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Después de Lanzarote, La Palma, y luego...

Después de Lanzarote, o casi, casi en paralelo, se abrirán crisis de gobierno en la isla de La Palma, donde los socialistas locales empiezan a entender, con dolor de corazón y propósito de la enmienda, los motivos por los que la dirección regional y federal de su partido les instaba con firmeza a que no pactaran con el Partido Popular. El subidón de poder que protagonizan los populares en toda España tras su arrolladora victoria del 20-N no ha sido disimulado por los conservadores canarios, que allí donde gobiernan hacen valer ese tonito que tanto irrita a sus socios. Si todo sale como han pactado José Miguel Pérez y Paulino Rivero y se activan las terminales de CC y PSOE en cada isla, veremos recomponerse mayorías entre socialistas y nacionalistas allí donde hubo tanta revancha en mayo pasado. Ya han empezado a cundir los nervios en el PP en plazas tan señeras como el Cabildo de Gran Canaria o el Ayuntamiento de Telde, sin que precisamente sean esas mayorías las que más peligren. En la primera corporación de la isla, el CCN se ha apresurado a jurar fidelidad eterna a José Miguel Bravo de Laguna, como si alguien dudara a estas alturas que el empleo de un tránsfuga no blindó legalmente la posibilidad de una moción de censura para lo que queda de mandato. Pero Nacho González necesitaba lanzar esa muestra de lealtad inquebrantable a Soria para de alguna manera sanarle el escozor que le tiene que haber producido comprobar que la inestabilidad que anda pregonando por todas las esquinas (incluidos algunos despachos de la calle Génova) sólo existía en su mente calenturienta.

Después de Lanzarote, o casi, casi en paralelo, se abrirán crisis de gobierno en la isla de La Palma, donde los socialistas locales empiezan a entender, con dolor de corazón y propósito de la enmienda, los motivos por los que la dirección regional y federal de su partido les instaba con firmeza a que no pactaran con el Partido Popular. El subidón de poder que protagonizan los populares en toda España tras su arrolladora victoria del 20-N no ha sido disimulado por los conservadores canarios, que allí donde gobiernan hacen valer ese tonito que tanto irrita a sus socios. Si todo sale como han pactado José Miguel Pérez y Paulino Rivero y se activan las terminales de CC y PSOE en cada isla, veremos recomponerse mayorías entre socialistas y nacionalistas allí donde hubo tanta revancha en mayo pasado. Ya han empezado a cundir los nervios en el PP en plazas tan señeras como el Cabildo de Gran Canaria o el Ayuntamiento de Telde, sin que precisamente sean esas mayorías las que más peligren. En la primera corporación de la isla, el CCN se ha apresurado a jurar fidelidad eterna a José Miguel Bravo de Laguna, como si alguien dudara a estas alturas que el empleo de un tránsfuga no blindó legalmente la posibilidad de una moción de censura para lo que queda de mandato. Pero Nacho González necesitaba lanzar esa muestra de lealtad inquebrantable a Soria para de alguna manera sanarle el escozor que le tiene que haber producido comprobar que la inestabilidad que anda pregonando por todas las esquinas (incluidos algunos despachos de la calle Génova) sólo existía en su mente calenturienta.