Espacio de opinión de Canarias Ahora
Solo existe el “español silbado en Canarias”
En la sesioÌn parlamentaria del pasado mieÌrcoles, se establecioÌ un intensiÌsimo debate que tuvo como protagonista una manifestacioÌn cultural que pertenece a mi historia familiar: el silbo (a secas, como se le conoce en El Hierro y, por supuesto, tambieÌn en La Gomera). AuÌn recuerdo cuando mis padres, en los anÌos noventa, se sorprendiÌan del valor que les habiÌan otorgado los gomeros a lo que era una insignificante herramienta de trabajo para ellos, sus padres y abuelos: «¡Pero, si eso en El Hierro ha existido de toda la vida!», sentenciaba mi madre, mientras escuchaba una noticia sobre el silbo gomero en el telediario. En su generacioÌn, la masiva emigracioÌn herrenÌa a Venezuela hizo que muchas de las cadenas de transmisioÌn del silbo, ligadas a la ganaderiÌa de suelta, la agricultura de subsistencia y la pesca de canÌa, se rompieran. Solo quedaron unas cuantas, cuyos uÌltimos eslabones son los, aproximadamente, setenta silbadores herrenÌos que quedan vivos. Por suerte, puedo decir que uno de ellos es mi tiÌa, donÌa Trinidad PadroÌn Peraza, de 78 anÌos y natural de El Mocanal, que aprendioÌ a silbar con su abuelo.
Desgraciadamente, en El Hierro el silbo ha tenido una fortuna distinta a La Gomera. Ello se debe, sobre todo, a que en nuestra fortaleza volcaÌnica no hubo un puerto en condiciones hasta bien entrado el siglo pasado. Esto, junto a su lejaniÌa de Tenerife, significoÌ, entre otras calamidades, no poder recibir un turismo regular que se maravillara ante una tradicioÌn tan extremadamente cotidiana, local y mecaÌnica para los herrenÌos como era el silbo. Tampoco El Hierro recibioÌ las visitas asiduas de intelectuales urbanitas tinerfenÌos que escribieran sus curiosidades sobre el silbo en artiÌculos periodiÌsticos, ni pudo acoger habitualmente a viajeros extranjeros que lo incluyeran en sus libros. Tal es asiÌ, que el primer estudio que se realiza sobre el silbo herrenÌo se lleva a cabo a finales del s. XIX en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: un contexto totalmente ajeno al uso del silbo.
Hasta hace bien poco, para los herrenÌos el silbo era tan instrumento de trabajo como el palo o hasta, la talega, la podona o el burro. Los herrenÌos no teniÌan grupos de turistas a los que mostrar las maravillas de su silbo para ganarse honradamente unas monedas, no celebraban concursos de silbo para hacerse un nombre dentro de esa cuasi profesioÌn, ni se les llamaba desde Tenerife para hacer exhibiciones de silbo: no contaban con lo que don RamoÌn Trujillo denominoÌ «virtuosos del silbo». Por esto, a ciertos maestros silbadores gomeros, como don Francisco Correa, el silbo herrenÌo les resulta pobre. En teÌrminos similares (aunque con maÌs educacioÌn) se manifestaba el «virtuoso de silbo» don Domingo Plasencia HernaÌndez, en una entrevista concedida al diario La Prensa el 24 de abril de 1935, justo antes de una exhibicioÌn en la Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife: «En El Hierro creo que silban algunas palabras. Pero de “relance” las dicen claras». La historia, en cierta manera, se repite casi un siglo despueÌs.
El folclorismo ha ido desplazando la funcioÌn instrumental del silbo, que nacioÌ en un contexto determinado y para un uso concreto, hacia un empleo meramente ornamental que ha alterado tanto la funcioÌn (mensajes largos a distancias cortas) como la forma (cuatro vocales frente a dos) del silbo gomero tradicional. El silbo herrenÌo, sin embargo, gracias a su aislamiento, se ha conservado fiel a su uso tradicional: mensajes cortos a distancias largas. Por
este motivo, ademaÌs de por los obvios, desarrollados en mi artiÌculo anterior, el silbo herrenÌo no puede llamarse silbo gomero: no ha sido ni es una cuasi profesioÌn, ni un espectaÌculo folcloÌrico, ni mucho menos una marca registrada en la Oficina de Patentes y Marcas.
El silbo de El Hierro ha pasado casi totalmente desapercibido para los canarios, y por eso no ha formado parte de la imagen necesariamente exoÌgena del herrenÌo. En este sentido, el profesor Morera tiene algo de razoÌn cuando afirma que solo existe el silbo gomero. Me refiero a que el espanÌol silbado en La Gomera ha trascendido mucho maÌs allaÌ de su uso tradicional y de su expresioÌn local, convirtieÌndose en siÌmbolo de lo gomero. Testigo de ello es el exoÌnimo silbo gomero, con el que solo los no gomeros reconocen esta manifestacioÌn cultural. No obstante, tanto para los gomeros como para los herrenÌos, es solo silbo (a secas).
