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RIP de Nueva Canarias

Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias- Bloque Canarista.

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Llevaba cavilando este artículo, el principio del fin de Nueva Canarias, desde hace unos días. Estaba a la espera de que el sumo pontífice hablara. Román dixit: “Se repiten, 20 años después, las diferencias entre el insularismo de ATI-CC y el nacionalismo de NC”.  Sin atisbo de autocrítica, tacha de insularista a esa inmensa mayoría que ha decidido escindirse del rodillo inmovilista de Román y Carmelo.

Y esto lo dice el hombre que ideó y gestó la alianza de NC con el PIL del condenado por corrupción Dimas Martín. Sin pestañear ni despeinarse las cejas. Román y Carmelo, los putos amos de NC desde el minuto uno, tenían que haber dimitido hace tiempo. Cuando el líder del partido no logró su acta de diputado en el Parlamento de Canarias en los últimos comicios tenía que haberse mandado a mudar ipso facto. No sólo no acató el veredicto de las urnas sino que dio un salto mortal con red –por supuesto que con red- para seguir viviendo del erario público.

Pero Román tenía que haber abandonado la política mucho antes, cuando saltó a la luz que había maquinado, con la complicidad de Carmelo, la compra por parte del Cabildo de Gran Canaria de unos terrenos en Amurga. ¿Y de quién eran esos terrenos? De la esposa y cuñados de Román. Esta maniobra se hizo a la zorruna; ni siquiera Antonio Morales estaba enterado. ¿Lecciones de ética, Román?

¿Y qué decir de Carmelo? Está claro que son dos perfiles diferentes. Mientras a Román le encanta la buena vida desde su dúplex de Ciudad Jardín, Carmelo es un hombre austero; pero a ambos les une la máxima “o estás conmigo o contra mi”. No hay medias tintas. Carmelo también tenía que haber dimitido hace tres años  ya que era secretario de organización de NC cuando el partido se fundió a negro y dejó de existir en el Registro de Partidos del Ministerio de Interior por no cumplir sus obligaciones legales. Este episodio es insólito en el panorama político de nuestro país; ni los partidos que caben en un taxi han cometido semejante torpeza. No solo no dimitió sino que todavía sigue al frente de la organización –todo un eufemismo- de un partido en liquidación.

¿Los renovadores, como se autodenominan, son de fiar? Les avalan los votos para reivindicar poder. La fuerza electoral de NC está en la masa electoral de los municipios de Gran Canaria. Excepto en Telde, que fracasó estrepitosamente en las últimas municipales por la pésima gestión de la exalcaldesa Carmen Hernández –protegida de Román, por cierto-, los grandes nichos de votantes son afines a los renovadores. Nadie puede discutir la buena gestión de los alcaldes que han liderado la revuelta contra Román y Carmelo.

Teo Sosa es el faro del nuevo partido que se está gestando y será su candidato al Cabildo. Está pactado con Antonio Morales. El líder de Roque Aguayro ha mantenido con inteligencia un rol institucional para no desestabilizar el gobierno insular, pero está claramente alineado con los renovadores, como pone de manifiesto el posicionamiento de su delfín Óscar Hernández, el hombre que le sustituyó al frente de la alcaldía de Agüimes y la otra cara visible junto a Teo en el proceso de desconexión con el difunto NC.

Tanto Óscar como Teo han demostrado su eficaz capacidad de gestión al frente de sus respectivos ayuntamientos. Lo de Teo es de tesis doctoral de ciencias políticas. Alcalde desde hace cinco legislaturas, en la primera se convirtió en el primer alcalde de España en ejecutar un ERE ante la cantidad de enchufados que cohabitaban en el consistorio. Sosa se arriesgó a perder los posibles votos de las familias de los afectados por el ERE, pero el respaldo electoral creció. Y en las últimas municipales, fue el más votado de España. Por algo será.

¿Pero son de fiar? ¿El nuevo partido repetirá el funcionamiento piramidal que ha caracterizado a NC? ¿Estarás conmigo o contra mi? El tiempo lo dirá, pero hay un detalle que no gusta: las votaciones de las asambleas locales que han aprobado la separación de NC se han realizado a mano alzada. La democracia exige voto secreto. Por supuesto que el resultado no hubiese variado, pero votar a la vista de la militancia condiciona. Este extremo, sin embargo, no resta mi satisfacción por el principio del fin de un personaje inefable de la política de Canarias al que tuve en estima.  Hasta que estalló el caso Amurga.

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