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Cuadernos del Albagate / Eligio y el circuito mediático-judicial

Eligio Hernández no quiere retirarse del mundo judicial con la etiqueta de palanganero de José Manuel Soria. O dicho en lenguaje del foro: habiendo firmado, en nombre del ex ministro de Industria, y defendido con su conocida pasión una querella instrumental, en este caso política, para apartar a una adversaria. Para conseguir ese propósito, el de retirarse con todos los honores y dignidades, continúa defendiendo en los medios de comunicación su iniciativa penal, a la que se presentó como voluntario para hacer pasar a la magistrada Victoria Rosell por la humillación hacia el prójimo que él atribuye recurrentemente a la exdiputada de Podemos. No lo puede disimular, y así ocurrió esta semana pasada durante una entrevista que le hizo Mayer Trujillo en Cope Canarias.

El Pollo de El Pinar está inconmensurable. Sigue sosteniendo, como hizo en su día, que su querella es prístina, virginal, inmaculada… y que ni siquiera la conversación presuntamente delictiva de Salvador Alba con Miguel Ángel Ramírez para que la pudiera admitir el Supremo, la desvirtúa lo más mínimo. “Fueron conversaciones privadas”, ha llegado a decir. Que la magistrada Margarita Varona tenga abiertas unas diligencias previas en la que atribuye a Alba al menos cinco delitos (algunos bastante graves), o que el Consejo General del Poder Judicial lo tenga expedientado por dos faltas muy graves y una grave no alejan a Eligio Hernández de sus majaderías.

La querella de Soria contra Rosell fue archivada por la misma magistrada Varona, que condenó a un tercio de las costas al querellante por evidente “temeridad”, y Eligio Hernández ha recurrido todo recordando que “fue admitida a trámite por el Tribunal Supremo, no lo olvidemos”. Olvida Eligio, ya puestos, que el Supremo la admitió antes de que se conocieran las trapisondas corruptas de Salvador Alba e incluso antes de que se supiera públicamente que este docto letrado fusiló informes de ese magistrado a los que él no tenía acceso (teórico) y que el mismo tribunal se sacudió la causa de encima al día siguiente de que se divulgara la grabación de aquella reunión celebrada por la fuente inspiradora del Pollo de El Pinar.

“Ya estoy en retirada profesionalmente”, le dijo Hernández a Mayer Trujillo, y “soy incapaz, ni por todo el dinero del mundo, de poner una querella política porque eso desprestigia a cualquier abogado”, añadió en otro momento. Pero lo hizo, por mucho que ahora intente negarlo. Otra cosa es que le venga muy mal que tan sonada querella pueda acabar volviéndosele en contra, tanto a él como a su presunto cliente. Ni siquiera el abogado de cabecera de Soria, Nicolás González-Cuéllar (que casualmente defiende a Salvador Alba ante el TSJC), quiso meterse en tal berenjenal, lo que conduce rápidamente a deducir que fue el exfiscal ilegal del Estado el que convenció al exministro panameño aprovechando el rencor, la rabia y el odio que ambos profesan contra la querellada y su entorno.

Ese fracaso en ciernes (el auto de archivo y las costas están recurridos por el prestigioso letrado herreño) puede ser la causa de que José Manuel Soria no haya contado con él para que le defienda de la querella por injurias, calumnias y delito electoral que la magistrada Rosell le ha interpuesto, querella ya admitida a trámite de la que Eligio Hernández dijo a la Cope no conocer nada.

Sí dice saber, evidentemente gracias a su sabio entender, que ésa de Rosell es una querella producto de lo que recurrentemente él denomina “circuito mediático-judicial”, consistente según parece en la retroalimentación de las acciones judiciales en los medios de comunicación, tanto en una dirección como en otra. Es decir, se monta un escándalo en los medios (o en un solo medio), se judicializa y se rearma el bucle continuamente. O al revés: se promueve una querella sin recorrido alguno y, para ejercer una presión sobre el órgano instructor o sobre los órganos informantes del órgano instructor, se acuerda con un determinado medio informativo su participación como altavoz o correveidile. Que fue exactamente lo que hicieron Eligio Hernández y su cliente, tanto monta, monta tanto, con la querella fallida contra Victoria Rosell. Lo cuenta hasta Salvador Alba en su audiohit, cuando habla del periodista Fernando Lázaro, de El Mundo.

Acierta el Pollo cuando dice que no conoce la querella porque si la conociera seguramente comprobaría que está basada en las intervenciones de Soria en media docena de medios de comunicación durante la campaña electoral de diciembre de 2015, y que si alguien alimentó mediáticamente la actuación presuntamente delictiva del exministro, fue él solito. Y sus personalísimas circunstancias.

Algo le terminaré agradeciendo a Eligio Hernández: empezó su relación con Soria defendiéndome de la primera querella que me interpuso siendo alcalde de Las Palmas de Gran Canaria (el caso La Favorita). Y la terminará defendiendo a Soria en una querella política contra mi pareja. Aquella primera fue la única que perdí contra el exministro gracias a sus extravagantes estrategias procesales; en esta última parece querer devolverme el favor el Pollo de El Pinar. No lo olvidaré, gracias.

Eligio Hernández no quiere retirarse del mundo judicial con la etiqueta de palanganero de José Manuel Soria. O dicho en lenguaje del foro: habiendo firmado, en nombre del ex ministro de Industria, y defendido con su conocida pasión una querella instrumental, en este caso política, para apartar a una adversaria. Para conseguir ese propósito, el de retirarse con todos los honores y dignidades, continúa defendiendo en los medios de comunicación su iniciativa penal, a la que se presentó como voluntario para hacer pasar a la magistrada Victoria Rosell por la humillación hacia el prójimo que él atribuye recurrentemente a la exdiputada de Podemos. No lo puede disimular, y así ocurrió esta semana pasada durante una entrevista que le hizo Mayer Trujillo en Cope Canarias.

El Pollo de El Pinar está inconmensurable. Sigue sosteniendo, como hizo en su día, que su querella es prístina, virginal, inmaculada… y que ni siquiera la conversación presuntamente delictiva de Salvador Alba con Miguel Ángel Ramírez para que la pudiera admitir el Supremo, la desvirtúa lo más mínimo. “Fueron conversaciones privadas”, ha llegado a decir. Que la magistrada Margarita Varona tenga abiertas unas diligencias previas en la que atribuye a Alba al menos cinco delitos (algunos bastante graves), o que el Consejo General del Poder Judicial lo tenga expedientado por dos faltas muy graves y una grave no alejan a Eligio Hernández de sus majaderías.