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El viaje de Putin

El Consejo de Seguridad de la ONU volverá a discutir en diciembre la posibilidad de aumentar las sanciones contra Irán. Cabe debatir con qué autoridad los miembros del Consejo, ellos sí con armamento atómico, tratan de impedir el desarrollo nuclear de otro país. Pero aquí la moral pinta poco. Mientras Rusia, China y el secretario general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, rechacen las pretensiones agresivas de Washington, un ataque militar con la aprobación de la ONU parece imposible. Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña está dispuestas, en todo caso, a asumir decisiones por su cuenta.

Quizá Putin aconsejara a los ayatolas mucha prudencia, avanzar en las negociaciones, pero sus declaraciones tras el encuentro de los países ribereños del Mar Caspio resultaron un apoyo sin disimulos al presidente Mahmud Ahmadineyad, porque no hay datos concluyentes que demuestren las intenciones iraníes de construir armas nucleares. Las investigaciones y el desarrollo nuclear tendrían sólo fines pacíficos. Esta contundencia sigue la línea adoptada por Rusia de presentarle batalla política a Estados Unidos desde que las autoridades de Polonia y la República Checa aceptaron la instalación de artefactos militares estadounidenses en bases de sus países. Desde entonces, los amagos de reiniciar otra carrera armamentista forman parte de las agendas militares. Irán se ha convertido así en un arma de presión de Moscú en sus relaciones con Estados Unidos y Europa.

Otra cara de la moneda tiene que ver con los intereses rusos en la región, más allá de la venta de armamento a Irán o su participación en la construcción de la central nuclear de Bushehr. Las relaciones bilaterales no resultan tan idílicas como aparentan. Existe un conflicto abierto por el control de las riquezas del Mar Caspio, el tema central del encuentro de Teherán, que incluyó a los presidentes de otros países ribereños como Azerbaiyán, Kazajastán y Tukmenistán. Putin y Ahmadineyad están directamente enfrentados por el reparto del petróleo, por otro lado masivamente explotado durante los últimos años. Tanto Rusia como Azerbaiyán y Kazajastán sostienen que los recursos del Caspio deben dividirse en proporción a la longitud de la costa de cada uno, mientras Irán opina que el reparto debe ser de un quinto para cada uno. El único que hasta ahora no se ha pronunciado es Turkmenistán.

Las discusiones del tema central que convocó a estos países en Teherán no salieron a la luz. Algunos expertos opinan que Putin pudo haber amenazado a Irán con retirarle su apoyo en el Consejo de Seguridad, sobre el tema nuclear, como insistiera demasiado en sus pretensiones sobre el Mar Caspio, donde existe una de las mayores reservas petroleras del mundo. Vaya usted a saber. Sí se conoce que el único acuerdo alcanzado consistió en nombrar una Comisión de Cooperación del Mar Caspio que presentará sus conclusiones el próximo verano. Típico recurso cuando las desavenencias permanecen. Y se trata de un conflicto que ya dura muchos años. Veremos.

Rafael Morales

El Consejo de Seguridad de la ONU volverá a discutir en diciembre la posibilidad de aumentar las sanciones contra Irán. Cabe debatir con qué autoridad los miembros del Consejo, ellos sí con armamento atómico, tratan de impedir el desarrollo nuclear de otro país. Pero aquí la moral pinta poco. Mientras Rusia, China y el secretario general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, rechacen las pretensiones agresivas de Washington, un ataque militar con la aprobación de la ONU parece imposible. Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña está dispuestas, en todo caso, a asumir decisiones por su cuenta.

Quizá Putin aconsejara a los ayatolas mucha prudencia, avanzar en las negociaciones, pero sus declaraciones tras el encuentro de los países ribereños del Mar Caspio resultaron un apoyo sin disimulos al presidente Mahmud Ahmadineyad, porque no hay datos concluyentes que demuestren las intenciones iraníes de construir armas nucleares. Las investigaciones y el desarrollo nuclear tendrían sólo fines pacíficos. Esta contundencia sigue la línea adoptada por Rusia de presentarle batalla política a Estados Unidos desde que las autoridades de Polonia y la República Checa aceptaron la instalación de artefactos militares estadounidenses en bases de sus países. Desde entonces, los amagos de reiniciar otra carrera armamentista forman parte de las agendas militares. Irán se ha convertido así en un arma de presión de Moscú en sus relaciones con Estados Unidos y Europa.