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Urbanismo feminista, ciudades amables

El Situacionismo, movimiento de vanguardia fundado por Guy Debord en 1957 y formado por artistas e intelectuales, tenía entre sus principales objetivos acabar con la sociedad de clases y combatir la llamada dominación capitalista. Sus obras y propuestas centraban su interés en las interrelaciones entre cultura y política, pero además reivindicaba el espacio público como lugar de creación cultural y acción política.

Hoy, en pleno siglo XXI, nos encontramos con la misma necesidad de defender el espacio público como lugar de socialización, de ocio, de creación cultural y de redes, siendo en muchas ocasiones estas acciones de resistencia política el último reducto que nos queda. Resistencia entendida como lo hacía Tolstoi, quien se anticipó en su tiempo al proponer fórmulas vinculadas al decrecimiento y la economía sostenible como modelo de resistencia no violenta, abogando por el retorno a la naturaleza, la simplicidad, la salud, la libertad y la dignidad moral, y poniendo el énfasis en la acción consciente y transformadora de la realidad.

Frente al abandono de lo público, vemos que en ocasiones surge una ciudadanía que se activa y genera acciones para re-habitar ese espacio abandonado, para dotarlo de sentido, “ponerlo bonito”, hacerlo agradable para descansar en él; para disfrutarlo con amigos y amigas, con un libro, una pintura, o contemplando el juego de nuestros niños y niñas… Las posibilidades pueden ser infinitas.

Esto es precisamente lo que ha realizado la Asociación vecinal del barrio de Los Molinos-San Honorato, junto con el colectivo La Estación y vecinos y vecinas de la zona, hartos de que el pequeño espacio situado en la calle La Retama de La Laguna, en una zona de paso hacia el casco histórico de la ciudad, sirviera de estercolero y lugar de trapicheo. La Asociación Vecinal había presentado por escrito, a las personas responsables en el Ayuntamiento, una propuesta para reconvertirlo en el Jardín de los Aromas, un espacio verde, abierto para uso y disfrute de niños y niñas y de personas mayores, y después de meses de espera sin recibir ninguna noticia, se pusieron manos a la obra y reconvirtieron ese espacio abandonado y sucio en un lugar para comenzar a soñar.

Quedaría aún pendiente un trabajo urbanista desde la perspectiva feminista, que dote de iluminación suficiente el espacio, coloque bancos que faciliten el encuentro y la socialización, mejore su acceso y derribe una parte de ese muro de la vergüenza que nos hurta su visión. Un trabajo que mantenga el lugar en óptimas condiciones de limpieza y que proteja a las palmeras canarias y otros árboles que se encuentran en el interior. En definitiva, una labor que se debe realizar desde el Ayuntamiento para continuar con el trabajo ya iniciado por la vecindad y colectivos.

Partimos aquí de la necesidad de planteamientos humanizadores y de interés social en la planificación urbana, que las administraciones locales tienen que empezar a considerar seriamente, y que aunque en ocasiones aparecen en la agenda política, en la práctica suelen supeditarse a intereses económicos, ajenos a las necesidades de sus habitantes.

Reivindicamos por tanto, el avance hacia un cambio de modelo urbanístico, porque si no, experiencias como la descrita se quedarán en nada, en pinceladas, pero no en un cambio real al servicio de la gente.

Mientras, felicitamos a estos ciudadanos y ciudadanas empoderados que con sus recursos, tanto de tiempo como económicos, han conseguido realizar pequeños cambios a nivel local que benefician al bien común. Cada vez que se gana un espacio para el uso colectivo, se mejora la calidad de vida de las vecinas y vecinos del entorno.

El Situacionismo, movimiento de vanguardia fundado por Guy Debord en 1957 y formado por artistas e intelectuales, tenía entre sus principales objetivos acabar con la sociedad de clases y combatir la llamada dominación capitalista. Sus obras y propuestas centraban su interés en las interrelaciones entre cultura y política, pero además reivindicaba el espacio público como lugar de creación cultural y acción política.

Hoy, en pleno siglo XXI, nos encontramos con la misma necesidad de defender el espacio público como lugar de socialización, de ocio, de creación cultural y de redes, siendo en muchas ocasiones estas acciones de resistencia política el último reducto que nos queda. Resistencia entendida como lo hacía Tolstoi, quien se anticipó en su tiempo al proponer fórmulas vinculadas al decrecimiento y la economía sostenible como modelo de resistencia no violenta, abogando por el retorno a la naturaleza, la simplicidad, la salud, la libertad y la dignidad moral, y poniendo el énfasis en la acción consciente y transformadora de la realidad.