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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Puerto de Granadilla, la alternativa a Fonsalía

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La crisis sanitaria, social y económica que nos azota, podría llevarnos a la conclusión de que la denominada nueva normalidad ya no debería ser igual que la de antes, volviendo a cometer los mismos errores que nos han llevado a la actual situación: excesiva dependencia del turismo y de la construcción, escasa diversificación económica, daños irreparables a nuestro territorio y a nuestra biodiversidad, pensamiento dominante de crecimiento insostenible e infinito, deslocalización de empresas, trabajo precario, abandono de lo público y de los cuidados,…

La Unión Europea ha situado los límites para la concesión de las ayudas y subvenciones del plan Next Generation y del React-UE: digitalización, pacto verde europeo, lucha contra la pobreza, la ley de cambio climático y transición energética, la economía circular o la igualdad de oportunidades. Frente al excesivo peso del neoliberalismo y el dominio absoluto de los mercados deberíamos avanzar aún mayor equilibrio entre lo público y lo privado, primando lo público y lo social, y fortaleciendo el papel de los Estados.

Y en ese puzzle de posibles líneas estratégicas, una de las piezas importantes son las infraestructuras, tanto para la generación de empleo como para dar respuesta a las necesidades de nuestra sociedad; las imprescindibles, las que cumplen una función social, las que sean respetuosas con el medioambiente, incluso, las que pudieran tener o no una rentabilidad económica.

Y es ahí donde aparece el controvertido puerto de Fonsalía en uno de los parajes emblemáticos de la isla de Tenerife, zona declarada espacio de especial sensibilidad por la Organización Marítima Internacional, ya que es un santuario de colonias de calderones, delfines y otros zifios, que realizan una parte de su vida en el canal que separa las islas de La Gomera y Tenerife, y por el que tienen restringida su navegación las embarcaciones de más de 100 Toneladas de Registro Bruto (TRB), permitiéndose la actividad sólo a los pesqueros en unas condiciones muy especiales de navegación.

Los defensores de ese proyecto, por ejemplo: 66 de los 70 diputados del Parlamento Canario, con la excepción del Grupo Sí Podemos Canarias, votaron todos a favor de una reciente proposición no de Ley, reclamando su construcción. Sin embargo, no es una demanda social, ni de interés general, ni cumple las exigencias medioambientales.

La excusa para defender Fonsalía se basa en el aparente colapso del Puerto de Los Cristianos, colapso creado ad hoc para justificar esta obra. Se hacen coincidir los barcos de las dos compañías que operan en ese trayecto (Fred Olsen y Naviera Armas), con lo cual a la misma hora se duplica el número de vehículos y pasajeros que paralizan las entradas y salidas de Los Cristianos y, además, se producen largas esperas del barco que llegue en segundo lugar para poder atracar.

La población, sufridora de este desastre organizado, demanda soluciones. Y ahí es donde aparecen con una solución los mismos que han creado el problema. 

Esta misma situación se da, con 17 frecuencias diarias entre Lanzarote y Fuerteventura, entre Corralejo y Playa Blanca, sin espera ni colapso alguno, simplemente con un horario racional sin coincidencias interesadas. Por tanto, que no nos engañen con la necesidad de Fonsalía por el aparente colapso de Los Cristianos.

Conocemos las dificultades para mejorar los accesos al muelle de Los Cristianos, así como su limitado crecimiento, sin embargo, a 20 kilómetros en un lugar más próximo a donde habita la mayor parte de la población de la isla, se ha construido el muelle de Granadilla, obra innecesaria que ha costado al erario público más de 400 millones de euros y que aún no se ha demostrado su utilidad. 

Un destrozo irreversible de nuestro litoral, ocupando una de las zonas más ricas en sebadales de la isla de Tenerife, al que nos opusimos sin éxito una parte importante de la población insular. Un puerto que, además, figura entre las múltiples obras públicas realizadas en Canarias, que están relacionadas con casos de corrupción, unas veces presuntos y otras ya confesos.

