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Censura a la vista en La Laguna (y sin tele)

Bueno, ya estamos en 2016 y no parece haber esperanzas de que la cosa cambie. Los pésimos resultados de Coalición Canaria y del PSOE, y las escasas posibilidades de que el Partido Popular pueda formar Gobierno en España se traducen a este lado del Atlántico en una apotajada quietud que no anima a la esperanza. Los que confiaban en darle un revolcón a la alianza entre Coalición y el PSOE mediante un triunfo claro del PP que le permitiera gobernar con el apoyo de los nacionalistas canarios se han quedado tan fuera de juego como los que buscaban el efecto contrario: una victoria socialista que fortaleciera sus posiciones en Canarias y despejara cualquier tentación. O incluso que permitiera expulsar a CC del paraíso del poder en un pacto multicolor también de factura imposible. En este revoltijo de deseos y frustraciones, los desencuentros se acrecientan en el seno del Gobierno y en las instituciones clave, donde ninguna de las dos partes (CC y PSOE) parece muy interesada en resolver las diferencias, y lo que se transmite a la opinión pública no puede ser más desalentador: un Ejecutivo sin rumbo conocido que resuelve cada jornada rectificando las coordenadas dadas la vísperas como si fuera lo más normal del mundo. Cada socio tira por su lado en una grotesca competición a ver quién logra acaparar el mejor titular de prensa, sin que los contribuyentes podamos saber a ciencia cierta a dónde quieren ir a parar cada uno de ellos. Un día nos desayunamos con el solemne anuncio de un cambio en el sistema productivo y al siguiente con una clamorosa sospecha de prevaricación en el seno del Consejo de Gobierno señalada por la otra parte contratante. Nos acostamos creyendo encaminada la crisis de la Radiotelevisión Canaria y nos levantamos con otra sacudida de las que avergüenzan a cualquiera. Para colmo, la interinidad en la que ha entrado la dirección federal del PSOE desarbola la protección de la que venía gozando Coalición Canaria en Ferraz, capaz de mandar más que cualquiera de los dirigentes regionales de la cosa. Los nacionalistas no saben qué van a hacer con su único escaño en el Congreso de los Diputados, una vez descartado formar grupo con Izquierda Unida y con Bildu, mientras sus caciques locales parecen no querer enterarse de lo que va la fiesta. Vean si no lo que está pasando en el Ayuntamiento de La Laguna.

 

 

Censura inminente

Hacía muchos años que la vida política canaria no vivía unos momentos de tanta inestabilidad general. Y en ese caldo de cultivo es absolutamente normal que todos los que estaban pendientes de reacomodo muevan sus fichas en busca de mejores posiciones. Mientras siguen sin resolverse los problemas generados por Coalición Canaria en el Cabildo de Tenerife y en los ayuntamientos de Santa Cruz y del Puerto de la Cruz, José Alberto Díaz, no da tregua a su refriega con el portavoz socialista y presunto socio lagunero, Javier Abreu. No lo quiere reponer en su puesto de concejal de aguas y lo tiene castigado sin sueldo a la espera –debe ser- de que el secretario local del PSOE le pida perdón por los agravios y le firme un pacto de no agresión por lo que resta de mandato. Abreu se revuelve con gestos y expresiones que no vamos a reproducir aquí por respeto a la audiencia, y prefiere por el momento quedarse quieto a la espera de que otros grupos políticos en la Corporación hagan algunos movimientos que ya empiezan a resultar interesantes. El contundente resultado del 20D de Podemos en la ciudad ha colocado a la franquicia local de esa fuerza, Unidos se Puede, de Rubens Ascanio, en una posición muy ventajosa para empezar a negociar con los demás grupos de la oposición una moción de censura que descabalgue a CC de la alcaldía por primera vez en treinta años. La acción cuenta con el respaldo abierto de Ciudadanos (Teresa Berastegui) y de  Socialistas por Tenerife-Nueva Canarias (Santiago Pérez), y con la bendición del Partido Popular de Antonio Alarcó y el PSOE de Javier Abreu, si bien ambas fuerzas se enfrentan a los mismos problemas internos: los dos grupos municipales presentan discrepancias sobre la cuestión y las direcciones de ambos partidos tienen anatemizada la censura a CC, al menos de momento. Pero también Coalición Canaria presenta una brecha entre sus siete concejales (cuatro a tres), lo que puede animar muchísimo el cotarro.

