Espacio de opinión de Canarias Ahora
La política, apaciguada
A mí no me entusiasma el Gobierno que viene, aunque anote desde ya a su favor que nos haya librado de esa cruz; es de agradecer pero no suficiente. De momento, la crispación que tanto gusta al presidente pepero, se ha apaciguado bastante; a lo que ha contribuido, sin duda, en el caso de Gran Canaria, el talante de Cardona y Bravo de Laguna recién electos que no por casualidad figuraban entre los desafectos al régimen soriásico. Hay quienes aseguran que para la soberbia prepotente de Soria, las candidaturas de Cardona y Bravo fueron un trágala, el indicio de nuevos aires en el PP canario. Yo, qué quieren, hubiera preferido otra coloración en las dos corporaciones, que la cabra siempre tira al monte; lo que no me impide ver la diferencia respecto a un sujeto como Soria, que divide a los demás entre incondicionales y enemigos; sin que le tiemble el pulso a la hora de calzar de forma inmisericorde por los primeros si le contrarían o a la de recurrir a todo tipo de tropelías para destruir a los segundos.
Soria mostró en el debate de investidura su cinismo de siempre; con tropezones de patetismo. Habló de la poca grandeza de Paulino al no reconocer la victoria electoral del PP. Como si no viéramos que sus argumentos contra la pequeñez pauliana fueron exactamente los contrarios que utilizara en la investidura anterior para dejar fuera de juego a los psocialistas, con López Aguilar a la cabeza. Olvida, por ejemplo, que sacaron entonces los psocialistas cuatro diputados más de los obtenidos ahora por el PP; y habló en aquella ocasión de una estabilidad política que ahora ve en globo a pesar de que, después de todo, los diputados que apoyan a CC-PSC son más de los que en su día reunieran CC-PP. Soria adopta, pues, una postura o su contraria, según le convenga. No consiguió beneficiarse del transfuguismo que promovió para alzarse con la presidencia y no logró siquiera que el grupo mixto votara de bollete con él contra la investidura pauliana. Los mixtos se abstuvieron en plan de esperar a ver de qué lado mea la perrita, con perdón.
En cuanto a Paulino, diréles que no figura entre mis preferencias. No ha gobernado bien las islas, en lo que tuvo la colaboración del PP y no creo que el PSC, su nuevo partenaire, haga el milagro de transformarlo. No me dejaré engañar por los buenos propósitos y los mejores palabros de arranque de legislatura, que ahí está el tío Paco esperando con las rebajas. Ya se verá lo que da de sí partiendo de la base de que sólo se puede arar con los bueyes que hay.
No ofrece esta nueva mayoría motivos de entusiasmo; ni siquiera de esperanza que alivie el escepticismo. Ha dado un primer paso dejando a Soria entre las cuatro paredes del PP y el frontón de la oposición sin más agarradera de futuro que la expectativa de destino en Madrid. Que le sabrá a fracaso, que eso fue para él la salida de López Aguilar de Canarias y su marcha al Parlamento Europeo; que es, ya ven, lo que de verdad le gusta.
A mí no me entusiasma el Gobierno que viene, aunque anote desde ya a su favor que nos haya librado de esa cruz; es de agradecer pero no suficiente. De momento, la crispación que tanto gusta al presidente pepero, se ha apaciguado bastante; a lo que ha contribuido, sin duda, en el caso de Gran Canaria, el talante de Cardona y Bravo de Laguna recién electos que no por casualidad figuraban entre los desafectos al régimen soriásico. Hay quienes aseguran que para la soberbia prepotente de Soria, las candidaturas de Cardona y Bravo fueron un trágala, el indicio de nuevos aires en el PP canario. Yo, qué quieren, hubiera preferido otra coloración en las dos corporaciones, que la cabra siempre tira al monte; lo que no me impide ver la diferencia respecto a un sujeto como Soria, que divide a los demás entre incondicionales y enemigos; sin que le tiemble el pulso a la hora de calzar de forma inmisericorde por los primeros si le contrarían o a la de recurrir a todo tipo de tropelías para destruir a los segundos.
Soria mostró en el debate de investidura su cinismo de siempre; con tropezones de patetismo. Habló de la poca grandeza de Paulino al no reconocer la victoria electoral del PP. Como si no viéramos que sus argumentos contra la pequeñez pauliana fueron exactamente los contrarios que utilizara en la investidura anterior para dejar fuera de juego a los psocialistas, con López Aguilar a la cabeza. Olvida, por ejemplo, que sacaron entonces los psocialistas cuatro diputados más de los obtenidos ahora por el PP; y habló en aquella ocasión de una estabilidad política que ahora ve en globo a pesar de que, después de todo, los diputados que apoyan a CC-PSC son más de los que en su día reunieran CC-PP. Soria adopta, pues, una postura o su contraria, según le convenga. No consiguió beneficiarse del transfuguismo que promovió para alzarse con la presidencia y no logró siquiera que el grupo mixto votara de bollete con él contra la investidura pauliana. Los mixtos se abstuvieron en plan de esperar a ver de qué lado mea la perrita, con perdón.