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Si Vox se va y los menores se quedan el problema es el Partido Popular

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La espantada de Vox ha convertido la actualidad en un circo de seis pistas sobre las que actúan las presidentas de Extremadura y Baleares y los presidente de Valencia, Murcia, Aragón y Castilla y León, que se han quedado en la cuerda floja tratando de aguantar sin la red que se llevó Vox, ante la atenta mirada de los medios, convertidos en el tema estrella en todas las tertulias.

Por seguir con el símil circense, o no, es lógico que la payasada de Vox acapare por completo la atención, ya que la actualidad demanda adrenalina e incertidumbre para continuar en el carrusel de emociones que ha supuesto el eterno ciclo electoral del último año.

Lo cierto, sin embargo, es que el problema que presuntamente llevó a Vox a romper sus pactos sigue exactamente en la misma situación, ya que Vox se marcha de los gobiernos pero los menores se quedan en Canarias.

El simulacro de acuerdo alcanzado la semana pasada en la Conferencia Sectorial constituye una auténtica vergüenza y un desprecio brutal a Canarias y a su gente y demuestra una deleznable falta de humanidad, una carencia absoluta de valores, pues no da respuesta a las necesidades de seis mil menores.

Seis mil menores hacinados en condiciones que carecen de la más mínima dignidad, la mayor parte de ellos sin escolarizar, sin ningún tipo de actividad organizada que les permita ocupar las horas vacías que se suceden un día tras otro y sin la atención psicológica imprescindible para tratar de recomponer su vida después del trauma del viaje.

Esa insoportable realidad ha quedado ahora sumida en la oscuridad, pues los focos se han colocado sobre el circo y comienzan las apuestas sobre quién y cuándo caerá y se hacen listas de que payasos se negaron o se negarán a abandonar el circo, en contra de las instrucciones del jefe de la troupe. 

Mientras, Feijóo en su papel de dueño del circo y promotor de espectáculos, se jacta de no haber aceptado el chantaje de los payasos, una insoportable boutade a la altura de su famoso no soy presidente porque no quiero.

El problema real no lo tiene Feijóo con Abascal, lo tiene con los suyos, que no quieren en modo alguno una reforma legal que obligue a compartir entre todas las comunidades la tarea de acoger a los menores extranjeros no acompañados.

El problema lo tiene Feijóo con su entorno, después de haber agitado el espantajo de la xenofobia y el racismo, después de haber utilizado de manera repugnante a los menores como banderín electoral.

El problema, y esa es la clave, es la lamentable ausencia de valores y liderazgo de Feijóo.

Alguien que aspira a gobernar España, aunque esta vez no quiso, no puede dar la espalda a Canarias y, mucho menos, despreciar las necesidades de seis mil menores por puro cálculo electoral.

Feijóo podrá acumular disculpas una sobre otra, como hizo con la renovación del Consejo General del Poder Judicial, pero no va a ser capaz de encontrar una razón válida para justificar su desprecio a Canarias y su falta de humanidad con seis mil menores.

La espantada de Vox ha convertido la actualidad en un circo de seis pistas sobre las que actúan las presidentas de Extremadura y Baleares y los presidente de Valencia, Murcia, Aragón y Castilla y León, que se han quedado en la cuerda floja tratando de aguantar sin la red que se llevó Vox, ante la atenta mirada de los medios, convertidos en el tema estrella en todas las tertulias.

Por seguir con el símil circense, o no, es lógico que la payasada de Vox acapare por completo la atención, ya que la actualidad demanda adrenalina e incertidumbre para continuar en el carrusel de emociones que ha supuesto el eterno ciclo electoral del último año.