 

Expulsiones y mesa de edad

El debilitamiento que sufre la dirección federal del PSOE y la absoluta ausencia de autoridad en la regional han hecho que ya no impresionen las amenazas de expulsiones a las que podrían verse sometidos los cinco concejales del PSOE de La Laguna en el caso de que decidan dar el paso hacia la censura del alcalde Díaz. O al menos no impresionan a tres de ellos. A las otras dos, Mónica Martín y María José Castañeda, podría durarle el susto exactamente el tiempo que tarden en elegir entre ser consideradas unas tránsfugas por su propio partido y permanecer con un sueldo público por el resto del mandato. Ambas proceden de aquel Movimiento de Acción Socialista del Pueblo Canario, Masca, fundado por el padre de una de ellas, José Luis Martín, a raíz de ser expedientado por el PSOE por haber votado a favor del convenio de Las Teresitas cuando era concejal en Santa Cruz de Tenerife. Masca se constituyó con fuertes apoyos económicos de los poderes ocultos que querían pasar por el paredón (político) a Santiago Pérez, autor de la denuncia de Las Teresitas y expedientador de Martín, para que no saliera alcalde de La Laguna en las elecciones de 2003. Y con sus tres concejales lo consiguieron, bueno es recordarlo. El efecto pueblo chico, infierno grande ha querido que Mónica Martín se encuentre ahora ante la tesitura de tener que apoyar (o no) una moción de censura que tiene en Santiago Pérez a uno de sus principales instigadores y hasta probable alcalde. Los otros tres concejales socialistas están por la labor, aun contraviniendo las directrices que pudiera dictar el presidente de la agrupación local, también procedente de Masca y también reintegrado a la disciplina del PSOE cuando Santiago Pérez se irradió. Así las cosas, la negativa de estas dos concejales socialistas a firmar la censura no la pondría en peligro porque las demás fuerzas sumarían dieciocho concejales. Y si a Alarcó se le rajan dos del PP, dieciséis, suficiente también. Faltaría por dilucidar si, llegado el pleno del debate de la moción de censura, se aplicaría con rigor la ley electoral en su capítulo antitransfuguismo. Mucho ha llovido desde los primeros incidentes de Tacoronte, y la cuestión de inconstitucionalidad elevada por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias ayudaría mucho a despejar la incógnita. Todo dependerá, mira tú qué cosas, de lo que haga el presidente de la mesa de edad de ese previsible pleno. Por edad, dicho sea solo por prescripción legal, correspondería asumirla a Antonio Alarcó, del PP, que es contrario a los pactos en cascada y muy crítico con el actual alcalde. Si por casualidad ese día se pusiera malo o tuviera que operar en el Hospital Universitario de Canarias (donde no cobra los pluses de pata negra porque ya lo hace del Senado y de su propia fundación particular), presidiría el pleno nada menos que Santiago Pérez, cuya opinión sobre los derechos políticos de los concejales está ampliamente publicada en este periódico. Es decir, triunfaría la moción de censura al no aplicar el duplo de votos necesarios por concejal transfugado. Perder La Laguna podría no ser una tragedia para Coalición Canaria si no fuera porque se sumaría a la pérdida de Gran Canaria, la debacle en Lanzarote, Fuerteventura y La Gomera y el regreso de las reticencias de los herreños de AHI. Si el poder efectivo se limita a Tenerife y pierdes el tercer bastión, la cosa se pone muy peluda.

 

Y sin tele

La moción de censura de La Laguna no será retransmitida en directo por la Televisión Canaria, ya lo verán. Lo prohíbe el libro de estilo de la casa, donde a pesar de los nuevos aires que teóricamente deberían estar soplando, se sigue rindiendo tributo al partido o partidos en el Gobierno con un entreguismo bastante penoso. No lo retransmitirá porque, por la forma de andar que tiene la perrita, en cuestión de meses la tele canaria se va a ir a hacer puñetas. De repente parece como si al partido nacionalista que preside esta ultraperiferia le importaran ya un pimiento los principios que condujeron en su día a crear el invento, es decir, la vertebración de Canarias, la información y la cultura de Canarias, la potenciación de la industria audiovisual de Canarias… para dejarlo morir todo por pura negligencia. Lo ocurrido estas últimas semanas son suficientes y elocuentes síntomas de esa metástasis que padece RTVC, pero lo visto este fin de año en la programación especial de Nochevieja es la confirmación de que esto va a costar mucho trabajo enderezarlo. De entrada, que el director general-presidente, Santiago Negrín, no estuviera al frente de la nave sino comiendo marisco y bebiendo vino verde en Madeira, ya simboliza cómo está la cosa de maleada. Pero si a eso unimos la espectacular caída de audiencia que sufrió esa programación de Fin de Año, es para irse a negro y no volver a poner la carta de ajuste hasta que pongan al frente del tinglado a un/una profesional creíble. Televisión Canaria perdió de un fin de año al otro más de 115.000 telespectadores, y ni siquiera Manolo Vieira con su siempre esperado programa especial, logró contener la sangría. Y lo peor es que la autonómica perdió todo ese caudal de seguidores en beneficio de una televisión que se daba por amortizada en Canarias, TVE, que jugó muy hábilmente sus cartas y se quedó con el público cabreado. ¿Y qué fue lo que pasó? Pues más de lo mismo: creerse el rey del mambo, hacer caso a Carlos Alonso y actuar con escasos criterios profesionales.

