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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

¿Cuándo y cómo se poblaron las Islas Canarias?

“Esta pregunta forma parte del famoso enigma de toda la vida”. ¿Cómo es posible que llegaran a las islas gentes que no supieron navegar nunca, ni se comunicaron entre sí nunca, ni tuvieron instrumentos de navegación?“ (1) A pesar de la ingente bibliografía existente, la pregunta sigue sin tener respuestas aceptadas entre la comunidad de arqueólogos. La excavación de un yacimiento romano dedicado a la extracción de púrpura en la isla de Lobos ha vuelto a poner de actualidad el enigma de toda la vida. Los responsables de las excavaciones han presentado los resultados obtenidos en las primeras campañas en una exposición en la que se pueden ver los restos de los moluscos utilizados, cerámicas de diverso tipo inequívocamente romanas, objetos metálicos como clavos o anzuelos, estructuras de edificios, etcétera. Ante este hallazgo las reacciones entre algunos arqueólogos resulta, cuando menos, llamativo para todos aquellos que tienen interés por este viejo enigma de la historia de Canarias. El catedrático Antonio Tejera encabeza la corriente arqueológica que considera que el poblamiento de Canarias fue llevado a cabo por los romanos con pueblos deportados desde el norte de África por su insumisión al poder de Roma y afirma: ”Hay argumentos históricos suficientes para darle credibilidad a una historia que, a priori, parece absurda, pero que la investigación puede ratificar. Fueron traídos entre mediados del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C. Es mi opinión personal.“ Desde el punto de vista científico resulta asombroso que se considere que una explicación absurda y por tanto incoherente a la luz de los datos disponibles, sea una hipótesis de partida en las investigaciones arqueológicas. Aparte de las crónicas y documentos históricos, ninguna otra prueba avala esa hipótesis que el mismo autor califica de absurda puesto que estos pueblos no sabían navegar y, según él, Canarias estaba fuera de los circuitos comerciales de los romanos. No es de extrañar el calificativo, están constatadas y aceptadas dataciones de presencia humana en las islas a mediados del primer milenio antes de nuestra era, por tanto, aunque los romanos deportaran pueblos completos, eso no explica el o los poblamientos anteriores.

Cuando el mismo autor se plantea el significado de los restos romanos en Lobos (es asombroso que diga que solo lo conoce por lo publicado en la prensa cuando es su compañera de departamento, y también catedrática de arqueología, la directora de las excavaciones) dice que algunos materiales parecen romanos pero desplaza la atención a algo secundario como es el tamaño del islote y la carencia de agua y, por eso, la construcción de una factoría destinada a obtener púrpura le resulta “problemática”, pero los restos de esa presencia están ahí y nadie ha puesto en duda sus resultados y no es que parezcan romanos, son romanos. Cómo resolvieron el problema del agua en la pequeña isla de Lobos es otra cuestión que debe ser investigada. Dice que él no niega que sean romanos pero tiene dudas por las características del lugar, sin embargo la atribución de una cerámica a determinada cultura no depende del lugar del hallazgo sino de sus características tipológicas y del análisis de sus componentes, el lugar del hallazgo es muy importante para contextualizar el material encontrado pero no es esencial para datarlo. La arqueología hoy es capaz de saber cuándo se fabricó una cerámica y a que cultura pertenece aunque ignore donde fue encontrada y el contexto estratigráfico, por tanto la objeción del doctor Tejera carece de validez científica, máxime cuando no cita los otros materiales, como los objetos de metal o los depósitos de las conchas de murex, encontrados en la excavación.

Recuerda que los normandos tuvieron asentamientos temporales en Lobos y que el islote sirvió de refugio frente a los ataques piráticos en el siglo XVI, por tanto, insinúa que el resto de los materiales encontrados tienen este origen. Pero aceptar su opinión implica desautorizar profesionalmente a los responsables de la investigación por ser incapaces de diferenciar los restos normandos, o de los habitantes de Fuerteventura, de los de factura romana. Pero la descalificación personal no es una prueba científica y lo que sería pertinente es que aportara algún dato que avalara sus afirmaciones porque, tal y como lo ha hecho, son meras opiniones personales que no sirven para aclarar el problema.

