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Desde el Turia al Guiniguada

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Mientras el canarismo autonomista de Coalición Canaria y Nueva Canarias se ve obligado a ahondar en su división ante las próximas elecciones (aunque no faltará quien lo celebre), al canarismo popular y soberanista de Proyecto Drago no dejan de presentársele nuevos retos. En este momento embrionario que vive, son todo desafíos que ir acometiendo a la par que Drago va haciendo un poco todo a la vez: constituirse, definirse, reagrupar, trabar alianzas, marcar límites, visibilizarse, formar cuadros, preparar la contienda electoral, etc. Y este viernes, 10 de marzo, además, dar continuidad como anfitrión al Acuerdo del Turia, desde una perspectiva propia, situada, profundamente canaria. No creo que sobre una reflexión desde la prudencia acerca de esto último.

Trataré de explicar mejor a lo que me refiero. Todos hemos visto en muchas ocasiones cómo las dinámicas federales o confederales que a nivel estatal adoptaban organizaciones políticas o sociales canarias acaban mutando en el clásico sucursalismo que tanto hemos padecido en este archipiélago. Nuestras experiencias más originales progresivamente se iban diluyendo primero en un totum revolutum de realidades con las que poco teníamos que ver para acabar siendo un mero apéndice de un poder estatal, normalmente radicado en Madrid, y subordinado a intereses que rara vez coincidían con los nuestros. La izquierda no ha sido en absoluto una excepción a todo esto. Antes bien, ha actuado numerosas veces como agente de la colonialidad sin apenas diferencias con la derecha. Esto no puede volver a ocurrirnos.

Desde luego, siempre cabe la posibilidad de renunciar a cualquier tipo de relación que vaya más allá de la visita protocolaria a eventos como congresos, jornadas, etc. Dar por hecho que la única relación posible con entidades de otras comunidades debe darse precisamente en Madrid, casi de manera “espontánea”, y evitar cualquier posibilidad de sinergia -política o ideológica- en otras coordenadas. Es en buena medida la política tradicionalmente adoptada por el canarismo autonomista que, sin embargo, sí participa con otras fuerzas de otros lugares del Estado en las elecciones europeas, por ejemplo, o incluso, en el caso de Nueva Canarias, integrándose puntualmente en la lista al Congreso del PSOE para las elecciones generales de 2015. También el canarismo independentista participó recientemente en Ahora Repúblicas, una experiencia con otros partidos de parecida ideología. Es bueno recordarlo para identificar quienes en estos días, interesadamente, pretenden confundir sucursalismo y estatalismo.

Este aislacionismo imperfecto, de baja intensidad, a mi juicio ha estado presidido fundamentalmente por una visión puramente instrumental, de supervivencia electoral, porque lo cierto es que el canarismo autonomista, en sus treinta años de existencia, apenas ha mostrado interés en imaginar y mucho menos desarrollar una visión del Estado español que vaya más allá del Estado de las autonomías. Aparece aquí y allá alguna invocación al Estado federal pero en sus políticas es imposible detectar ninguna propuesta seria en ese sentido. De hecho, no han sido escasas las ocasiones en las que ha desechado desarrollar instrumentos propios para limitarse a la competencia con otras autonomías por los favores del poder central: como ejemplo, el reciente debate sobre la desconcentración de las instituciones estatales. No existe en Canarias una sólida visión acerca de cómo debe ser el Estado español más allá de, por un lado, un autonomismo centrado en los asuntos económicos y, por otro, un independentismo que no es capaz de explicar cómo se llegaría a esa hipotética independencia desde el modelo autonómico actual.

A mi juicio, las preguntas que en Canarias debemos hacernos son las siguientes: ¿puede el Turiacuerdo, incluso en su actual formulación como foro de encuentro, ayudar a desarrollar el autogobierno de las islas como el canarismo autonomista parece ser incapaz de lograr desde hace algún tiempo? ¿Puede contribuir a impulsar en el seno de la sociedad canaria la necesidad de superar el marco competencial actual para afrontar con garantías los graves problemas demográficos, sociales, económicos, ambientales, etc. que afronta nuestro país? ¿Servirá para acelerar el cambio de unas relaciones entre Canarias y España presididas por la compensación, la ayuda, la dependencia y el extractivismo a otras donde la constitución de un modelo propio, la apuesta por nuestra propia vía, la soberanía, en fin, sean el motor de nuestro desarrollo?

A mi juicio, a Proyecto Drago hay que exigirle que dedique su participación en dicho foro a lograr alianzas en el nivel estatal para que estas preguntas sean respondidas de forma afirmativa; para que avanzar hacia, por ejemplo, la Plena Autonomía Interna no sea un asunto de minorías más o menos radicales, sino un proyecto de pueblo, de país, que pueda recibir apoyos más allá de nuestras fronteras. A Compromís, Más País, la Chunta Aragonesista, Verdes Equo, Més Per Mallorca, Coalición por Melilla y Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía en Ceuta, hay que pedirles que comprendan que vienen al País Canario, un archipiélago con graves problemas y, desde luego, una realidad muy diferente a la de sus respectivos territorios. Unas islas que inauguraron el colonialismo europeo en 1402 y en cuya sociedad actual todavía se dejan sentir en muchos planos la colonialidad de una relaciones centro-periferia en la que ellos deben, de manera consciente y empática, situarse del lado “correcto” de la Historia. Si esto es así, habrá valido la pena consolidar unas relaciones que, en los próximos años, pueden ser fundamentales para defender, en el actual periodo de resistencia, el autogobierno alcanzado y construir mayoría popular a favor de las soberanías del pueblo canario y otros pueblos del Estado.

Mientras el canarismo autonomista de Coalición Canaria y Nueva Canarias se ve obligado a ahondar en su división ante las próximas elecciones (aunque no faltará quien lo celebre), al canarismo popular y soberanista de Proyecto Drago no dejan de presentársele nuevos retos. En este momento embrionario que vive, son todo desafíos que ir acometiendo a la par que Drago va haciendo un poco todo a la vez: constituirse, definirse, reagrupar, trabar alianzas, marcar límites, visibilizarse, formar cuadros, preparar la contienda electoral, etc. Y este viernes, 10 de marzo, además, dar continuidad como anfitrión al Acuerdo del Turia, desde una perspectiva propia, situada, profundamente canaria. No creo que sobre una reflexión desde la prudencia acerca de esto último.

Trataré de explicar mejor a lo que me refiero. Todos hemos visto en muchas ocasiones cómo las dinámicas federales o confederales que a nivel estatal adoptaban organizaciones políticas o sociales canarias acaban mutando en el clásico sucursalismo que tanto hemos padecido en este archipiélago. Nuestras experiencias más originales progresivamente se iban diluyendo primero en un totum revolutum de realidades con las que poco teníamos que ver para acabar siendo un mero apéndice de un poder estatal, normalmente radicado en Madrid, y subordinado a intereses que rara vez coincidían con los nuestros. La izquierda no ha sido en absoluto una excepción a todo esto. Antes bien, ha actuado numerosas veces como agente de la colonialidad sin apenas diferencias con la derecha. Esto no puede volver a ocurrirnos.