Espacio de opinión de Canarias Ahora
Septiembre te espero despacito, pero con ganas
Agosto se despide con una vorágine de sentimientos por todos los momentos vividos durante el verano. Llega septiembre y “las campanas se oyen sonar, haciendo que La Aldea tiemble por lo que está por llegar”, escribía Juan Carlos Suárez hace unos años. El noveno mes del año abre camino hacia al destino que guarda nuestros primeros recuerdos y donde la calidez de nuestra gente nos abraza. Este rincón desde donde el sol se despide, donde la vida se aferra y donde las risas resuenan. Donde cada calle y paisaje se convierten en hogar, este valle del noroeste de Gran Canaria donde tan bien se está.
Lo decía el pasado año en un post de Instagram Álvaro Valencia “no hay palabras para definir este sentir”. Y yo le respondía: “no, no las hay”.
Se puede explicar, claro, pero las palabras nunca serán tan certeras. Podríamos decir que el corazón late muy fuerte cuando se acerca el momento de escuchar retumbar unas campanas. Que la piel se eriza para preparar esa adrenalina que parece ir en aumento año tras año y que las sonrisas delatan la felicidad de los encuentros y de ese volver, que, aunque nunca te hayas ido, tiene tanto significado. También que hay miles de lágrimas que se camuflan bajo gafas de sol y que es día de impregnarse en el calor humano de los abrazos más sinceros.
Pero, claro, no sé si lo entiendes.
Quizás. Solo quizás, podríamos explicar que mientras para el resto del mundo septiembre es el mes de los comienzos, para nosotros es el de la pausa. La parada obligatoria para regresar a casa, para disfrutar de esa magia que inunda el pueblo. Para dejarte llevar y fluir con esa melodía que resuena en cada calle, en cada hogar.
Es septiembre ese momento para conectar con nuestras raíces y hacer más vivo que nunca el sentimiento de pertenencia y de comunidad que nos recuerda de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Ese sentir que nos da la seguridad de este espacio que nos acoge y nos hace ser parte de algo grande. Muy grande. Que siempre nos espera. Porque no importa el rumbo que coja cada uno, siempre nos encontramos en casa.
Es el mes de los reencuentros, de volver a este “solar de encuentros felices” al que tantas veces ha cantado Óscar Valencia. El que cambia el rumbo del verano para despedir el año y dar la bienvenida al comienzo a todo lo que está por llegar, como la tan esperada zafra que tantas alegrías nos debe dar.
Quizás la lejanía a la que hemos estado sometidos, la lucha que ha traspasado fronteras, el sentimiento más puro o, simplemente, porque nos sale del alma, porque está sellado en nuestra raíz. La que nos conecta con nuestra historia, cultura y tradiciones, la que nos enseña valores y lecciones. Esa raíz tan necesitada de regar, cuidar y amar.
Es el 9, es el 10 y es el 11, pero yo estoy esperando el día 1. Sí, a las 12.00 horas. Donde siempre. Despacito, pero con ganas.
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