Otro arqueólogo, en este caso el doctor José Farrujia, especialista en el poblamiento de Canarias, ha entrado de lleno en la polémica con un artículo titulado ¿Romanos en Canarias? (2) En él dice que no debería sorprender encontrar restos romanos en las islas, que eso ya era cosa sabida, una afirmación que indica que para este doctor en arqueología el hallazgo de Lobos es poco trascendente y no aporta nada importante a la explicación del poblamiento del archipiélago. Este especialista afirma que el error está “en seguir apostando, ”vendiendo“ esa concepción ”elitista“, ”occidental“, ”mediterránea“ de nuestra Prehistoria.” Que yo sepa los arqueólogos responsables de la excavación se han limitado a excavar, de acuerdo con la metodología científica propia de esta ciencia, un yacimiento y no se ve por ningún lado que su objetivo sea imponer una visión elitista. Los errores solo pueden estar en que la excavación no se haya hecho adecuadamente y/o que los datos estén tergiversados, nunca en juicios de intenciones que no tienen cabida en el mundo de la ciencia.

Pero lo que ya es de mear y no echar gota es cuando dice: “¿Pero quiénes son los responsables de la presencia de este material en las islas? Obviamente, los romanos no. Todo apunta, en función del conocimiento científico actual, a que fueron las propias sociedades imazighen las que, tras su contacto con el África Romana, asimilaron algunos elementos de la cultura romana, introduciéndolos luego en nuestras islas”. Si lo que se ha encontrado es indubitadamente de factura romana como puede decir que lo obvio es lo contrario, que solo son imitaciones (factoría de murex incluida) muy bien hechas por parte de los pueblos que habían asimilado, antes de llegar a la isla, elementos de la cultura romana. Es una opinión sin ningún tipo de apoyo pues no aporta datos. También relaciona este yacimiento con los posibles, y no demostrados, intercambios comerciales entre las sociedades indígenas canarias y gentes romanizadas procedentes del norte de África. Aceptar esta idea supone que estos pueblos, tanto los del continente como los insulares, conocían la navegación y que eran capaces de importar una factoría completa de fabricación de púrpura. Está claro que a la luz de los conocimientos actuales esta hipótesis es tan absurda como la del profesor Tejera.

Otra afirmación llamativa de este doctor en arqueología es la de la cantidad. Frente a la abundancia de restos indígenas, los romanos son escasos y no dieron lugar a la romanización de los pueblos isleños ni se encuentran templos, calzadas o anfiteatros. Es verdad, no hay ni circos ni templos pero si una instalación para la elaboración de púrpura y eso es exclusivamente lo que se ha excavado y lo que necesita una explicación y, por supuesto, aclarar la importancia que puede tener para conocer el poblamiento de las islas, lo demás son apriorismos ideológicos trufados de nacionalismo. Una postura poco científica.

Buscando en Internet las repercusiones de las excavaciones encontré una tesis doctoral titulada AB INITIO. La teorización sobre el primitivo doblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistóricas, historiografía, arqueología (1342–1969). (3) Está dirigida por la doctora del Arco (directora también de las excavaciones en la isla de Lobos) y su autor es José Farrujia. Es como su título indica, es una tesis sobre lo que otros han dicho o investigado sobre el poblamiento de Canarias. En sus más de 1000 páginas abundan los juicios de intenciones recubiertos de palabrerías seudocientíficas que no aportan nada científicamente aceptable y que hacen muy farragosa su lectura, pero lo más llamativo está en las conclusiones: “Llegados a este punto, y por lo que respecta a nuestra concepción del poblamiento de Canarias ab initio, señalar una vez más que nos decantamos, a la luz de los conocimientos actuales, por una colonización inserta en la mitad del primer milenio a.n.e. (siglos VII-V). En este proceso parecen haber intervenido los fenopúnicos, concibiéndose la colonización insular, efectuada con poblaciones libio-fenicias transplantadas desde el vecino continente africano, como una empresa con una clara finalidad económica. En apoyo de esta hipótesis contamos con los materiales, 958 yacimientos y dataciones que se han ido refiriendo a lo largo de la presente tesis. No obstante, somos conscientes de lo necesario que sería ahondar en el mejor conocimiento integral de la Arqueología canaria, realizándose campañas sistemáticas de excavación, así como de la necesidad de obtener una mayor serie de dataciones absolutas para las distintas islas. Sólo así parece posible clarificar aún más los momentos iniciales de este proceso colonizador y la evolución diacrónica de la protohistoria insular.” Dejando aparte que toda evolución histórica, como todo lo que depende del tiempo, es por definición diacrónica, el autor afirma en su tesis todo lo contrario de lo que opina ahora sobre el poblamiento, Pide que haya más investigaciones, más dataciones pero, cuando las hay, no sirven porque están al servicio de una visión mediterránea, occidental y elitista de la Arqueología. Esa es una manera muy poco científica de estudiar el poblamiento y la historia de Canarias. Lo que se dilucida es cómo llegaron los primeros pobladores, no su origen. Hay casi unanimidad que los primeros habitantes de las islas procedían del noroeste de África pero no sabemos nada del cómo, el porqué y cuándo arribaron. Queda mucho que investigar y lo de Lobos es una aportación clave para el conocimiento de la antigüedad las islas.

