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Un aficionado con querella

Es delicada la profesión de periodista, y a menudo sufrimos los que nos dedicamos a ella la incomprensión e incluso el insulto. Para ejercerla hacen falta unos mínimos, no sólo académicos, sino también morales, cosa que no todos los que se dedican a esto atesoran. Juan Carlos Suárez de Tangil está en el mundo mediático y nos cae bien pese a que haya cosas de su modo de proceder que no comprendemos y mucho menos compartimos. Hace unos días contó una historia según la cual el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria había otorgado una concesión en Arinaga a una empresa para un asunto de coches. Y se nos lió el hombre de mala manera, posiblemente muy mal asesorado por un empresario del clan de los tiburones portuarios. Dijo lo que no es verdad porque, al ver el nombre de un bufete de abogados, creyó que ese despacho trabaja para un solo cliente, y metió la pata hasta el corvejón.

Es delicada la profesión de periodista, y a menudo sufrimos los que nos dedicamos a ella la incomprensión e incluso el insulto. Para ejercerla hacen falta unos mínimos, no sólo académicos, sino también morales, cosa que no todos los que se dedican a esto atesoran. Juan Carlos Suárez de Tangil está en el mundo mediático y nos cae bien pese a que haya cosas de su modo de proceder que no comprendemos y mucho menos compartimos. Hace unos días contó una historia según la cual el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria había otorgado una concesión en Arinaga a una empresa para un asunto de coches. Y se nos lió el hombre de mala manera, posiblemente muy mal asesorado por un empresario del clan de los tiburones portuarios. Dijo lo que no es verdad porque, al ver el nombre de un bufete de abogados, creyó que ese despacho trabaja para un solo cliente, y metió la pata hasta el corvejón.