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Patricia: quiero matar a mi novia

Sin preguntarle a ella si lo quería ver o no, Patricia dijo: “Ricardo está aquí y quiere hablar contigo, un aplauso para él”. La bestia entró en el plató con cara de víctima . El público aplaudía porque veía a un hombre que se sacrificaba tanto por su hijo que no había podido pagar un préstamo. Y por eso ella lo había abandonado.

El macho había ensayado bien su papel. Le dio dos besos a ella, que se limitó a ofrecer su cara sin besarlo. Después sacó un anillo del bolsillo, se arrodilló ante ella y con cara de mal actor de telenovela le dijo “quiero que te cases conmigo”. La frase la había ensayado bien y significaba lo que significaba. Era una orden. No le expresó su voluntad, no le dijo “quiero casarme contigo”. Le dijo “quiero que te cases conmigo”. Y acompañó la orden con una sentencia: “la vida no es más que una”

Ella no sabía adónde mirar. No sabía qué responder. Patricia le preguntó :“qué dices”. Ella respondió: “no sé, no”. Patricia insistió: “no o no sé”. Ella repitió: “no”. No quería ninguna relación con él, pero tampoco quería humillarlo en público, por eso no explicó las razones de la ruptura: los maltratos, los celos permanentes, las denuncias ante los tribunales, los miedos?

El macho se quedó desencajado. No abrió la boca. No se atrevió a decir nada. Estaban las cámaras delante. Llevaba semanas soñando con ese minuto de gloria. Había avisado a sus amigos: “yo la convenceré, ella dirá ante toda ¡España! que acepta mi anillo y se quiere casar conmigo”. El macho confundió el miedo de la joven con restos de amor. La mujer no se había atrevido a ratificar ante el juez la denuncia por malos tratos, pero tenía claro que no quería verlo ni en pintura, ni en pantalla de vídeo, ni en un plató de Televisión. El hombre había soñado con una victoria televisiva, y al final se sintió humillado. Salieron juntos del plató. A los cinco días se acercó a su casa y la degolló.

El macho ya estaba condenado a 11 meses de cárcel por malos tratos y tenía una orden de alejamiento. Dicen los del programa que no tenían el dato de la condena. Lo peor es que tampoco lo tenía el acusado: los tribunales no habían podido comunicar la sentencia a la bestia porque no habían podido localizarlo. A los jueces les vendría bien el apoyo de los productores del “Diario de Patricia”, que son rapidísimos a la hora de localizar a maltratadores y víctimas y de convencerlos para que se sienten en un plató de televisión.

Y ahora ¿qué?, sería bueno que nos preguntáramos qué hay que hacer después de este asesinato cuyo capítulo anterior fue televisado. Me da la impresión de que todo seguirá igual. Quedan más programas de machos arrepentidos. Veremos más actores malos que hacen el papel de enamorados cuando en realidad son machos posesivos que se sienten dueños de la mujer que desean. Veremos más engaños a mujeres maltratadas para que se acerquen al plató de televisión sin saber que se van a encontrar a la bestia que no quieren volver a ver, que no deben ver por prescripción facultativa.

Patricia estudió periodismo en la misma universidad que un servidor. No es sicóloga ni terapeuta de parejas. Pero sin embargo la han puesto ahí a realizar terapias familiares de dos minutos con los focos delante. A veces la cosa sale bien y las mujeres se derriten ante ese macho arrepentido porque piensan que si él es capaz de declarar su amor en un plató entonces significa que ha cambiado y que ha matado a la bestia que llevaba dentro. Pero esta vez la cosa salió mal. Salió tan mal la cosa que ella está muerta.

Las organizaciones feministas y asociaciones de telespectadores han vuelto a poner el grito en el cielo. Han recordado que hace diez años Ana Orantes Ruiz fue quemada viva por su ex marido unos días después de que la mujer denunciara en un programa de televisión que su ex pareja la maltrataba. Tambíen en ese caso había sentencia judicial por malos tratos. Diez años después este tipo de programas se han multiplicado en todas las cadenas, incluso se emiten en las televisiones públicas.

¿A qué coño estamos esperando? Quizá los responsables del programa piensan que algún día llegará un hombre diciendo : “Patricia quiero matar a mi novia. Ella me dejó y no puedo vivir sin ella. Por eso quiero decirle que se case conmigo y si no lo hace la degollaré dentro de unos días”. A lo mejor el día que alguien diga eso tomarán la sabia medida de no invitar a su ex novia al programa. Mientras tanto sigamos con el circo. Pongamos por la mañana la manifestación de las feministas en el informativo y por la tarde retransmitimos el circo del hombre arrepentido. El circo sin domador, donde la bestia tiene derecho a disfrazarse de hombre enamorado. Dejemos a la bestia ante la bella. Si la bella dice que no, lo lamentamos. Les decimos adiós a los dos y vamos con la siguiente historia, que hay que entretener al personal mientras la bestia se come a la mujer maltratada. La mujer que había ido al circo engañada, sin saber que la iban a sacar a la pista y ponerla frente a la bestia.

Juan García Luján

Sin preguntarle a ella si lo quería ver o no, Patricia dijo: “Ricardo está aquí y quiere hablar contigo, un aplauso para él”. La bestia entró en el plató con cara de víctima . El público aplaudía porque veía a un hombre que se sacrificaba tanto por su hijo que no había podido pagar un préstamo. Y por eso ella lo había abandonado.

El macho había ensayado bien su papel. Le dio dos besos a ella, que se limitó a ofrecer su cara sin besarlo. Después sacó un anillo del bolsillo, se arrodilló ante ella y con cara de mal actor de telenovela le dijo “quiero que te cases conmigo”. La frase la había ensayado bien y significaba lo que significaba. Era una orden. No le expresó su voluntad, no le dijo “quiero casarme contigo”. Le dijo “quiero que te cases conmigo”. Y acompañó la orden con una sentencia: “la vida no es más que una”