Tampoco le faltaba razoÌn a la portavoz del Partido Popular de Valverde donÌa MariÌa del Carmen Morales cuando, en 2017, sostuvo en un Pleno que El Hierro nunca habiÌa tenido una tradicioÌn silbadora con peso suficiente: este fue el principal argumento de la intervencioÌn del senÌor Curbelo en el debate del mieÌrcoles pasado. En efecto, en El Hierro, el silbo posee un marcado componente social y local: silbar significa ser rabonegro. Esto es, baÌsicamente, ser campesino y haberse criado en un pueblo diferente al de la Villa. Es normal que, para esta senÌora, el silbo herrenÌo no exista, como tampoco existiriÌa para miÌ el silbo gomero, de no tener acceso a los medios de comunicacioÌn de masas. Pues, pese a haber visitado La Gomera asiduamente durante veinte anÌos, jamaÌs he oiÌdo silbar a nadie. Obviamente, ello se debe a que, al igual que donÌa MariÌa, no he estado inmerso en los contextos de uso del silbo.
«Eso es como hablar», deciÌa el pastor nonagenario don Berto CastanÌeda en una de las numerosiÌsimas entrevistas publicadas en el canal Silbo HerrenÌo de YouTube. Y no hay frase popular que describa tan acertadamente el funcionamiento de los denominados lenguajes sustitutivos. AsiÌ pues, el silbo herrenÌo no puede haber copiado la foneÌtica del silbo gomero, tal y como sostuvo el senÌor Curbelo en su intervencioÌn. Simplemente, porque los aspectos foÌnicos del silbo gomero, como los del silbo herrenÌo, estaÌn tomados de la lengua espanÌola que se habla en esas islas. Si los silbadores herrenÌos han copiado la foneÌtica a los gomeros, como dice el senÌor Curbelo, fue porque estos antes se la copiaron a GarciÌa MaÌrquez, a GarciÌa Lorca, a DariÌo, a Valle-InclaÌn, a BeÌcquer, a GoÌngora, a Cervantes, a Manrique, a Mena, a Juan Manuel, a los trovadores... y asiÌ hasta llegar a las Glosas Emilianenses y Silenses. La foneÌtica del silbo gomero es un patrimonio universal, sin que tenga que manifestarse la UNESCO al respecto, porque se basa en la foneÌtica de los casi 500 millones de hispanohablantes.
Tras haber visualizado el debate parlamentario, tengo claro que los lenguajes silbados de Canarias no pueden seguir siendo un negocio, ni mucho menos objeto de mezquindades poliÌticas. SeriÌa necesario crear una CaÌtedra Cultural de Silbo menos parcial que la actual CaÌtedra Cultural de Silbo Gomero para que los profesionales encargados de ella no dependieran econoÌmicamente del Cabildo de La Gomera y asiÌ poder estudiar con todo el rigor y la independencia necesarios los lenguajes silbados de Canarias. Considero que, en este sentido, el primer paso es referirse al fenoÌmeno como lo que es, evitando cualquier afaÌn de apropiacioÌn: «espanÌol silbado en Canarias». AdemaÌs de en La Gomera, actualmente se sabe que tambieÌn se ha silbado ininterrumpidamente en El Hierro desde hace, al menos, 150 anÌos. HabriÌa que estudiar detenidamente la historia del silbo en las Islas, incluyendo tambieÌn, al menos, Tenerife y Gran Canaria para sacar unas conclusiones globales y poder hablar sin prejuicios sobre el silbo canario.
En la sesioÌn parlamentaria del pasado mieÌrcoles, se establecioÌ un intensiÌsimo debate que tuvo como protagonista una manifestacioÌn cultural que pertenece a mi historia familiar: el silbo (a secas, como se le conoce en El Hierro y, por supuesto, tambieÌn en La Gomera). AuÌn recuerdo cuando mis padres, en los anÌos noventa, se sorprendiÌan del valor que les habiÌan otorgado los gomeros a lo que era una insignificante herramienta de trabajo para ellos, sus padres y abuelos: «¡Pero, si eso en El Hierro ha existido de toda la vida!», sentenciaba mi madre, mientras escuchaba una noticia sobre el silbo gomero en el telediario. En su generacioÌn, la masiva emigracioÌn herrenÌa a Venezuela hizo que muchas de las cadenas de transmisioÌn del silbo, ligadas a la ganaderiÌa de suelta, la agricultura de subsistencia y la pesca de canÌa, se rompieran. Solo quedaron unas cuantas, cuyos uÌltimos eslabones son los, aproximadamente, setenta silbadores herrenÌos que quedan vivos. Por suerte, puedo decir que uno de ellos es mi tiÌa, donÌa Trinidad PadroÌn Peraza, de 78 anÌos y natural de El Mocanal, que aprendioÌ a silbar con su abuelo.
Desgraciadamente, en El Hierro el silbo ha tenido una fortuna distinta a La Gomera. Ello se debe, sobre todo, a que en nuestra fortaleza volcaÌnica no hubo un puerto en condiciones hasta bien entrado el siglo pasado. Esto, junto a su lejaniÌa de Tenerife, significoÌ, entre otras calamidades, no poder recibir un turismo regular que se maravillara ante una tradicioÌn tan extremadamente cotidiana, local y mecaÌnica para los herrenÌos como era el silbo. Tampoco El Hierro recibioÌ las visitas asiduas de intelectuales urbanitas tinerfenÌos que escribieran sus curiosidades sobre el silbo en artiÌculos periodiÌsticos, ni pudo acoger habitualmente a viajeros extranjeros que lo incluyeran en sus libros. Tal es asiÌ, que el primer estudio que se realiza sobre el silbo herrenÌo se lleva a cabo a finales del s. XIX en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: un contexto totalmente ajeno al uso del silbo.