En el post anterior pudimos comprobar como, a pesar de los avances, seguimos dependiendo de los combustibles fósiles para generar nuestra electricidad, para movernos de un lado a otro de la isla, refrigerar nuestros edificios, mantener nuestra industria turística y, en definitiva, mantener nuestra actividad económica. Nuestras centrales térmicas, nuestras calderas y nuestros motores de combustión siguen respondiendo a un modelo que debe ser transformado urgentemente hacia otro de cero emisiones netas.
Es cierto que un 24% de penetración de renovables es muy buena cifra si la comparamos con los datos de hace unos pocos años, puesto que se ha producido un incremento muy significativo, tal y como podemos observar en la gráfica anterior. Un incremento de un 173% es una cifra bastante alta, pero, ante los retos que nos enfrentamos, no podemos ser condescendientes.
Debemos llevar a cabo una expansión masiva de las energías renovables allí donde sea posible hacerlo y debemos comenzar por el autoconsumo de energía solar, es decir, debemos intensificar la instalación de plantas fotovoltaicas en azoteas y cubiertas. Ese proceso ya está en marcha y lo hemos venido a llamar la “revolución de las azoteas”. En los últimos dos años hemos multiplicado por 6 la potencia instalada en nuestras cubiertas, pero todavía podemos hacer más.
En primer lugar, debemos acelerar la puesta en marcha de los objetivos del plan REPower EU y exigir, al menos al sector público, la máxima potencia que se pueda instalar en las cubiertas de cualquier edificio de nueva construcción y acometer la instalación de energía solar en todo el parque público de viviendas. El nuevo Plan Especial de INFECAR, entre cuyos objetivos destaca el convertir al recinto en “carbono positivo”, es un buen ejemplo de ello. Además, el nuevo pabellón de INFECAR se está diseñando con los máximos estándares de sostenibilidad para obtener el nivel más alto de la certificación BREEAM. No concibo que hoy en día se proponga la construcción de un edificio público sin plantear un ecodiseño de consumo casi nulo. La función ejemplarizante de la administración pública es primordial en la transición energética pues tiene la capacidad de subir el listón de requerimientos sostenibles y acelerar la descarbonización del sector de la construcción.
Y, por otro lado, debemos seguir manteniendo las ayudas al autoconsumo individual y colectivo, así como intensificar las campañas de sensibilización. La energía solar debe articularse, allí donde sea posible, sobre proyectos comunitarios tal y como se está llevando a cabo en polígonos industriales como el de Arinaga o en barrios como Siete Palmas. Esa visión comunitaria es la que debe poner a las personas en el centro de la transición energética a través de políticas inclusivas. Tenemos que ser capaces de crear un entorno en el que la apuesta por las renovables, por estilos de vida sostenibles o por la economía circular sea una elección posible para todas y todos.
Otro desafío es como expandir la energía solar más allá de las cubiertas y azoteas. En este sentido debemos ser capaces de compatibilizar la soberanía energética con la protección de la biodiversidad y la producción de alimentos. Creo que debemos acelerar la introducción de la agrovoltaica en Gran Canaria, no solamente por los beneficios energéticos sino también por lo que puede suponer en cuanto a la adaptación al cambio climático. Ante un escenario con sequías más prolongadas, los módulos fotovoltaicos generan sombra y ayudan a que el suelo retenga agua.
Ya en las jornadas técnicas de última edición de Canagua&energia participó una técnico del Instituto Fraunhofer, para poner sobre la mesa las ventajas de la agrovoltaica para una isla como la nuestra.
Por otro lado, la eólica en tierra también ha crecido mucho en los últimos años tal y como podemos comprobar en este gráfico:
En todo caso, el futuro de la eólica en Gran Canaria pasa mayormente por la repotenciación de los parques obsoletos en tierra y la futura instalación de la eólica marina flotante en las áreas designadas en el Plan de Ordenación del Espacio Marítimo recientemente aprobado. Para llegar a cero emisiones netas necesitamos electrificar nuestro sistema energético y eso significa, por ejemplo, sustituir las calderas por bombas de calor o expandir el vehículo eléctrico. En otras palabras, vamos a tener que producir mucha más electricidad “verde” y para ello va a ser clave la eólica marina, que deberá iniciar su cuenta atrás en fechas próximas.
Todo ello debe ir acompañado de un despliegue de sistemas de almacenamiento que brinden seguridad, fiabilidad e integración en el sistema eléctrico de Gran Canaria. La generación de energía renovable y el almacenamiento de energía son tecnologías altamente complementarias, que ayudan a abordar los problemas que surgen de la intermitencia, especialmente en niveles de penetración de energía renovable muy altos. En este caso va a ser clave el Salto de Chira, una central de hidrobombeo que permitirá aumentar las energías renovables y evitar que una parte de la energía generada no pueda integrarse en el sistema energético de Gran Canaria. Esta gran batería deberá complementarse con otros sistemas de almacenamiento, sobre todo a media y pequeña escala. Como afirmaba en el post anterior, las redes inteligentes estructuradas alrededor de comunidades energéticas integrarán energía renovable, almacenamiento de energía y tecnologías digitales.
En este caso la innovación tecnológica va a jugar un papel muy importante junto con la innovación social. Tanto la ULPGC como los centros de formación profesional van a jugar un papel un papel clave como apoyo a despliegue de comunidades energéticas. Estoy seguro de que ya se están atisbando nuevos nichos en los que actuar todos juntos de manera innovadora si queremos acelerar la transición energética. En este sentido, la responsabilidad no recae únicamente en las comunidades energéticas, sino también en las empresas. No basta con mejorar la eficiencia energética de las luminarias de una industria o de un hotel, debe haber un compromiso para calcular la huella de carbono, elaborar una estrategia de descarbonización y acceder a las mejores tecnologías y ayudas disponibles. En breve lanzaremos iniciativas desde el Cabildo con ese objetivo.
Sin duda, un modelo de desarrollo orientado hacia cero emisiones netas puede beneficiarnos económicamente por diferentes razones:
- Incrementará nuestra soberanía energética y reducirá las importaciones de combustibles fósiles
- Generará prosperidad económica y nuevos nichos de empleo.
- Abaratará las facturas domésticas a medio plazo.
Ahora bien, tanto el gobierno central como el canario deben empoderar a las entidades locales para liderar esta transición energética. Creo que estamos viviendo una sobreproducción de estrategias y planes que no ha estado acompañada de una transformación profunda de la realidad. Este asunto merece una reflexión colectiva para proporcionar tanto a los actores interesados como a las instituciones locales instrumentos, recursos humanos y financiación para las iniciativas de cero emisiones netas si realmente queremos alcanzar dichos objetivos en el 2040. En mi opinión, ya tenemos un marco estratégico suficientemente sólido. Ahora toca trabajar para que los siguientes diagnósticos energéticos de Gran Canaria muestren una tendencia mucho más clara e inequívoca hacia un modelo más sostenible impulsado por energías limpias. El futuro de nuestro modo de vida será verde o no será. Queda mucho por hacer y no queda tiempo que perder.