Espacio de opinión de Canarias Ahora
¡S.O.S. Tenerife nos roba la regasificadora!
Menos mal que tenemos un alcalde que está pendiente de todo. Lo mismo se nos echa a correr con su perrito por el Parque Santa Catalina como un ciudadano más, oye, que desentierra la Gran Marina, aquel proyecto que paró la inculta Europa, que llegó a cuestionar la legalidad de algo tan lindo, que venía con 30 mil euros de pulseras, y cientos de miles de euros de publicidad institucional, que eran tiempos vacas gordas y se podía sacar la pasta de la caja, que ya habría tiempo de cerrar centros de salud cuando se gastara en propaganda casi todo porque “habíamos vividos por encima de nuestras posibilidades”.
Pues eso, que en estos próximos años de paraíso tenemos empresarios dispuestos a invertir. Deprimimos la avenida marítima (eso, eso, que se depriman las autovías, que ya está bien de que siempre nos deprimamos los mismos), quitamos esos almacenes de la Cruz Roja que sólo sirven para guardar comida y ropa para los africanos. Hacemos la Gran Marina y la Gran Regasificadora. La recuperación del Guiniguada, por ejemplo, puede esperar que eso no da pasta aunque las fotos quedaron muy lindas en la propaganda que pagamos en la campaña electoral de Pepa Luzardo.
¿Quién decidió todo esto?¿El pleno del ayuntamiento?¿El Cabildo?¿El Parlamento canario? Uy, qué preguntas más tontas. Que no estamos en tiempos de plenos, ni de instituciones, ni de organizaciones ciudadanas. En tiempos de la tecnocracia el capital, los señores del dinero, no necesitan disfrazarse de democracia, que no hay que asustar a la prima de riesgo. Esto de la Gran Marina lo dijo el alcalde Cardona a tres días de las elecciones generales (en las municipales dijo otras cosas más profundas que influyeron para lograr la mayoría absoluta con apenas 7 mil votos más).
En la campaña municipal Cardona no se molestó en explicar ni su nueva Gran Marina ni el contrato de su gran cuñada, estaba entretenido en contarnos otras promesas para incumplir: que iba a tener un despacho en la primera planta para que los vecinos no tuviéramos que montar al ascensor si queríamos ver al alcalde, que no iba a liberar a todos los concejales, etc, etc. etc.). Lo de la regasificadora fue la respuesta a un titular del periódico. Allí estaba nuestro alcalde, ante el miedo de que Tenerife se nos lleve la inversión, aquí estamos nosotros. Y detrás vino el presidente de la Autoridad Portuaria, a ofrecer La Isleta. Ninguna reunión de sus partidos, ningún encuentro con asociaciones de vecinos de la Isleta, digo yo, para disimular un poquito, para que parezca que las cosas se deciden atendiendo a un debate con la gente afectada y no simplemente atendiendo a las órdenes de los gascanes beneficiados.
Los vecinos de la Isleta tienen en su memoria colectiva aquel día de la década de los cincuenta en el que salieron de sus casas espantados, huyendo en dirección al mar, porque estalló el polvorín que tenían los militares en la Isleta. Los más viejos deberían contar aquella historia que el franquismo ocultó, para que se sepa que con la seguridad de la gente no debe jugarse.
Hablamos de la seguridad (curioso que la misma semana en el que un accidente con gas propano en un hotel provoca 2 muertos y 20 heridos esta gente saca la regasificadora), pero también deberíamos hablar del modelo energético, un debate que sigue sin hacerse porque Endesa (y los políticos de varios partidos que cobran de ella) no nos dejan. Los empresarios y políticos liberales que defienden la regasificadora no nos cuentan que se trata de poner dinero público (ellos que dicen que el mercado se basta por sí solito) para un negocio privado. Se recibirá de Europa más de 250 millones de subvención (¿pero no estábamos en contra de las subvenciones?) y el resto con nuestros impuestos y alguna inversión de Unelco y privada que recuperarán multiplicada por un montón. Con los 500 millones de euros para construir el monstruo en la Isleta se podrían fabricar 416 megawatios de energía eólica (actualmente en Gran Canaria sólo se fabrican 78 megawatios).
Pero los mismos que nos metieron en el modelo económico del cemento, los mismos que han apostado por el desarrollismo en contra del territorio, por la energía fósil, por obedecer a los intereses de una multinacional eléctrica que es la primera empresa de Canarias, los mismos que con un marco fiscal propio que garantiza rebajas de hasta el 90% de sus impuestos y subvenciones a sus importaciones y sus exportaciones, los mismitos que con todas esas particularidades fiscales han situado a Canarias a la cabeza del paro y en la cola de los salarios, son los mismitos que quieren meter una regasificadora en el paraje natural de la Isleta, y ponen a su servicio a los partidos políticos institucionales. Como diría el filósofo: ¡Hay que joderse!
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En twitter: @juanglujan
Juan Garcia Luján
Menos mal que tenemos un alcalde que está pendiente de todo. Lo mismo se nos echa a correr con su perrito por el Parque Santa Catalina como un ciudadano más, oye, que desentierra la Gran Marina, aquel proyecto que paró la inculta Europa, que llegó a cuestionar la legalidad de algo tan lindo, que venía con 30 mil euros de pulseras, y cientos de miles de euros de publicidad institucional, que eran tiempos vacas gordas y se podía sacar la pasta de la caja, que ya habría tiempo de cerrar centros de salud cuando se gastara en propaganda casi todo porque “habíamos vividos por encima de nuestras posibilidades”.
Pues eso, que en estos próximos años de paraíso tenemos empresarios dispuestos a invertir. Deprimimos la avenida marítima (eso, eso, que se depriman las autovías, que ya está bien de que siempre nos deprimamos los mismos), quitamos esos almacenes de la Cruz Roja que sólo sirven para guardar comida y ropa para los africanos. Hacemos la Gran Marina y la Gran Regasificadora. La recuperación del Guiniguada, por ejemplo, puede esperar que eso no da pasta aunque las fotos quedaron muy lindas en la propaganda que pagamos en la campaña electoral de Pepa Luzardo.