplo.  

Son muchísimos los autores y analistas que dedican tiempo a reflexionar sobre las implicaciones geopolíticas de los cambios que se están produciendo en nuestros países vecinos y a buscar fórmulas y estrategias que nos ayuden a fortalecer y mejorar nuestras relaciones. Lo que quizás no se dice lo suficiente, además de recalcar que debemos mirar a nuestros vecinos del Sur y preocuparnos por lo que les pasa, es que entenderles y cooperar con ellos es la única vía para poder progresar y garantizar una Europa que siga siendo relevante en el mundo. Una asociación equitativa basada en el respeto mutuo y un futuro compartido es imperativa. Por el bien de todos. 

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