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El séptimo escalón y la pensión

Carlos Juma / Carlos Juma

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Por una parte la consejera de turismo que deja a los canarios con caras enrojecidas en sus públicas apariciones. Muestra inequívoca de porqué estamos a la cola en educación.

Vemos y comprobamos como la adicción al poder hace de las suyas con más fuerza que el tabaquismo. Vuelven a la carga política ese grupúsculo de personas al cobijo de un partido de reciente creación cuyo nombre omito por simple ejercicio de salud mental. Con sus siglas tan parecidas a las ya reinantes hacen un juego de equívocos con los colores del partido de nomenclatura presidencial “escocida”. Si ya fuéramos pocos, parió la abuela.

No parece que los sentimientos de vergüenza política afloren en estas islas, antes al contrario. Todos ellos, hormigas emitiendo feromonas, ansiosas de ser cubiertas por el Hormigón Armado de los presupuestos arrancados al pueblo mismo, caminan con paso firme hacia la cima del mamotreto más puro.

Dejemos a un lado lo de las generalizaciones, y píquese cada cual con su ajo.

Las propuestas que salen por boca de los ciudadanos son las que persiguen la limpieza en el juego democrático, la transformación en servidores de lo público, - misión imposible-, de esta impresentable casta política. Eso es, en parámetros no mensurados, una de las demandas este pueblo canario.

¿Es que no hay un solo político que acepte el salario mínimo interprofesional como pago a su trabajo? Sea esta la primera propuesta.

¿No va bien tu trabajo particular?, nada, nada, volvamos a la vida pública, cual meretrices, para chupar del Porteño (bote) o para ser empleados como familiares, amigos y correligionarios.

El que se vaya de la vida política, que no se reintegre antes de cincuenta años. Sea esta la segunda propuesta del lote.

Quienes hacen de la política un ejercicio de enriquecimiento dinerario y adicción al poder (que bien aquello de la erótica) les importa un carajo, -sensu estricto-, el pueblo al que dicen servir. Al trabajo en guagua, y con bono, tercera propuesta. Y así sucesivos exquisitos.

¿Cómo es posible que no se les caiga a trozos la facies leonina propia de la lepra política en la que están instalados?

Siguiendo el curso de las prebendas y dado que el ejercicio de la política produce cuantiosas pérdidas dinerarias, según afirma el seis escalones alias salmón de las islas, nada mejor que un sueldecito vitalicio para los que fueron presidentes de la autonómica canariensis, como si esto fuera jauja.

Ya sabemos, un escalón más, nunca hay séptimo malo, y a vivir en el hotel de lujo porque la pensión es para los que se han roto el culo trabajando.

Nos siguen tomando por tontos pero esto los debería llevar, cuanto menos, a sentir miedo y vergüenza,- aunque de esto, a tenor de las propuestas que hacen, carecen-, porque la indignación se puede transformar en ira y ya está bien de mamar del bote y de la leche del Teide que para eso no tiene forma de teta sino para punta del orgullo del sentimiento canario.

Aquí caben varias soluciones, pasando algunas de ellas por darse de baja en el país. ¿Pagar tributos para esto? Hasta la lista del bote en Madrid pide “rebelión fiscal”.

Por un político ejemplar, que no niego que lo haya, hay cincuenta mil pescadillas mordiendo el cebo del erario público.

Necesitamos políticos eficaces que trabajen por la honra de servir a su pueblo. Ya está bien del sueldo que se disfruta sin merecer, vulgo mamandurria.

En resumen: menos advenedizos con propuestas de cambiarlo todo para seguir igual y de inventarse nuevos espacios donde no cabe ni una paja política.

A la calle, por vergüenza propia y ajena, quién siendo consejera no distingue el cloruro sódico de un apellido. ¿La única sal que conoce es la del sal-ario?

Y para pensiones la del Pilar en Moya.

Carlos Juma

Por una parte la consejera de turismo que deja a los canarios con caras enrojecidas en sus públicas apariciones. Muestra inequívoca de porqué estamos a la cola en educación.

Vemos y comprobamos como la adicción al poder hace de las suyas con más fuerza que el tabaquismo. Vuelven a la carga política ese grupúsculo de personas al cobijo de un partido de reciente creación cuyo nombre omito por simple ejercicio de salud mental. Con sus siglas tan parecidas a las ya reinantes hacen un juego de equívocos con los colores del partido de nomenclatura presidencial “escocida”. Si ya fuéramos pocos, parió la abuela.