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Washington ultima un plan secreto para la desestabilización de Irán
Dicho plan, elaborado por los expertos de la Agencia hacia finales de 2006, contempla una serie de acciones paralelas, que incluyen campañas de propaganda y desinformación, ataques contra el sistema monetario persa, especulación con la divisa iraní, así como la vigilancia, cuando no el sabotaje, de las transacciones financieras efectuadas por las autoridades de Teherán en los mercados internacionales. Antiguos directivos de la CIA aseguran que la ofensiva económica podría resultar más eficaz que la intervención militar contra el país de los ayatolás. Aparentemente, el proyecto, que cuenta con el aval de la Administración Bush, persigue una doble meta: por una parte, se trata de obstaculizar el desarrolla del programa nuclear iraní y, por otra, de acabar con la ayuda a los movimientos radicales chiítas iraquíes, que no se molestan siquiera en ocultar sus relaciones con los poderes fácticos de Teherán. Detalle interesante: la existencia del plan de la CIA, desvelada a la opinión pública estadounidense por cadena de televisión ABC, coincidió con la publicación de alarmantes noticias sobre la capacidad de Irán de producir armas nucleares en un plazo de 20 a 24 meses. Según los servicios de inteligencia norteamericanos, la campaña de desestabilización podría alejar, al menos momentáneamente, el peligro de una intervención armada. Aun así, los funcionarios de la CIA fueron incapaces de justificar la presencia de una nutrida flotilla de guerra en las aguas del Golfo Pérsico. La única explicación facilitada por el Departamento de Marina es que los barcos fueron enviados a la zona para realizar Âmaniobras navales y que, dado el estado de las relaciones entre Washington y Teherán, la Casa Blanca no consideró oportuno informar a los persas sobre el alcance de las maniobras. Huelga decir que las revelaciones de la cadena ABC han causado un profundo malestar en el seno de la opinión pública estadounidense; de una opinión pública que no dudó en tildar a los periodistas de Âirresponsables por haber revelado Âsecretos de Estado que ponen en peligro la seguridad nacional. Por otra parte, el análisis de los científicos europeos se centra en las inimaginables consecuencias de una acción bélica para el equilibrio ecológico en la zona. Los físicos nucleares advierten que los bombardeos de los laboratorios que producen el combustible nuclear (algunos fueron edificados en 1967 por los propios norteamericanos) y/o los yacimientos petrolíferos generarían nubes tóxicas capaces de contaminar decenas e incluso centenares de kilómetros cuadrados, provocando, además, el calentamiento de toda la región geográfica. Otro peligro, aún mayor, estriba en la generalización del conflicto. Los estrategas estiman, en efecto, que una posible agresión militar estadounidense podría desencadenar una respuesta contundente por parte del Gobierno de Majmúd Ajmadineyad, que no dudaría en atacar a Israel con sus misiles de medio alcance. Uno de los objetivos clave de los iraníes sería en reactor de Dimona, donde se sospecha que están almacenadas las 150 a 300 ojivas atómicas hebreas. En este caso concreto, el enfrentamiento acabaría desembocando en una catástrofe ecológica de gran envergadura. Sin hablar, claro está, del elevado número de víctimas civiles. Un panorama nada halagüeño para el último año de mandato de Geroge W. Bush. Escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)
Adrián Mac Liman (*)
Dicho plan, elaborado por los expertos de la Agencia hacia finales de 2006, contempla una serie de acciones paralelas, que incluyen campañas de propaganda y desinformación, ataques contra el sistema monetario persa, especulación con la divisa iraní, así como la vigilancia, cuando no el sabotaje, de las transacciones financieras efectuadas por las autoridades de Teherán en los mercados internacionales. Antiguos directivos de la CIA aseguran que la ofensiva económica podría resultar más eficaz que la intervención militar contra el país de los ayatolás. Aparentemente, el proyecto, que cuenta con el aval de la Administración Bush, persigue una doble meta: por una parte, se trata de obstaculizar el desarrolla del programa nuclear iraní y, por otra, de acabar con la ayuda a los movimientos radicales chiítas iraquíes, que no se molestan siquiera en ocultar sus relaciones con los poderes fácticos de Teherán. Detalle interesante: la existencia del plan de la CIA, desvelada a la opinión pública estadounidense por cadena de televisión ABC, coincidió con la publicación de alarmantes noticias sobre la capacidad de Irán de producir armas nucleares en un plazo de 20 a 24 meses. Según los servicios de inteligencia norteamericanos, la campaña de desestabilización podría alejar, al menos momentáneamente, el peligro de una intervención armada. Aun así, los funcionarios de la CIA fueron incapaces de justificar la presencia de una nutrida flotilla de guerra en las aguas del Golfo Pérsico. La única explicación facilitada por el Departamento de Marina es que los barcos fueron enviados a la zona para realizar Âmaniobras navales y que, dado el estado de las relaciones entre Washington y Teherán, la Casa Blanca no consideró oportuno informar a los persas sobre el alcance de las maniobras. Huelga decir que las revelaciones de la cadena ABC han causado un profundo malestar en el seno de la opinión pública estadounidense; de una opinión pública que no dudó en tildar a los periodistas de Âirresponsables por haber revelado Âsecretos de Estado que ponen en peligro la seguridad nacional. Por otra parte, el análisis de los científicos europeos se centra en las inimaginables consecuencias de una acción bélica para el equilibrio ecológico en la zona. Los físicos nucleares advierten que los bombardeos de los laboratorios que producen el combustible nuclear (algunos fueron edificados en 1967 por los propios norteamericanos) y/o los yacimientos petrolíferos generarían nubes tóxicas capaces de contaminar decenas e incluso centenares de kilómetros cuadrados, provocando, además, el calentamiento de toda la región geográfica. Otro peligro, aún mayor, estriba en la generalización del conflicto. Los estrategas estiman, en efecto, que una posible agresión militar estadounidense podría desencadenar una respuesta contundente por parte del Gobierno de Majmúd Ajmadineyad, que no dudaría en atacar a Israel con sus misiles de medio alcance. Uno de los objetivos clave de los iraníes sería en reactor de Dimona, donde se sospecha que están almacenadas las 150 a 300 ojivas atómicas hebreas. En este caso concreto, el enfrentamiento acabaría desembocando en una catástrofe ecológica de gran envergadura. Sin hablar, claro está, del elevado número de víctimas civiles. Un panorama nada halagüeño para el último año de mandato de Geroge W. Bush. Escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)
Adrián Mac Liman (*)