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El misterio del agua

Cultivos como el de la papa se han ido a la porra, se ha plantado poco de otras producciones y no son menores las dificultades de los ganaderos que han de tirar de piensos porque no hay pasto verde, en lo que el Gobierno retrasa (o se desentiende, cualquiera sabe) de sus compromisos de pago: ganaderos hay a la espera de que les abonen las cantidades de 2010. La única noticia positiva es que no faltarán productos y animales para las romerías con políticos disfrazados de mauros en actitud de ordeñar alguna cabra para inmortalizar la escenificación de su entrañamiento con la tierra, aunque el animalito no se deje.

Pero estaba con lo del agua que no has de beber y a la que tampoco dejan correr. Como nadie parece dispuesto a contar lo que hay, me limito a preguntar cómo se come (o se bebe) la volatilización de las reservas acumuladas en el invierno anterior hasta el punto de dispararse su precio pocos meses después en plan récord.

Como la información de que dispongo es insuficiente, he de atenerme a la experiencia histórica de la brutal especulación, que debe haber encontrado modo de rebrotar. Esta, la especulación del agua, no figura hace tiempo entre los temas de los medios informativos. Se explica porque el recurso de las desalinizadoras mejoró el suministro a poblaciones y se acabaron las protestas ruidosas y los labradores y ganaderos de medianías carecen de capacidad para hacerse oír y respetar. Ya se vio cuando a nadie pareció importarle demasiado que el Ayuntamiento de Las Palmas (en manos entonces de Soria) se saliera del Consorcio de Aguas Depuradas con lo que dejó casi sin sentido el famoso Plan Hidrológico de Gran Canaria del que nunca más se supo; que yo sepa, claro.

Se dejó de hablar de especulación del agua de manera tan radical que me resulta violento mencionar la bicha por políticamente incorrecto; pero alguna explicación tendrá que hayamos pasados, sin solución de continuidad, del optimismo de aquel invierno a la situación en la que estamos meses después. Y deberían preocuparnos más allá de la retórica política las consecuencias sobre la cesta de la compra pues cabe esperar que los productos del campo canario se pondrán salados y que las importaciones irán a la par porque también en la Península se ha dejado sentir la sequía. A perro flaco todo son pulgas y la administración canaria en Belén con los pastores.

Cultivos como el de la papa se han ido a la porra, se ha plantado poco de otras producciones y no son menores las dificultades de los ganaderos que han de tirar de piensos porque no hay pasto verde, en lo que el Gobierno retrasa (o se desentiende, cualquiera sabe) de sus compromisos de pago: ganaderos hay a la espera de que les abonen las cantidades de 2010. La única noticia positiva es que no faltarán productos y animales para las romerías con políticos disfrazados de mauros en actitud de ordeñar alguna cabra para inmortalizar la escenificación de su entrañamiento con la tierra, aunque el animalito no se deje.

Pero estaba con lo del agua que no has de beber y a la que tampoco dejan correr. Como nadie parece dispuesto a contar lo que hay, me limito a preguntar cómo se come (o se bebe) la volatilización de las reservas acumuladas en el invierno anterior hasta el punto de dispararse su precio pocos meses después en plan récord.