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Iconoclastia

Veneluña o Catazuela

9 de agosto de 2024 12:37 h

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Últimamente, tras guardar un preceptivo paréntesis del monotema venezolano, la oposición española ha vuelto a hablar mucho de la burguesía catalana, ese término medieval que parecía periclitado. La mesocracia. Es curioso pero en España, cuando se habla de burguesía, solo se alude a la catalana, como si no hubiese burguesía madrileña, andaluza, vasca, cántabra o canaria.

En cuanto a Venezuela, también es curiosa la coincidencia entre los mandamases de la oposición venezolana y la española. Salvando las abismales diferencias, las dos oposiciones han considerado ilegítimos a los gobiernos de Maduro y Pedro Sánchez, respectivamente. 

No solo eso sino que también han acusado al presidente Sánchez y al ex presidente Zapatero de hacer de España otra Venezuela. A Zapatero lo acusaron además de vender Navarra al País Vasco, aunque casi veinte años después Navarra sigue estando en el mismo lugar de siempre y Euskadi también. 

Para seguir con las astracanadas del PP y Vox, a Sánchez lo culparon de presidir un gobierno ilegítimo, con lo que ponían en duda su elección democrática, colocándolo al mismo nivel que Nicolás Maduro. Y lo más estrafalario es que la acusación al presidente se la iniciaron antes de que tomara posesión. 

Las derechas extremistas de aquí y de allí quieren confundir sus deseos inconfesables y turbios con la realidad. En primer lugar, la oposición que tiene Sánchez en España es de derecha y de ultraderecha mientras que en la oposición venezolana hay derecha, ultraderecha, centro, social cristianismo, socioliberalismo, socialismo, Democracia Cristiana, liberalismo, conservadurismo y socialdemocracia. La oposición es totalmente transversal y abigarrada porque el único pegamento que une a todos esos grupos es el antichavismo. 

Ya se ha visto que hasta presidentes y mandatarios latinoamericanos de izquierda también cuestionan la reelección de Maduro. Desde luego que España se parece a Venezuela como un huevo a una castaña, a pesar del mantra cansino y la recurrente campaña de bulos de la derecha más carcamal y retrógrada.

Estos días nos hemos cansado de escuchar a la oposición pregonar que el acuerdo entre el PSOE y Esquerra Republicana de Cataluña para cerrar la investidura de llla es también ilegítimo porque atenta contra la igualdad de los españoles. Estas cosas solo las saca la oposición de derechas cuando se trata de Cataluña, pero las obvia con otras comunidades. 

El PP recurrió al Tribunal Constitucional para anular el Estatuto de Autonomía de Cataluña porque había treinta artículos que no le gustaban. Curiosamente en el Estatuto de Andalucía se introdujeron los mismos artículos calcados pero el PP no los recurrió. No solo no les pareció mal sino que votó a favor uno a uno. 

Al final resulta lógico pensar que la derecha española es tan anti catalanista que ni siquiera se entiende con la burguesía catalana representada por Carles Puigdemont y Jordi Pujol. 

La derecha reaccionaría española no se da cuenta de que visceralmente se convierte en la mejor aliada del soberanismo catalán. Puigdemont buscó ayer protagonismo con su vuelta a Barcelona el día que era investido el socialista Salvador llla, que le ganó holgadamente las elecciones. 

Mientras la jornada se desarrollaba de manera pacífica, la oposición retrógrada sacudía el enjambre y pedía guerra y sangre con la frustrada detención del ex president. El Congreso de los Diputados aprobó por mayoría la ley de amnistía que también incluye a Puigdemont pero unos cuantos jueces reaccionarios la han incumplido y se han tomado la justicia por su mano, politizándola y blandiéndola irresponsablemente. Se llama lawfare. 

El bochorno mundial y la presunta humillación tiene su origen en los jueces que quieren torcer la voluntad popular expresada en la sede de la soberanía nacional. La portavoz lenguaraz y pizpireta del PP catalán, Dolors Montserrat, ha culpado a Pedro Sánchez y a Marlaska de “la humillación a España” (sic). Y esto lo dice la vocera del mismo partido que desde el gobierno permitió en Cataluña un referendo ilegal en 2017 y no pudo abortar la huida de Puigdemont a Bélgica. Menuda merluza. 

La derecha extrema españolista tiene muy poca memoria porque hace tan solo siete años las calles de Cataluña se convirtieron en el escenario de una batalla campal infernal. A la ultraderecha le importa un pimiento las algaradas violentas callejeras porque siempre busca ganancia de pescadores en río revuelto. Esta supuesta gente de orden prefiere paradójicamente el tumulto y el alboroto. 

Cuando la derecha esgrime el argumento de la desigualdad de los españoles, se olvida del cupo vasco, del fuero navarro, del REF canario o del dumping fiscal de Madrid. ¿Acaso todos esos supuestos privilegios, prebendas y canonjías no atentan contra la cacareada igualdad entre los españoles?

Lo peor que tiene la política es el cinismo incorporado de la burguesía mesetaria, esa que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Me temo que no hay oftalmólogo en el reino que le cure ese destrozo. 

Últimamente, tras guardar un preceptivo paréntesis del monotema venezolano, la oposición española ha vuelto a hablar mucho de la burguesía catalana, ese término medieval que parecía periclitado. La mesocracia. Es curioso pero en España, cuando se habla de burguesía, solo se alude a la catalana, como si no hubiese burguesía madrileña, andaluza, vasca, cántabra o canaria.

En cuanto a Venezuela, también es curiosa la coincidencia entre los mandamases de la oposición venezolana y la española. Salvando las abismales diferencias, las dos oposiciones han considerado ilegítimos a los gobiernos de Maduro y Pedro Sánchez, respectivamente.