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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Toquemos madera

Para el sábado está anunciado el siguiente capítulo. Será en Pamplona, en una manifestación contra la unión de Euskadi y Navarra. El Gobierno niega que haya algo al respecto. Pero eso no importa: allí estarán Rajoy y Esperanza Aguirre; como si la unión de las dos comunidades estuviera subrayada en la agenda de gubernamental; en rojo, claro. El PP quiere mantener la tensión hasta las elecciones de mayo. No le interesa un debate político sosegado en el que pudiera advertirse que no ha habido cataclismo económico, que España no se ha roto con las reformas estatutarias y que en el juicio del 11-M no aparece ETA por ninguna parte. Son las tres principales bazas fallidas de Rajoy, de modo que sólo le queda la del terrorismo para acabar con Zapatero. Y como no quiere perderla también, no presentará moción de censura ni pedirá elecciones anticipadas; a pesar de que, como asegura, “toda España” y los “españoles de bien” están con él, considera más rentable seguir incendiando la calle que razonar en el Parlamento.Prefiere Rajoy los juicios de intenciones. Manifestarse contra lo que supone que el Gobierno estaría dispuesto a hacer poniéndose siempre en el peor de los casos. No tiene pruebas de lo que afirma, pero no importa: le servirá si logra que un número suficiente de españoles se lo crea. Y para ello recurre a lo que sea, incluso a la memoria de los muertos. Aunque por ahí se anda también el ineféibol José Blanco, vocero del PSOE. No se le ocurrió sino afirmar que los manifestantes de Rajoy no sumaban ni la mitad de los muertos en Irak. Quiso aprovechar la confirmación en sede judicial de la autoría islamista de los atentados del 11-M, como venganza por el papel promotor de Aznar en la guerra de Irak, para mezclar ajos con coles. No se puede hacer política con los muertos; ni sacándolos de contexto ni poniéndoles flores ante las cámaras. Penoso.En medio de todo, ha pasado desapercibido el crecimiento en el Magreb de Al Qaeda y las amenazas directas a España por su intervención en Afganistán. La bronca interna hace perder la perspectiva de los peligros externos y no sé si habrá con la que está montada la serenidad y firmeza necesaria para afrontarlos, visto el debilitamiento actual del Estado. Toquemos madera: es lo único que podemos hacer a pie de calle cuando los de arriba están en sus cosas.

Para el sábado está anunciado el siguiente capítulo. Será en Pamplona, en una manifestación contra la unión de Euskadi y Navarra. El Gobierno niega que haya algo al respecto. Pero eso no importa: allí estarán Rajoy y Esperanza Aguirre; como si la unión de las dos comunidades estuviera subrayada en la agenda de gubernamental; en rojo, claro. El PP quiere mantener la tensión hasta las elecciones de mayo. No le interesa un debate político sosegado en el que pudiera advertirse que no ha habido cataclismo económico, que España no se ha roto con las reformas estatutarias y que en el juicio del 11-M no aparece ETA por ninguna parte. Son las tres principales bazas fallidas de Rajoy, de modo que sólo le queda la del terrorismo para acabar con Zapatero. Y como no quiere perderla también, no presentará moción de censura ni pedirá elecciones anticipadas; a pesar de que, como asegura, “toda España” y los “españoles de bien” están con él, considera más rentable seguir incendiando la calle que razonar en el Parlamento.Prefiere Rajoy los juicios de intenciones. Manifestarse contra lo que supone que el Gobierno estaría dispuesto a hacer poniéndose siempre en el peor de los casos. No tiene pruebas de lo que afirma, pero no importa: le servirá si logra que un número suficiente de españoles se lo crea. Y para ello recurre a lo que sea, incluso a la memoria de los muertos. Aunque por ahí se anda también el ineféibol José Blanco, vocero del PSOE. No se le ocurrió sino afirmar que los manifestantes de Rajoy no sumaban ni la mitad de los muertos en Irak. Quiso aprovechar la confirmación en sede judicial de la autoría islamista de los atentados del 11-M, como venganza por el papel promotor de Aznar en la guerra de Irak, para mezclar ajos con coles. No se puede hacer política con los muertos; ni sacándolos de contexto ni poniéndoles flores ante las cámaras. Penoso.En medio de todo, ha pasado desapercibido el crecimiento en el Magreb de Al Qaeda y las amenazas directas a España por su intervención en Afganistán. La bronca interna hace perder la perspectiva de los peligros externos y no sé si habrá con la que está montada la serenidad y firmeza necesaria para afrontarlos, visto el debilitamiento actual del Estado. Toquemos madera: es lo único que podemos hacer a pie de calle cuando los de arriba están en sus cosas.