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Refugiados palestinos

La situación de los palestinos en el exterior representa uno de los dramas sin resolver más doloroso de nuestro tiempo, aunque la ONU lo mitigue con recursos escasos. El regreso a sus tierras todavía ocupadas depende de la solución política que finalmente salga de la crisis palestino-israelí. Si se cumplen las resoluciones de la ONU sobre los territorios ocupados y suponiendo un Estado palestino digno de nombre, la vuelta a casa dejará de constituir un sueño imposible iniciado en 1948 con los primeros expulsados, la segunda oleada de 1967 y las siguientes. Israel de ninguna manera está dispuesto a ese retorno, porque tendría que enfrentarse a los propietarios de las tierras confiscadas ilegalmente durante todos estos años y a un aumento de la población palestina. Hablar de provisionalidad resultaría un sarcasmo a estas alturas. Uno de cada tres refugiados en el mundo pertenece al pueblo palestino. Las estadísticas precisan la existencia de unos 7 (siete) millones de desplazados/refugiados palestinos a principios de 2003. El mismo informe contempla tres grupos de expulsados: el mayor proviene de 1948; el segundo está compuesto por los desplazados de Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza en 1967; la tercera categoría incluye a quienes no forman parte de los refugiados de 1948 ni de 1967, pero se encuentran fuera de los territorios ocupados desde ese año, sin posibilidad de retornar debido a la anulación de la residencia, negación a la reunificación familiar, deportaciones o miedo justificado a la persecución. Además, hay dos grupos de desplazados internos que agrupan a 420.000 personas.Los refugiados tratan de situarse lo más cerca posible de sus lugares de origen, incluso en condiciones lamentables, siempre con la esperanza del retorno. También sobreviven en campamentos enclavados en Jordania, Líbano y Siria. La existencia misma de estos centros de refugiados supone un símbolo de la naturaleza temporal del exilio, una forma de empujar por el derecho irrenunciable al retorno y un llamamiento constante a la conciencia colectiva que tampoco ha encontrado eco suficiente en las negociaciones de paz. Falta voluntad política para imponer soluciones adecuadas.Sólo faltaba bombardear un campamento de refugiados situados en Líbano, bajo cualquier razón o disculpa, incluida la antiterrorista. Atacar a los civiles indefensos, abandonados por la comunidad internacional en Naher el Bared, representa un segundo crimen contra víctimas inocentes del exilio forzoso. Intolerable e inhumano, porque siembra el terror en los otros 11 campos de refugiados situados en Líbano. Este precedente significa que cualquier provocación proveniente de un campo podrá considerarse motivo suficiente para atacar militarmente a los refugiados. Mientras, el Consejo de Seguridad de la ONU sigue durmiendo el sueño de los irresponsables, en lugar de sentarse a elaborar una resolución condenando al Gobierno de Fuad Siniora, anunciándole que propondrá sanciones ejemplares.

Rafael Morales

La situación de los palestinos en el exterior representa uno de los dramas sin resolver más doloroso de nuestro tiempo, aunque la ONU lo mitigue con recursos escasos. El regreso a sus tierras todavía ocupadas depende de la solución política que finalmente salga de la crisis palestino-israelí. Si se cumplen las resoluciones de la ONU sobre los territorios ocupados y suponiendo un Estado palestino digno de nombre, la vuelta a casa dejará de constituir un sueño imposible iniciado en 1948 con los primeros expulsados, la segunda oleada de 1967 y las siguientes. Israel de ninguna manera está dispuesto a ese retorno, porque tendría que enfrentarse a los propietarios de las tierras confiscadas ilegalmente durante todos estos años y a un aumento de la población palestina. Hablar de provisionalidad resultaría un sarcasmo a estas alturas. Uno de cada tres refugiados en el mundo pertenece al pueblo palestino. Las estadísticas precisan la existencia de unos 7 (siete) millones de desplazados/refugiados palestinos a principios de 2003. El mismo informe contempla tres grupos de expulsados: el mayor proviene de 1948; el segundo está compuesto por los desplazados de Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza en 1967; la tercera categoría incluye a quienes no forman parte de los refugiados de 1948 ni de 1967, pero se encuentran fuera de los territorios ocupados desde ese año, sin posibilidad de retornar debido a la anulación de la residencia, negación a la reunificación familiar, deportaciones o miedo justificado a la persecución. Además, hay dos grupos de desplazados internos que agrupan a 420.000 personas.Los refugiados tratan de situarse lo más cerca posible de sus lugares de origen, incluso en condiciones lamentables, siempre con la esperanza del retorno. También sobreviven en campamentos enclavados en Jordania, Líbano y Siria. La existencia misma de estos centros de refugiados supone un símbolo de la naturaleza temporal del exilio, una forma de empujar por el derecho irrenunciable al retorno y un llamamiento constante a la conciencia colectiva que tampoco ha encontrado eco suficiente en las negociaciones de paz. Falta voluntad política para imponer soluciones adecuadas.Sólo faltaba bombardear un campamento de refugiados situados en Líbano, bajo cualquier razón o disculpa, incluida la antiterrorista. Atacar a los civiles indefensos, abandonados por la comunidad internacional en Naher el Bared, representa un segundo crimen contra víctimas inocentes del exilio forzoso. Intolerable e inhumano, porque siembra el terror en los otros 11 campos de refugiados situados en Líbano. Este precedente significa que cualquier provocación proveniente de un campo podrá considerarse motivo suficiente para atacar militarmente a los refugiados. Mientras, el Consejo de Seguridad de la ONU sigue durmiendo el sueño de los irresponsables, en lugar de sentarse a elaborar una resolución condenando al Gobierno de Fuad Siniora, anunciándole que propondrá sanciones ejemplares.

Rafael Morales