Una jugarreta que no iba a quedar impune. No podía consentirse que el PSOE accediera a la alcaldía de Santa Cruz con menos votos que CC, gracias a la indisciplina de C´s y a una legislación electoral que parece una broma pesada –la misma que permitió a Bermúdez saltarse en su día a la más votada, Cristina Tavío–. Y se puso en marcha la maquinaria de un partido que, en cuarenta años de gobierno, adquirió un poderío intocable y el control absoluto de este escenario político.
Pactos, alianzas y compromisos bien diseñados, sin tener en cuenta colores ni afinidades, con alguna que otra traición suelta y deslealtades varias que permitían cambiar de bando según procediera; con oportunismo y gran sentido práctico sobre rentabilidad política. Ni siquiera era necesaria mayoría alguna para que no chirriaran los goznes de unas bisagras bien engrasadas. Pero las máquinas con el tiempo se deterioran y el coste de la reparación puede resultar más caro de lo deseable.
Ante el escándalo que se ha montado con el anuncio de la moción de censura, lo más ignorado está siendo la ciudadanía y la opinión pública, los intereses del pueblo y un mínimo respeto por sus derechos. Lo único que cuenta es cómo “vender” con triunfalismo actos cuestionables y justificar decisiones de dudosa legitimidad. O como siempre, culpar a los demás para aparentar virtud en las propias maquinaciones urdidas desde la baja estofa conspirativa. Es la técnica propagandística de “armas silenciosas para guerras tranquilas”, en la que algunos medios de comunicación son necesarios para influir en la opinión pública y manipular ideas.
¿Qué sentido tiene, o que necesidad había, en esta situación crítica de supervivencia colectiva, organizar una innecesaria operación derribo, con la desagradable sensación de que han aprovechado el estado de alarma y el confinamiento, para tramar una encerrona política que no ofrece ningún beneficio social; que solo se trata de una lucha mezquina por poltronas y oscurantismo de trapos sucios?
No ensalzaremos a la todavía alcaldesa, pero tampoco podemos denigrarla; a no ser que sintiéramos hacia ella cierta animadversión personal, justificada o no, que no es el caso, pues lleva muy poco tiempo en el cargo y le ha tocado la época más cruda y menos propicia para lucirse en su gestión. No obstante, algunas iniciativas y resoluciones que estaban anquilosadas, parecen haberse puesto en marcha, aunque sus adversarios insistan en apuntarse esos tantos con carácter retrospectivo. P.ej.: Cuando parecía que ahora arrancaba la rehabilitación del parque cultural Viera y Clavijo, ¡por fin!, tras dos décadas de desidia e inoperancia de las autoridades anteriores, surge el posible varapalo de volver a las andadas de un “expolio de patrimonio”, caso de que saliese adelante la moción en favor del anterior regidor, cuya deplorable gestión sobre este Bien de Interés Cultural, declarado monumento, es todo un símbolo de lo que hizo, o mejor, de lo que no hizo, en dos legislaturas con nuestra otrora esplendorosa capital; que también la dejó decrépita, sucia, maltrecha y abandonada. Es por lo que no se explica que se le pongan reparos a la actual alcaldesa por unos pocos meses de gestión, en comparación con los diez años anteriores, en los que sería muy difícil reseñar un solo éxito de alguna medida o decisión que fueran motivo de alabanza para quienes no cumplieron una sola de sus promesas electorales. Sí; resultará muy inquietante que ahora repitan por tercera vez.
Vista a ras de suelo, la operación parece demasiado turbia; por los personajes y por las formaciones implicadas. La tránsfuga de C´s, con indicios de “tamallazo” por su falta aparente de motivación ideológica, sustituible por otros posibles estímulos negociados durante el largo confinamiento, pertenecía a un partido que debió quedarse en Cataluña para luchar y defender su tierra desde dentro y de cerca. Lo tenía todo ganado allí, pero se dejó llevar por el oportunismo y la ambición de sus dirigentes de ampliar sus expectativas a nivel nacional. Y fracasaron. Además tuvieron que reclutar demasiado personal de aluvión en otras comunidades. Aunque hubo personas muy válidas, abundó la toxicidad de muchas otras que intentaron utilizar el partido para medro personal. Por estos lares tenemos algún que otro ejemplo cercano.
¿Y el extraño apoyo del PP? ¿Cómo se meten en una maniobra subrepticia con una tránsfuga de por medio, cuando a nivel nacional están fracasando como oposición, en la peor situación política posible? ¿Pueden sacrificarse el prestigio y la dignidad de unas siglas cambio de unas concejalías?
No teníamos suficiente con el angustioso tema monográfico de la pandemia, que para seguir martirizando nuestras conciencias con informaciones sesgadas y tendenciosas, se han desatado las hostilidades mediáticas con titulares rimbombantes, declaraciones que no hay por dónde cogerlas y artículos de opinión sospechosamente partidistas.
Resulta desagradable la desaforada defensa y promoción que algunos comunicadores dedican a estos “censores”, entrevistados como si fueran ídolos de algo o ejemplo para alguien. Se nos trata como tontos a los espectadores, que no tenemos más remedio que exigir nuestro derecho constitucional a la veracidad de la información… y pedir explicaciones de si esto es gratis o no. Y si se paga, si es o no con fondos públicos.
Los maestros del clientelismo, que en un principio lo eran solo de mortadela, con el paso de los años se han especializado en el negocio de la comunicación como arma política… y su propensión a comprarlo todo, induce sospechas más que razonables.
Quienes desde una perspectiva profana admiramos el periodismo y lo tenemos idealizado por el componente vocacional que dignifica una profesión, consideramos imprescindible la esperada y pendiente configuración de un Colegio Profesional, a nivel nacional, que oficialmente recoja el código ético de obligado cumplimiento para todos los colegiados; al tiempo que proteja del intrusismo y de la mala praxis de advenedizos que encuentran un modus vivendi que no les pertenece, propensos a contaminarse por la corrompida influencia política.
Creo que la tropelía de esta moción no beneficiará a nadie y será dañina para todos.