Animo a los lectores que visiten la exposición que se encuentra en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife para que puedan tener sus propias ideas al respecto. Espero que en las próximas jornadas dedicadas a este evento en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, en la que participan numerosos especialistas, permitan un debate científico, no ideológico, en un tema de tanta trascendencia.

“Esta pregunta forma parte del famoso enigma de toda la vida”. ¿Cómo es posible que llegaran a las islas gentes que no supieron navegar nunca, ni se comunicaron entre sí nunca, ni tuvieron instrumentos de navegación?“ (1) A pesar de la ingente bibliografía existente, la pregunta sigue sin tener respuestas aceptadas entre la comunidad de arqueólogos. La excavación de un yacimiento romano dedicado a la extracción de púrpura en la isla de Lobos ha vuelto a poner de actualidad el enigma de toda la vida. Los responsables de las excavaciones han presentado los resultados obtenidos en las primeras campañas en una exposición en la que se pueden ver los restos de los moluscos utilizados, cerámicas de diverso tipo inequívocamente romanas, objetos metálicos como clavos o anzuelos, estructuras de edificios, etcétera. Ante este hallazgo las reacciones entre algunos arqueólogos resulta, cuando menos, llamativo para todos aquellos que tienen interés por este viejo enigma de la historia de Canarias. El catedrático Antonio Tejera encabeza la corriente arqueológica que considera que el poblamiento de Canarias fue llevado a cabo por los romanos con pueblos deportados desde el norte de África por su insumisión al poder de Roma y afirma: ”Hay argumentos históricos suficientes para darle credibilidad a una historia que, a priori, parece absurda, pero que la investigación puede ratificar. Fueron traídos entre mediados del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C. Es mi opinión personal.“ Desde el punto de vista científico resulta asombroso que se considere que una explicación absurda y por tanto incoherente a la luz de los datos disponibles, sea una hipótesis de partida en las investigaciones arqueológicas. Aparte de las crónicas y documentos históricos, ninguna otra prueba avala esa hipótesis que el mismo autor califica de absurda puesto que estos pueblos no sabían navegar y, según él, Canarias estaba fuera de los circuitos comerciales de los romanos. No es de extrañar el calificativo, están constatadas y aceptadas dataciones de presencia humana en las islas a mediados del primer milenio antes de nuestra era, por tanto, aunque los romanos deportaran pueblos completos, eso no explica el o los poblamientos anteriores.

Cuando el mismo autor se plantea el significado de los restos romanos en Lobos (es asombroso que diga que solo lo conoce por lo publicado en la prensa cuando es su compañera de departamento, y también catedrática de arqueología, la directora de las excavaciones) dice que algunos materiales parecen romanos pero desplaza la atención a algo secundario como es el tamaño del islote y la carencia de agua y, por eso, la construcción de una factoría destinada a obtener púrpura le resulta “problemática”, pero los restos de esa presencia están ahí y nadie ha puesto en duda sus resultados y no es que parezcan romanos, son romanos. Cómo resolvieron el problema del agua en la pequeña isla de Lobos es otra cuestión que debe ser investigada. Dice que él no niega que sean romanos pero tiene dudas por las características del lugar, sin embargo la atribución de una cerámica a determinada cultura no depende del lugar del hallazgo sino de sus características tipológicas y del análisis de sus componentes, el lugar del hallazgo es muy importante para contextualizar el material encontrado pero no es esencial para datarlo. La arqueología hoy es capaz de saber cuándo se fabricó una cerámica y a que cultura pertenece aunque ignore donde fue encontrada y el contexto estratigráfico, por tanto la objeción del doctor Tejera carece de validez científica, máxime cuando no cita los otros materiales, como los objetos de metal o los depósitos de las conchas de murex, encontrados en la excavación.