 

El feo a Teror

Televisión Canaria tenía cerrado con el Ayuntamiento de Teror transmitir desde la villa grancanaria las doce campanadas. El coste de la operación (entre 80.000 y 100.000 euros) lo asumía la empresa municipal Aguas de Teror. Todo estaba listo hasta que, de repente, RTVC rompe unilateralmente los acuerdos por indicación del presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, que pidió que el especial se hiciera desde Garachico. Tenía motivos de sobra Alonso para reclamar para su isla esta programación especial, entre otros que los últimos cinco años se ha hecho la retransmisión desde islas de la provincia de Las Palmas (en 2014 tocó a La Graciosa) pero debía haberlo reclamarlo antes de que TVC cerrara con Teror. Santiago Negrín no se detuvo en consideraciones contractuales y ejecutó sin miramientos el deseo del presidente del Cabildo. Teror reaccionó rápidamente y cerró el mismo acuerdo con Televisión Española, sólo que con un plus de difusión nacional (tres conexiones a lo largo de la noche) que rentabilizaban de mejor manera la inversión que se realizaba. Puede que la reacción de muchos usuarios de redes sociales pidiendo el boicot a la tele autonómica la pasada Nochevieja haya influido en parte en su pérdida de audiencia, pero más parece que la causa sea la paulatina pérdida de telespectadores, de credibilidad, de respetabilidad y de reputación lo que ha conducido a esta situación tan lamentable.

 

Lo produjo Siete Mares

Y ya que hablamos de inconsistencia moral, de respetabilidad y de reputación, ¿qué productora creen ustedes que recibió el encargo de realizar ese programa de Televisión Canaria desde Garachico? Pues Siete Mares, empresa radicada en Gran Canaria a la que los tiempos regeneracionistas señalan como beneficiaria de las contrataciones de la era Willy García. Si no está Willy ni está Rubén Fontes (ex director de Producción), a los que se acusaba de beneficiar a muy concretas productoras y que contrataban a las que tenían sede en la isla donde se realizaba la producción, ¿qué es lo que ha pasado? Puede ser que Siete Mares ajuste sus precios al máximo, y puede que eso siempre haya sido así. Pero ya saben, eso todavía no es noticia.

Bueno, ya estamos en 2016 y no parece haber esperanzas de que la cosa cambie. Los pésimos resultados de Coalición Canaria y del PSOE, y las escasas posibilidades de que el Partido Popular pueda formar Gobierno en España se traducen a este lado del Atlántico en una apotajada quietud que no anima a la esperanza. Los que confiaban en darle un revolcón a la alianza entre Coalición y el PSOE mediante un triunfo claro del PP que le permitiera gobernar con el apoyo de los nacionalistas canarios se han quedado tan fuera de juego como los que buscaban el efecto contrario: una victoria socialista que fortaleciera sus posiciones en Canarias y despejara cualquier tentación. O incluso que permitiera expulsar a CC del paraíso del poder en un pacto multicolor también de factura imposible. En este revoltijo de deseos y frustraciones, los desencuentros se acrecientan en el seno del Gobierno y en las instituciones clave, donde ninguna de las dos partes (CC y PSOE) parece muy interesada en resolver las diferencias, y lo que se transmite a la opinión pública no puede ser más desalentador: un Ejecutivo sin rumbo conocido que resuelve cada jornada rectificando las coordenadas dadas la vísperas como si fuera lo más normal del mundo. Cada socio tira por su lado en una grotesca competición a ver quién logra acaparar el mejor titular de prensa, sin que los contribuyentes podamos saber a ciencia cierta a dónde quieren ir a parar cada uno de ellos. Un día nos desayunamos con el solemne anuncio de un cambio en el sistema productivo y al siguiente con una clamorosa sospecha de prevaricación en el seno del Consejo de Gobierno señalada por la otra parte contratante. Nos acostamos creyendo encaminada la crisis de la Radiotelevisión Canaria y nos levantamos con otra sacudida de las que avergüenzan a cualquiera. Para colmo, la interinidad en la que ha entrado la dirección federal del PSOE desarbola la protección de la que venía gozando Coalición Canaria en Ferraz, capaz de mandar más que cualquiera de los dirigentes regionales de la cosa. Los nacionalistas no saben qué van a hacer con su único escaño en el Congreso de los Diputados, una vez descartado formar grupo con Izquierda Unida y con Bildu, mientras sus caciques locales parecen no querer enterarse de lo que va la fiesta. Vean si no lo que está pasando en el Ayuntamiento de La Laguna.