El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Costa, entre la Séptima y Broadway
Aburrido Agustín Medina, apenas aguantó tres meses las arremetidas de los populares, que desde el principio se pusieron a buscar un nuevo presidente para el club amarillo. De la mano de Ulises Pérez recala en el club el que acaba de convertirse en el killer del Granca, Joaquín Costa, que fue fichado más por relaciones personales que por currículo. El desembarco de Costa fue el inicio de la defenestración del director general del club, Himar Ojeda, una institución muy respetada tanto en los despachos como en los graderíos, a quien se le atribuyen en gran medida los éxitos deportivos claretianos. Los ataques a Ojeda son los que conducen a Rosa Rodríguez a retirarse prudentemente y a dejar en manos de Lucas Bravo de Laguna la deriva hacia el marisco. Se trata de tener al frente del club a un hombre con poder absoluto, Costa, que no se arredre ante cualquier instrucción política y que ponga por encima de otra cualquier consideración los caprichos de los que mandan. El cabreo de Rosa Rodríguez ya se pudo comprobar con su llamativa ausencia del palco de autoridades el último partido. Era lo que querían los Bravo, copar al máximo el protagonismo y la fotografía, la pueblerina fotografía de ese palco pleno al que llaman la esquela por la sucesión interminable de tíos, primos, sobrinos, novias y demás familia que lo pueblan de un tiempo a esta parte.
Aburrido Agustín Medina, apenas aguantó tres meses las arremetidas de los populares, que desde el principio se pusieron a buscar un nuevo presidente para el club amarillo. De la mano de Ulises Pérez recala en el club el que acaba de convertirse en el killer del Granca, Joaquín Costa, que fue fichado más por relaciones personales que por currículo. El desembarco de Costa fue el inicio de la defenestración del director general del club, Himar Ojeda, una institución muy respetada tanto en los despachos como en los graderíos, a quien se le atribuyen en gran medida los éxitos deportivos claretianos. Los ataques a Ojeda son los que conducen a Rosa Rodríguez a retirarse prudentemente y a dejar en manos de Lucas Bravo de Laguna la deriva hacia el marisco. Se trata de tener al frente del club a un hombre con poder absoluto, Costa, que no se arredre ante cualquier instrucción política y que ponga por encima de otra cualquier consideración los caprichos de los que mandan. El cabreo de Rosa Rodríguez ya se pudo comprobar con su llamativa ausencia del palco de autoridades el último partido. Era lo que querían los Bravo, copar al máximo el protagonismo y la fotografía, la pueblerina fotografía de ese palco pleno al que llaman la esquela por la sucesión interminable de tíos, primos, sobrinos, novias y demás familia que lo pueblan de un tiempo a esta parte.