Soberbia intelectual

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Si prestamos atención a nuestro alrededor, se puede comprobar que hay personas que, curiosa y literalmente, flotan en el aire. De hecho, da la sensación de que caminan como separadas del suelo, unos diez centímetros, con la sana intención de no ofrecer probabilidad alguna al contagio en lo que a las creencias y falta de sabiduría se requiere del resto. La razón principal, entiendo, es que no les hace falta, porque no solo lo saben todo de todo, sino que su visión holística les permite albergar cualquier solución posible, independientemente de la complejidad de los problemas a los que se pudieran enfrentar. Son personas que ven en la multitud borreguismo. Son personas que no entienden que hay partes de la sociedad que se mueven por una pasión o simplemente porque están tan vacías sus vidas que necesitan un estímulo colectivo para sentirse mejor. Son personas que aseguran, que hay situaciones en las que no hay que mostrar ni acción ni reacción alguna al encontrarse en una situación banal, sin poso, ya descartadas únicamente porque está respaldadas por las masas, como bien podrían ser, por ejemplo, las propias competiciones deportivas o una celebración festiva. 

En concreto, haciendo una mínima pausa, pudiera verse cuestionable que, dirigir cantidades ingentes (e indecentes, si se me permite) de dinero para crear clubes o fiestas que pudieran tener más presupuesto que algún territorio que otro, se acoge a la máxima de la identificación y la defensa de unos colores, de unas señas de identidad, algo que se vería como ilógico, aunque también hay que verlo desde la perspectiva de una empresa rentable que lo que busca es invertir para multiplicar.  Ahora bien, seguro que cada cual tiene ejemplos similares en donde si se muestra algún aprecio que se alejara de un documental sesudo, ya no se estaría a la altura intelectual mínimamente requerida para poder ser una persona elegida por la divinidad y, si apuran mucho, ni para convivir con el resto de la humanidad porque no se está en disposición de poseer un certificado que avale una supuesta virginidad ideológica, donde la ética y la moral presentan un perfecto equilibrio. 

No se debe pensar, igualmente, que se ha de poseer unas altas capacidades formativas, tanto desde la perspectiva académica como experiencial. Basta con ser una persona desinhibida y osada. Pensemos que las comunidades sociales tienden a la acumulación y al poder para poder sobrevivir y no siempre ha estado en manos de los que más formación ostentan. Por esa razón, cuando se detenta pudiera parecer que accedemos a un plano cercano a la inmortalidad, porque nada malo nos puede pasar. Y nada más lejos de la realidad, porque lo que realmente hace avanzar es el reconocimiento humilde la de la ignorancia, haciendo aparecer a la sensatez.

Todas las personas somos buenas, hasta que se demuestra lo contrario, donde los rasgos morales deseables muestran las mayores diferencias entre los sujetos. Y lo mismo ocurre con los rasgos negativos, que son adjudicados con más frecuencia a los otros. Y es a partir de aquí donde se plantea una importante paradoja: ¿por qué la mayoría de las personas consideran que son un dechado de virtudes, pero pocas personas perciben esta abundancia de virtud en los demás? That´s the question. Por esa razón, si mostramos hartazgo hacia ese tipo de personas, hay un método infalible para deshacerse de ellas, emitiendo un único interrogante. Este es “Quién”. En el 99,99% de los casos responderán con otra pregunta de similares características, como es “¿Quién?”. A lo que hay que responderles: Que quién te ha preguntado…