Pues bien, si este muelle se usara como el de Los Cristianos, sin grúas, con barcos para mercancías y pasajeros, con unos magníficos accesos a través de un polígono industrial, podría sustituir en gran parte al actual muelle de Los Cristianos, unir además Granadilla con Arinaga en el Sur de Gran Canaria, otro muelle de similares características al de Granadilla y, por tanto, hacer innecesario el proyecto de Fonsalía, situado a 20 km de los Cristianos, en una zona mas alejada aún de los grandes núcleos poblacionales de la isla.

Para neutralizar este asunto, los defensores del desarrollismo a ultranza y de los destrozos medioambientales, siguen intentando sin éxito asignarle alguna utilidad a Granadilla: primero fueron los astilleros, después el atraque de las torres de perforación petrolífera, luego la regasificadora,… y nada de eso ha sido posible. Por tanto, también nos mintieron con la ingente cantidad de puestos de trabajo que iban a producir.

Los dos muelles fantasmas, cuya justificación nunca han demostrado sus impulsores, el de Arinaga y el de Granadilla, están construidos a la vera de sendos polígonos industriales, en donde se ubican los centros logísticos de mercancías que en la actualidad llegan al Puerto de La Luz y de Las Palmas y al de Santa Cruz de Tenerife, y que luego de saturar el tráfico en ambas capitales, en grandes contenedores (hasta 40 diarios en cada isla) son trasladados por carretera a sendos polígonos industriales, con lo que significa en ocupación innecesaria de nuestras saturadas carreteras hacia el sur, consumo energético y consiguiente huella de carbono e incremento de los costes. Todas estas mercancías podrían tener un destino directo en los muelles de Granadilla y Arinaga y un breve recorrido hasta las naves industriales de sendos polígonos o el trasvase a otros barcos de cabotaje que las trasladen hacia el resto de islas.

Para los que tienen como único objetivo la construcción de la obra por sí misma y el posible impulso a unos negocios en Guía de Isora y Valle Gran Rey, no les importan estas razones, tanto sociales y económicas como medioambientales. Y como único argumento esgrimen el ahorro de tiempo de la travesía, a la que no le suman el incremento de tiempo por carretera. Otra vez hacen trampas con los argumentos.

El Foro Agustín de Betancourt presentó en la pasada legislatura este proyecto en el Parlamento Canario, enmarcado dentro de los cinco ejes siguientes: 1) Mejora de la accesibilidad vial en los puntos de conflicto relacionados con los puertos marítimos; 2) Aumento de la competitividad del transporte local, nacional e internacional; 3) Mejora de la integración regional; 4) Apoyo a la dimensión social y 5) Integración de medidas medioambientales.

Pensar en un desarrollo que no lleve del brazo el bienestar social constituye un retroceso del camino recorrido por la humanidad, por cuanto los modelos socioeconómicos a seguir deberían ser precisamente para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de estas islas. De ahí que cualquiera que sea la forma de desarrollo que se adopte, debe tener como base un mayor bienestar de la población, la lucha contra el cambio climático y la preservación de la biodiversidad.

Por tanto, tendremos que seguir vigilantes para que no se acometa este nuevo atentado contra nuestro litoral. 

Estamos convencidos de que utilizar el puerto de Granadilla hace innecesario el puerto de Fonsalía.

La crisis sanitaria, social y económica que nos azota, podría llevarnos a la conclusión de que la denominada nueva normalidad ya no debería ser igual que la de antes, volviendo a cometer los mismos errores que nos han llevado a la actual situación: excesiva dependencia del turismo y de la construcción, escasa diversificación económica, daños irreparables a nuestro territorio y a nuestra biodiversidad, pensamiento dominante de crecimiento insostenible e infinito, deslocalización de empresas, trabajo precario, abandono de lo público y de los cuidados,…

La Unión Europea ha situado los límites para la concesión de las ayudas y subvenciones del plan Next Generation y del React-UE: digitalización, pacto verde europeo, lucha contra la pobreza, la ley de cambio climático y transición energética, la economía circular o la igualdad de oportunidades. Frente al excesivo peso del neoliberalismo y el dominio absoluto de los mercados deberíamos avanzar aún mayor equilibrio entre lo público y lo privado, primando lo público y lo social, y fortaleciendo el papel de los Estados.