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Un festival con duende

Han pasado dieciséis años desde aquel primer festival Womad en la mismísima arena de la Playa de Las Canteras, cuando desembarcó en Las Palmas de Gran Canaria una iniciativa absolutamente desconocida para la inmensa mayoría de sus habitantes. Lo trajo hasta aquí Dania Dévora, que lo había visto en mayo en Cáceres y creyó desde el principio que por su filosofía y su formato coincidía con muchas cualidades autóctonas, que haberlas haylas. Era alcalde de la ciudad Emilio Mayoral y se iba a inaugurar el remodelado paseo de Las Canteras, así que la ocasión para introducir el Womad era única. Y hubo unanimidad, algo que se perdió algunos años por los vericuetos de la política y de los intereses o los caprichos de los medios de comunicación, cada cual instalado en sus propias miserias. Pero, de repente, este 2010, por motivos que se nos escapan en gran medida, ha regresado la unanimidad mediática al Womad, que ha gozado en esta edición de un aplauso prácticamente generalizado. Y no hay unanimidad política, que ya se sabe que el PP de Pepa anda encabronado queriendo endilgar al festival una suerte de favoristismo imposible; ni lo está apoyando el Gobierno, que se lo sacudió de encima una vez la Consejería de Turismo empezó a caer en manos de descerebrados. Pero el Womad es de los ciudadanos, que de todas las islas acuden cada año a su cita de noviembre.

Han pasado dieciséis años desde aquel primer festival Womad en la mismísima arena de la Playa de Las Canteras, cuando desembarcó en Las Palmas de Gran Canaria una iniciativa absolutamente desconocida para la inmensa mayoría de sus habitantes. Lo trajo hasta aquí Dania Dévora, que lo había visto en mayo en Cáceres y creyó desde el principio que por su filosofía y su formato coincidía con muchas cualidades autóctonas, que haberlas haylas. Era alcalde de la ciudad Emilio Mayoral y se iba a inaugurar el remodelado paseo de Las Canteras, así que la ocasión para introducir el Womad era única. Y hubo unanimidad, algo que se perdió algunos años por los vericuetos de la política y de los intereses o los caprichos de los medios de comunicación, cada cual instalado en sus propias miserias. Pero, de repente, este 2010, por motivos que se nos escapan en gran medida, ha regresado la unanimidad mediática al Womad, que ha gozado en esta edición de un aplauso prácticamente generalizado. Y no hay unanimidad política, que ya se sabe que el PP de Pepa anda encabronado queriendo endilgar al festival una suerte de favoristismo imposible; ni lo está apoyando el Gobierno, que se lo sacudió de encima una vez la Consejería de Turismo empezó a caer en manos de descerebrados. Pero el Womad es de los ciudadanos, que de todas las islas acuden cada año a su cita de noviembre.