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Cree que puede repetir

Pepa Luzardo aún no se ha recuperado de aquella profunda depresión que le llevó a llorar varios días seguidos tras perder las elecciones de 2007. Lloró como una descosida porque creyó que la alcaldía le pertenecía y que era imposible que los ciudadanos la castigaran con aquella humillación: perder la mayoría absoluta en manos de otra mayoría absoluta. Lo malo es que aún hoy cree que la alcaldía está hecha para ella, y ella para la alcaldía, y que lo que ha hecho Saavedra es usurpársela temporalmente. Por eso se empeña y se empeña, con una perseverancia inconsciente y casi infantil, en ganar la confianza de su partido para que la vuelva a presentar a la alcaldía. Lo tiene complicado, por mucho que haya decaído, al menos de manera aparente, la candidatura de Juan José Cardona. Soria no quiere ver a Luzardo por los alrededores ni en pintura, por más que ella se esfuerce en acercarse al jefe y mover sus hilos en Madrid. La consideran amortizada para ese puesto, tanto a ella como a su inseparable, y en muchas ocasiones patético, Felipe Afonso El Jaber.

Pepa Luzardo aún no se ha recuperado de aquella profunda depresión que le llevó a llorar varios días seguidos tras perder las elecciones de 2007. Lloró como una descosida porque creyó que la alcaldía le pertenecía y que era imposible que los ciudadanos la castigaran con aquella humillación: perder la mayoría absoluta en manos de otra mayoría absoluta. Lo malo es que aún hoy cree que la alcaldía está hecha para ella, y ella para la alcaldía, y que lo que ha hecho Saavedra es usurpársela temporalmente. Por eso se empeña y se empeña, con una perseverancia inconsciente y casi infantil, en ganar la confianza de su partido para que la vuelva a presentar a la alcaldía. Lo tiene complicado, por mucho que haya decaído, al menos de manera aparente, la candidatura de Juan José Cardona. Soria no quiere ver a Luzardo por los alrededores ni en pintura, por más que ella se esfuerce en acercarse al jefe y mover sus hilos en Madrid. La consideran amortizada para ese puesto, tanto a ella como a su inseparable, y en muchas ocasiones patético, Felipe Afonso El Jaber.